Economía versus desarrollo sostenible

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La ciencia de hoy parece atrapada en un fuego cruzado entre dos visiones del mundo opuestas. Por un lado, la ciencia es una herramienta importante de la ideología que actualmente impulsa la economía mundial, a saber, el sistema de libre mercado, el crecimiento continuo y la búsqueda de la riqueza individual. Por otra, la ciencia está cada vez más llamada a producir conocimientos y tecnologías que promuevan un desarrollo ambientalmente sostenible, orientado hacia las comunidades y la gestión a largo plazo de los recursos.

La economía mundial sigue dependiendo en gran medida del petróleo barato, un recurso no renovable y principal contribuyente de los gases de efecto invernadero. Los combustibles fósiles –petróleo, carbón, gas natural– seguirán impulsando la industria mundial durante varias décadas más. El hecho de que lo hagan a pesar de la disponibilidad de tecnologías alternativas de energías «verdes» técnicamente viables, hace que el dilema se acentúe.

Ejemplos del conflicto entre las fuerzas económicas actuales y la necesidad de un desarrollo sostenible también pueden encontrarse en muchos otros dominios. La imposición de políticas de ajuste estructural por parte de las instituciones financieras internacionales, por ejemplo, han obligado a algunos países a reorientar la investigación y la producción agrícolas para centrarse en los cultivos comerciales que generan divisas en lugar de cultivos alimentarios para el consumo local. En algunos casos, esas políticas han puesto en peligro la seguridad alimentaria y la producción continua de la tierra, han creado enormes dificultades personales para los ciudadanos y han provocado protestas sociales.

Los acuerdos de libre comercio también pueden suponer una amenaza para algunos de los componentes subyacentes del desarrollo sostenible, que afectan a la biodiversidad, la autosuficiencia comunitaria y los sistemas locales de conocimiento. En algunos casos, la eliminación de las barreras comerciales entre países ha llevado a los agricultores a abandonar el cultivo de variedades de rubros tradicionales que se adaptan bien a las condiciones y gustos locales, a favor de variedades importadas que pueden responder mejor a los nuevos mercados ampliados.

La desregulación y la privatización son dos tendencias encaminadas a mejorar la competitividad comercial y estimular el crecimiento económico. Sin embargo, en algunos sectores, como la producción de energía y la alimentación, es evidente que estas tendencias no pueden conciliarse con la exigencia impuesta por el desarrollo sostenible de que los costos ambientales y sociales quedan ocultos ante la ganancia.

En el pasado, la evolución en el campo de la energía ha tenido más que ver con la protección de los intereses económicos adquiridos que la preocupación por el bien público o la conservación del medio ambiente. La perspectiva de que ese enfoque se perpetúe es una preocupación importante para el futuro de la ciencia de la energía, ya que los combustibles fósiles son un recurso finito y un importante contribuyente de los gases de efecto invernadero.

Los responsables políticos deben aceptar que, para ciertas áreas clave como el desarrollo energético, las decisiones no deben basarse únicamente en la conveniencia política, como la perspectiva de beneficios económicos a corto plazo y la creación de empleo. Hacerlo denigra el papel de la investigación y el desarrollo orientados hacia el futuro (I + D) y socava el desarrollo social a largo plazo. Más bien, lo que se necesita es una visión del mundo que mira generaciones adelante, a la manera de las filosofías holísticas de nuestros pueblos indígenas.

Es necesario reactivar el debate público sobre los peligros de los estilos de vida «destructores» típicos de los países industrializados. Si todos en el planeta vivieran como muchos norteamericanos, necesitaríamos los recursos de varios planetas Tierra. Como esto es claramente imposible, las implicaciones de los inevitables cambios que pronto se producirán deben ser discutidos abiertamente en todos los niveles de la sociedad.
Los científicos necesitamos cultivar una nueva visión de la ciencia, que promueva el desarrollo de sistemas sostenibles de producción y consumos razonables, compatibles con el comportamiento de reciclaje y el equilibrio de los sistemas naturales.

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