Micaela Samol González, vestida con uniforme azul, se dirigió a una sala sin ventanas y se plantó ante el juez. Después de dar su nombre y concertar una fecha futura en la corte para su caso de inmigración, el juez le preguntó si tenía alguna interrogante. ¡Ella solo tenía una! “Mi pregunta es sobre mi hijo”, a quien las autoridades de inmigración se llevaron poco después de que la acusaron de cruzar ilegalmente la frontera en un viaje desde Guatemala: “Me han dado un número para contactarlo, pero nadie me responde y me pregunto si está bien”.
En mayo, cuando la indignación por la separación de los niños, de sus padres inmigrantes estaba comenzando a calentar, la secretaria de Seguridad Nacional del presidente Donald Trump le restó importancia a las acusaciones de ser una “forma de terrorismo estatal”. Después de todo, dijo ella: “Lo hacemos todos los días en cada parte del país”. Por su parte, la secretaria Kirstjen Nielsen indicó que la separación familiar es un hecho cotidiano. Sucede cuando los padres o los niños son arrestados y también, cuando las mujeres encarceladas dan a luz. El propósito expreso de separar a los niños migrantes de sus padres, es disuadir a los adultos de ir a Estados Unidos. A pesar de las explicaciones simplistas de los funcionarios, esa es la victoria del mal, como diría Josep María Casals, inducirnos a mirar a otro lado ante el sufrimiento. Dejar de ser humanos por temor, por aberrantes convicciones políticas e incluso por pereza, por el cansancio de ver en la televisión imágenes que siempre deberían interpelar nuestra conciencia.
Las organizaciones médicas y de salud pública han sido unánimes en sus críticas a la práctica de la administración Trump, de separar a los niños migrantes de sus padres en la frontera sur. Es así que los psicólogos han emitido declaraciones indicando que los niños “no deberían estar expuestos a condiciones que puedan dañarlos o traumatizarlos”. Recomiendan que los niños tengan una exposición limitada a las “instalaciones” actuales del Departamento de Seguridad Nacional y argumentan, que los afectados por la política de detención se evalúen a lo largo del tiempo, para ver cómo ha perjudicado su salud. Los niños, especialmente aquellos que han estado expuestos a traumas y violencia, no deberían ser ubicados en entornos agresivos y que los expongan a riesgos, temores y traumas adicionales.
Por los estudios realizados en esta área, sabemos que los niños que experimentan separación repentina de sus padres, especialmente en circunstancias atemorizantes, impredecibles y caóticas, tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades como ansiedad, depresión, trastornos de estrés postraumático y otros. Esto, es especialmente cierto para los niños que huyen de la guerra, la violencia y otras situaciones traumáticas de sus países de origen.
La Asociación Americana de Salud Pública (APHA) dijo que la política de separación familiar “viola los derechos humanos fundamentales”. El grupo expresó su preocupación por las perspectivas de “trauma mental agudo” tanto para los niños como para los padres, que les arrebata la oportunidad a estos niños de lograr una infancia estable, declaró la APHA. El desarrollo infantil implica interacciones complejas entre procesos genéticos, biológicos, psicológicos y sociales. Las consecuencias negativas para la salud asociadas con la adversidad en la infancia “incluyen algunos de los problemas de salud más insolubles de la sociedad: alcoholismo, abuso de sustancias, depresión, suicidio, salud física deficiente y obesidad”, agregó la asociación. Décadas de investigación científica en salud pública han demostrado que la estructura familiar, la estabilidad y el medio ambiente son determinantes de la salud de un niño y de la comunidad.
Las academias nacionales de Estados Unidos acumularon una gran cantidad de evidencia científica al pedirle al Departamento de Seguridad Nacional “que detenga las separaciones familiares de inmediato”.
Estos procedimientos también violan el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. Los bioéticos, médicos, teólogos y abogados redactaron una petición que llamaba a la política de separar a los niños migrantes de sus padres como “completamente inmoral…”. Continuar esto “causará un daño irreparable y potencialmente permanente a los más vulnerables entre nosotros”, dijo el grupo. Esa es una “violación de los derechos humanos contra niños inocentes”, dice la petición. Por tanto, el presidente Trump se vio obligado a firmar una orden ejecutiva que puso fin a la política, luego de que funcionarios fronterizos de Estados Unidos ubicaran a más de 2.300 niños en campos de concentración alejados de sus padres, quienes fueron detenidos para su enjuiciamiento penal.
Finalmente, en mi opinión, la promesa de Donald Trump de construir un muro para evitar que los mexicanos y los centroamericanos crucen la frontera sur de los Estados Unidos, fue fundamental para su triunfo presidencial. Además, la antipatía hacia los inmigrantes por la “pérdida de empleos y desmejoras salariales” se está extendiendo a través de Europa, alimentando el deseo de los británicos de abandonar la Unión Europea, la nueva política anti inmigrante del gobierno de Italia y la reelección del populista húngaro Viktor Orban. Si bien está lejos de ser un consenso la política anti-migrante en ambos lados del Atlántico, la idea de que la inmigración equivale a una amenaza a gran escala, está ganando terreno en el lado derecho del espectro político mundial.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.