COVID-19: conspiración viral

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A medida que el nuevo coronavirus continúa extendiéndose por todo el mundo, también lo hace la información errónea, el miedo, las curas ilusorias, las noticias falsas y los engaños maliciosos, desde lo absurdamente entretenido hasta lo sorprendentemente extravagante. Decenas de teóricos de la conspiración han inundado las redes sociales en las últimas semanas para especular cómo estalló la pandemia. Algunas personas han afirmado en las redes que el coronavirus es el resultado de un experimento fallido. Otros han dicho que el virus se predijo misteriosamente en 1981 en el libro The Eyes of Darkness o en las visiones de Nostradamus de 1555, en el Magnum Opus Les Propheties. Inclusive, los evangelistas de línea dura ahora alegan vínculos entre el coronavirus y las profecías en el Libro de Apocalipsis de la Biblia. Al contrario de lo que podría haber escuchado o leído, el nuevo coronavirus no se desarrolló en un laboratorio militar secreto y el ajo, quizás pueda ser efectivo contra los vampiros, pero es inútil contra el coronavirus.

Históricamente, el brote de pandemias siempre ha estado acompañado por la difusión de rumores y teorías de conspiración. Pero, ¿qué define exactamente a este último? Las teorías de conspiración tienden a referirse a conjeturas alternativas a las oficiales para controlar y destruir una institución, un país o al mundo entero. En el siglo XIV, cuando la peste negra devastó Europa, nadie sabía cómo se había originado la enfermedad. Poco después, surgieron rumores infundados de que los judíos causaron el brote en un intento por controlar el mundo, envenenando los pozos de agua. Luego, entre 1918 y 1920, la llamada gripe española mató entre 25 y 50 millones de personas, siendo más letal que la Primera Guerra Mundial. Como los orígenes del brote de virus seguían siendo un misterio hasta la década de 1930, algunas personas creían que el patógeno había sido desarrollado por el ejército alemán para usarlo como arma. Otro ejemplo, la infestación de escarabajos de la papa en 1950, que amenazó con eliminar todos los cultivos de Alemania Oriental, en el momento se culpó a los EE. UU. de haber orquestado la infestación de escarabajos para sabotear su economía. El inicio de la epidemia del SIDA durante la década de 1980 estuvo acompañada por una campaña de desinformación que difundió el rumor de que los Estados Unidos de Norteamérica había desarrollado el SIDA en Fort Detrick como arma biológica y lo probó en presos, minorías étnicas y homosexuales.

Se ha atribuido una gran cantidad de enfermedades a los programas secretos de armas biológicas de diferentes países. Aunque algunos teóricos de la conspiración han sugerido que COVID-19 es un arma biológica china o estadounidense diseñada artificialmente. Los rumores parecían comenzar cuando el especialista chino Zhong Nanshan declaró en una conferencia de prensa en febrero que “aunque el COVID-19 se descubrió por primera vez en China, no significa que se originó en China”, sembrando las semillas de la duda.

Sin embargo, estas y otras teorías de conspiración se basan en argumentos que nunca se ponderan como evidencia. La revolución digital, mientras tanto, ha amplificado la difusión de rumores y desinformación. Las publicaciones en línea se comparten mucho más rápido en las redes sociales y a través de aplicaciones de mensajería, haciendo que a cualquier autoridad médica o de salud se le haga difícil refutar. La era digital ha permitido que las teorías de conspiración se vuelvan virales. 

China está impulsando una nueva teoría sobre los orígenes del coronavirus: es una enfermedad que podría haber sido introducida por militares estadounidenses que visitaron Wuhan en octubre para los Juegos Mundiales Militares. Aunque no hay evidencia para apoyar eso, la noticia recibió un respaldo oficial del Ministerio de Relaciones Exteriores de China. Por su parte, Vladimir Zhirinovsky dijo a una estación de radio de Moscú, a finales de enero, que pensaba que el coronavirus era un arma biológica estadounidense y un gran complot de las compañías farmacéuticas para obtener más dinero, agregando que “los farmacéuticos se convertirán en multimillonarios en 2020”. Y en la esquina contraria, el Washington Times planteó la teoría de que el coronavirus fue el resultado de un programa chino de guerra biológica. Con COVID-19 dominando los titulares, no es sorprendente que la información errónea sobre el coronavirus esté en aumento. Es por eso que la Organización Mundial de la Salud, ha lanzado un sitio web dedicado a disipar las afirmaciones sin fundamento sobre las curas del virus y cómo se propaga el patógeno.

El coronavirus, según todas las pruebas, procedía a fines de diciembre de Wuhan, China. Los científicos aún no han identificado un “paciente cero” o una fuente precisa del virus, aunque estudios publicados en el Journal of Medical Virology lo han relacionado con un virus en murciélagos que pasó a través de otro animal antes de infectar a los humanos. Además, el primer grupo de pacientes se ubicó en el mercado mayorista de Huanan y desde entonces los estudios han sugerido que el virus podría haber sido introducido allí por alguien ya infectado. Wuhan y la provincia circundante de Hubei representan la abrumadora cantidad de casos y muertes, por lo que no hay ninguna razón científica para creer que el virus comenzó en otro lugar. Un grupo de prominentes científicos de salud pública en una declaración a la revista The Lancet, señalan que los investigadores que han estudiado el COVID-19 coinciden en que “este coronavirus se originó en la vida silvestre”, al igual que muchos otros virus que han surgido recientemente en humanos. “Las teorías de conspiración no hacen más que crear miedo, rumores y prejuicios que ponen en peligro nuestra colaboración global en la lucha contra este virus”.

COVID-19 solo puede ser contenido estudiándolo científicamente, practicando una buena higiene y asegurando que las personas infectadas reciban un tratamiento médico adecuado. Del mismo modo, la educación y la alfabetización mediática, así como la buena salud mental, deben promoverse para que estén en línea con la forma en que consumimos información en la era digital.

 

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