2018: Un punto de inflexión para la academia venezolana

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Es evidente la caída del sistema científico nacional y su futuro es incierto. El deterioro del país ha permeado a todos los niveles, incluso los espacios académicos. Cada día son más los investigadores y profesores que emigran del país en busca de mejores oportunidades y dejan a su paso un vacío, con el cual es difícil afrontar y capacitar al futuro, lo que nos condena a la involución en el desarrollo científico y tecnológico de Venezuela.

En junio de 2014, la revista Nature, ya revelaba que nuestra ciencia caía estrepitosamente en los índices científicos entre los años 2009-2013, y en la actualidad la caída no se detiene, experimentando un retroceso del 79% entre 2009 y 2017. Los resultados son claros, somos menos competitivos que el resto de los países de la región y hemos quedado no solo en el último lugar en crecimiento, sino que hemos retrocedido a la década de los 80 del siglo pasado. ¡Hemos perdido 30 años!

En una entrevista que concedí a Cesar Miguel Rondón, para una serie llamada: La Venezuela Posible, le indicaba que nuestra Ciencia y Tecnología pueden recuperarse en 15 años, ¡pero necesitamos arrancar ya! Este año debe ser el cambio de orientación y el punto de inflexión. Me considero un optimista, pero me preocupa el pesimismo que nos rodea. Porque es imposible crear un futuro en el que no se cree y es imposible aprovechar las oportunidades que no se ven.

Un punto de inflexión es un evento que resulta en un cambio significativo en el progreso de una institución, economía o situación geopolítica y puede considerarse un punto de inflexión después del cual se espera ocurra un cambio drástico, con resultados positivos o negativos. Cuando se identifica un punto de inflexión, a menudo es una señal de que se deben hacer cambios fundamentales para continuar operando.

En Venezuela se invirtió el 0,12% del PIB en investigación y desarrollo en el año 2017; este hecho demuestra no sólo el escaso interés gubernamental en apoyar a la ciencia sino un desconocimiento de su valor estratégico en el desarrollo de la nación. Recordando al Dr. Marcel Roche: “La ciencia huele a poder y es evidente que sin ella no se logrará una medida decente de independencia socioeconómica”. Con estas palabras se hacía énfasis sobre la relevancia de la ciencia.

Con diversas manifestaciones y comunicados instituciones científicas como el IVIC, INIA, IDEA, así como, las universidades nacionales han comenzado el año exigiendo más inversión para mantenerse abiertas. Los académicos en Venezuela enfrentamos muchos problemas, entre ellos los bajos salarios, exiguos servicio de comedor, fallas en la seguridad social y ausencia de financiamiento para la operatividad. En este sentido, se nos dice que nuestro país no puede apoyar a la ciencia a niveles acordes debido a las necesidades prioritarias. Que satisfacer las necesidades básicas de la ciudadanía deja al gobierno con pocos recursos para gastar en inversiones a largo plazo en forma de investigación científica. Por lo tanto ocurre en nuestros centros de investigación y universidades la carencia de personal calificado laborando con equipos obsoletos e instalaciones deficientes.

Sí, hay dificultades, pero la manera de reparar un motor con los tornillos oxidados no es quitándole el combustible, sino echarle aceite y ajustar los tornillos flojos.
Cuando uno examina la escena actual, resulta claro que los países que están sorteando con éxito las crisis son también los que han invertido en ciencia. Venezuela ha puesto su dinero en otras cosas y ahora estamos en apuros.

Se puede alegar que los países ricos son los que pueden darse el lujo de hacer ciencia, y de este modo entraríamos en una discusión sobre si es primero el huevo o la gallina, pero la lógica nos dice que esta discusión es absurda: se precisa riqueza para tener buenas universidades y se requieren buenas universidades para que el país genere riqueza. Que este “círculo virtuoso” se complete depende de decisiones gubernamentales y apostar sin complejos por la excelencia, entendiendo que la ciencia es parte de la solución. ¿Qué camino se debe tomar? Estamos en medio de una crisis y el punto de inflexión este año va a resultar decisivo a largo plazo. Que avancemos o nos quedemos a la deriva dependerá de la pertinencia de las decisiones que tomen nuestros gobernantes. Y para ello es necesario un buen entendimiento entre todos. Sólo así saldremos del aprieto actual.

Culturalmente, en nuestro país no sé comprenden las inversiones en investigación y desarrollo. Los investigadores no están bien apreciados o pagados en universidades o centros de investigación; y las empresas y empresarios, especialmente conservadores, buscan más los beneficios fiscales o el acceso a fondos y financiación extraordinarios, que innovar en procesos, en productos nuevos para el mercado o para la empresa. En resumen, “que inventen otros”.

A pesar de estos y otros obstáculos, los académicos venezolanos seguimos produciendo. Aunque la productividad representa una pequeña porción del todo, es notable -dadas las adversidades sociales, económicas y a veces políticas- que el impacto de nuestra investigación sea tan relevante como actualmente lo es. El progreso es inevitable, pero no es lineal. Cada nueva era trae consigo sus propias crisis y amenazas. Las transiciones nunca no son fáciles y ahora estamos en medio de una.

Lo único cierto es que el futuro será el que construyamos. Probablemente hayan escuchado que el signo chino de «crisis» está conformado por los símbolos «incertidumbre» y «oportunidad». Un momento de incertidumbre puede verse o parecer un callejón sin salida, pero existen opciones y con esas opciones viene la oportunidad. Construyamos un puente y caminemos con optimismo hacia el futuro.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores.

 

 

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