¿“Caídas” de Neymar? La ciencia lo explica

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Neymar será el mejor jugador del mundo una vez que Cristiano Ronaldo y Lionel Messi cuelguen sus botines. El talento es indiscutible; tiene una técnica envidiable, regate y una gran velocidad. No obstante, Neymar tiene un gran defecto: a menudo se le acusa de sobreactuar, exagerar e incluso fingir las faltas que recibe. Durante la Copa Mundial Rusia 2018, el crack brasileño hizo gala de toda su habilidad, pero también mostró su lado más criticable.

Objeto de 26 faltas sancionadas en cinco partidos, no ha habido un jugador que haya sufrido más entradas sentenciadas (estuvo tirado sobre el terreno de juego unos 14 minutos). Así cuando vemos a un futbolista como Neymar lanzarse en el terreno de juego, es posible que nos decepcione un poco. Sin embargo, estos alaridos que están diseñados para engañar al árbitro podrían ser una antigua estrategia de supervivencia muy efectiva. La próxima vez que veamos a un futbolista fingir una lesión y lanzarse al engramado, consideremos que está usando exactamente la misma técnica de supervivencia que nuestros antepasados más antiguos, tal como afirman los psicólogos.

Los investigadores han descubierto que aquellos que simulaban o exageraban el dolor podrían haber tenido una ventaja en la supervivencia. Esto se debe a que podrían captar la atención de las personas con mayor facilidad, lo que pudo ser un paso clave en nuestra progresión desde los ruidos no verbales primitivos hasta el habla compleja. Hemos visto un extraordinario nivel de fútbol con jugadores como Neymar y Mbappe en la Copa del Mundo de este año, pero también nos han tratado con una dosis enfermiza de comedias. Si bien todos queremos ver tal comportamiento eliminado del juego, el aspecto vocal de la actuación, es una estrategia efectiva con raíces evolutivas que pueden ayudar a explicar cómo evolucionó el habla. Según el doctor Jordan Raine, un psicólogo de la Universidad de Sussex, la simulación del dolor condujo a la producción de sonidos arbitrarios, que más tarde llevó a la creación de las primeras palabras.El dolor en los bebés produce gritos exagerados, que son altamente efectivos para lograr que los padres respondan y ayuden, según sugiere Raine.

Desde el típico golpe a la pata de un mueble con el dedo meñique hasta el parto, los adultos también lloran de dolor, pero la evidencia indica que los humanos rutinariamente exageramos o minimizamos nuestras respuestas vocales al dolor genuino según el contexto y el estado de ánimo. Esto sugiere que los alaridos no son simplemente ventanas honestas en nuestro estado interno, sino herramientas sociales para influir sobre los demás.Para el estudio publicado en la revista Bioacoustics, los psicólogos reclutaron actores en formación para simular vocalizaciones que expresaran tres niveles de dolor creciente. Pidieron a los oyentes que calificaran cuánto dolor transmitía cada vocalización. Luego examinaron qué aspectos de sus voces habían utilizado los vocalizadores y cómo esto influyó en los oyentes.

Los investigadores encontraron que los actores simulaban un aumento del dolor usando características de voz similares a las transmitidas por bebés y otros animales. El doctor Raine indicó: “Desde una perspectiva evolutiva, para nuestros antepasados que andaban en un entorno con peligro en todo momento, esta capacidad para simular o exagerar el dolor de manera convincente y, fundamentalmente, obtener ayuda más urgente puede haber proporcionado una ventaja vital de supervivencia”. La capacidad de producir y modular gritos de dolor y otras vocalizaciones a voluntad, en oposición a las respuestas vocales automáticas de tipo animal a los estímulos, probablemente fue un paso clave en nuestra progresión desde los ruidos no verbales hasta el habla compleja, estando relacionado más con aspectos culturales que biológicos.

Es así que un jugador profesional sabe atraer la atención sobre ellos y tiene más probabilidades de ganar partidos que incluso los jugadores más atléticos, según una investigación de la Universidad de Queensland.

En este estudio se determinó que la “habilidad” para expresar dolor puede inclinar un juego hacia una victoria más que atributos como la velocidad, la fuerza o el estado físico. ¡Lo hemos visto! Alguien jala de la manga de la camiseta de un jugador, lo toca por la espalda o le lanza una patada lo suficientemente cerca de la espinilla, ocasiona que disminuya su velocidad y tropiece. Seguidamente levanta los brazos en el aire y cae al suelo con la expresión piadosa de un santo, agarrándose la espinilla y retorciéndose con el dolor de una herida invisible. Luego mira al árbitro y grita: «¡Falta!» (O quizás algún improperio). Como dice el doctor Robbie Wilson: “Una mayor habilidad permite a los jugadores tener un mayor impacto en el juego”. Los investigadores indican que su estudio podría llevar a las academias de fútbol a considerar en sus entrenamientos los atributos de los jugadores que tienen más probabilidades de ganar juegos.

Así, el equipo de Queensland utilizó técnicas analíticas desarrolladas en biología evolutiva para determinar el impacto de las destrezas de un jugador, la capacidad atlética y el equilibrio en su éxito durante un juego. Hallaron que la habilidad de un jugador para llamar la atención era el “factor más importante” para su desempeño y el de su equipo. Los jugadores con mayor habilidad tendrían más probabilidades de estar más involucrados en los juegos y tener más contribuciones exitosas.

Dadas las implicaciones de estas investigaciones, seguramente continuaremos viendo dramatizaciones y alaridos en los campos de fútbol.

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