La Isla de Pascua, un pequeño punto verde perdido en la inmensidad al sudeste del Océano Pacífico, ha encantado por mucho tiempo a los arqueólogos y al público. Cientos de esculturas gigantes de piedra, o Moai, que decoran la isla volcánica siguen siendo una fuente de fascinación. Uno de los mayores misterios sobre la Isla de Pascua, también conocida como Rapa Nui, se refiere a la identidad de sus primeros habitantes, los arquitectos de las imperturbables figuras.
Para la reconstrucción de la identidad de estos pueblos de la Polinesia (a la que pertenece la Isla de Pascua), la integración de la arqueología, la genética moderna y el ADN antiguo se muestra prometedora ¿Qué nos dicen los datos arqueológicos y genéticos sobre los orígenes de los polinesios? ¿Qué evidencia hay de contactos entre polinesios y otros pueblos de tierras lejanas? Los arqueólogos y antropólogos se han estado preguntando acerca de este posible vínculo durante décadas, pero la evidencia había sido limitada, no concluyente y especulativa.
Mientras navegaba por el Pacífico durante el siglo XVIII, el Capitán James Cook documentó la presencia de batatas en las islas del Pacífico Sur, un hallazgo extraño, dados los orígenes de esta raíz vegetal en América del Sur. Los científicos tomaron esto como evidencia de que los sudamericanos viajaban a las islas del Pacífico o que los polinesios viajaban a Sudamérica y regresaban a casa con su “contrabando” de batatas. Esta teoría parece estar soportada por rastros de ADN polinesio entre los miembros de la tribu brasileña Botocudos, conocidos por los grandes discos de madera que llevaban en los labios y las orejas, que aún habitan en el estado brasileño de Bahía, en el Atlántico. ¡Lejos de las Islas del Pacífico! Pero también hay otra evidencia a considerar, como lo es la palabra para batata en el idioma polinesio, “kuumala”, que se parece a “kumara”, como lo pronuncian los quechuas y “cumal” en el idioma utilizado por el pueblo cañarí de Ecuador.
Una nueva investigación, publicada el 8 de julio en Nature, sugiere que la presencia de la batata en la Polinesia ancestral pudo haber implicado migraciones que vinculan a los indígenas sudamericanos con los isleños polinesios. Los sudamericanos habrían llegado a las islas del Pacífico Sur unos 300 años antes de que Cristóbal Colón desembarcara en América. Increíblemente, parece que un grupo viajó al Pacífico Sur alrededor de 1.200 de la era común (después de Cristo), llegando a islas que estaban a miles de kilómetros de distancia. Una vez allí, se mezclaron con la población polinesia local, uniendo su legado genético y posiblemente culinario.
Al mismo tiempo apareció en la edición de la semana pasada de Current Biology, un nuevo estudio genético enfocado sobre los isleños de Pascua, cuyos genes apuntan al contacto entre los nativos americanos e isleños antes de 1.500 de la era común. Aunque la evidencia circunstancial había insinuado tal contacto, esta es la primera evidencia genética humana directa para ello. En los genomas de 27 isleños vivos de Rapa Nui, el equipo encontró patrones genéticos europeos y de nativos suramericanos. Pero, ¿los polinesios desembarcaron en las playas de América del Sur o los nativos americanos navegaron 3.500 kilómetros para llegar a Rapa Nui? Los estudios sugieren que los nativos americanos probablemente llegaron a Rapa Nui poco después que los polinesios. Esto podría respaldar la controvertida teoría, planteada por el aventurero noruego Thor Heyerdahl hace más de medio siglo, donde los nativos americanos tenían las habilidades para moverse hacia el oeste a través del Pacífico.
En 1947, el explorador noruego Thor Heyerdahl, junto con cinco osados compañeros de tripulación, viajó desde Perú a las islas Tuamotu en la Polinesia Francesa a bordo de una gran balsa de madera llamada Kon-Tiki. Les llevó 101 días recorrer los 8.000 km. Empujados por los vientos alisios predominantes del oeste, Heyerdahl demostró que era posible llegar a la Polinesia desde Sudamérica en un barco rudimentario. Recuerdo haber leído el libro de Heyerdahl Kon-Tiki cuando era niño. Yo estaba fascinado. Me alegra que haya sido reivindicado. Es asombroso que el experimento de un aventurero, los aportes de la batata y el estudio del ADN, respalden la idea de que el primer contacto ocurrió en uno de los archipiélagos de la Polinesia oriental.
A través de estas investigaciones, se ha querido reconstruir las raíces ancestrales que dieron forma a la diversidad de estas poblaciones y responder preguntas sobre el contacto potencial entre los nativos americanos y los isleños del Pacífico, conectando dos de las regiones menos estudiadas del mundo. Así, las “relaciones” entre los polinesios y los nativos sudamericanos habrían ocurrido en un solo evento de contacto que ocurrió a principios del siglo XIII. Además, el ADN de un grupo indígena de la actual Colombia tiene similitud al ADN encontrado en los polinesios, apuntando a un posible punto de partida para el viaje. Poco después de este evento de contacto, la población mixta se extendió a otras islas, incluida Rapa Nui, en un evento de migración. El escenario para el evento de contacto inicial, pudo haber sido en las Islas Marquesas o Tuamotu de la Polinesia centro-oriental, a una distancia cercana de 7.000 km de Colombia y como lo demostró Heyerdahl, tal viaje es posible, dados los vientos y las corrientes oceánicas predominantes.
Me imagino la vida hace unos mil años, cuando los navegantes de Suramérica tomaron sus embarcaciones y se dispusieron a explorar el mundo más allá del horizonte. Se trató de viajes en los que iban palabras, ADN y batatas.