La apocalíptica amenaza electromagnética

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Recientemente escuchamos que el apagón que dejó a Venezuela sin energía eléctrica durante 4 días, se produjo por un ataque “cibernético y electromagnético” contra la principal fuente de generación del país. “Descubrimos que estaban realizando ataques de alta generación científica, de alta tecnología, lo que llaman nuestros expertos ataques electromagnéticos para sabotear el proceso de reconexión”. Esto según los “expertos” afectó la restitución del servicio eléctrico. Casi simultáneamente, el 26 de marzo, el presidente Donald Trump firmó una orden ejecutiva para preparar a los EEUU a resistir un ataque de pulso electromagnético.

Esos escenarios apocalípticos que les gusta a algunos políticos, donde un adversario detona un dispositivo que destruye la red eléctrica de la nación, es materia de ciencia ficción. Literalmente, es el argumento de One Second After, una novela de William Forstchen. En el libro, un pulso electromagnético (PEM) masivo genera el caos, que incluye el daño al sistema eléctrico, la inanición, la enfermedad y la histeria masiva. En 2009, el libro alcanzó el número 11 en la lista de los más vendidos por The New York Times. Desde entonces, ha habido numerosas noticias, informes de medios de comunicación y artículos de opinión en publicaciones destacadas, incluso de autores serios, sobre los peligros de un pulso electromagnético.

¿Qué son los pulsos electromagnéticos y cómo se forman?

Son una oleada muy breve de energía de alta intensidad que puede interrumpir o destruir la electrónica, esencialmente, sobrecargarlos. Los picos de voltaje resultantes pueden causar fallas térmicas, cortocircuitos y otros daños que averían los equipos. La amenaza real es que los dispositivos electrónicos se utilizan para controlar, comunicar, calcular, almacenar, administrar e implementar casi todos los aspectos de los sistemas civiles en nuestro país, pero afortunadamente con una probabilidad muy baja de ocurrir. Es similar a preocuparse por un meteorito que explote en el aire y nos envíe de vuelta a la Edad de Piedra.

El efecto de los pulsos electromagnéticos fue descubierto accidentalmente durante las primeras pruebas nucleares realizadas en 1962, los estadounidenses probaron una bomba nuclear de 1,4 megatones a unos 400 kilómetros sobre el Océano Pacífico. Durante las explosiones los equipos de medición y aparatos eléctricos se estropearon y quedaron inservibles, a 560 km de distancia en Hawái. Los efectos electromagnéticos de la explosión apagaron lámparas y teléfonos, los satélites estadounidenses, británicos y soviéticos sufrieron daños. Lo que llevó a entender que este hecho era debido a que las explosiones nucleares generaban pulsos electromagnéticos que afectan a todo aparato electrónico.

¿Es posible un ataque?

Hay dos formas en que un pulso electromagnético podría representar una amenaza a gran escala para la seguridad de los venezolanos: El primero es a través de la detonación de una ojiva nuclear a gran altura. El segundo es a través de una supertormenta solar natural, conocida como perturbación geomagnética (PGM), que tiene alrededor de un 10% de posibilidades de ocurrir cada década, según la NASA. Los PGM basados en llamaradas solares son mucho más propensos a causar interrupciones en las comunicaciones y la electricidad. Sin embargo, no está claro que un PEM tenga los efectos devastadores que algunos predicen.

Dicho esto, ¿deberíamos sentir pánico por los pulsos electromagnéticos? Absolutamente no. Los datos públicos son escasos, pero el físico ganador del Premio Nobel Jack Steinberger dice que su capacidad destructiva está exagerada. Tampoco es probable que los grupos terroristas puedan realizar un ataque electromagnético. Hacerlo requeriría adquirir una poderosa ojiva nuclear y un sofisticado misil balístico capaz de detonar a gran altura. ¡Algo muy improbable! Un escenario más probable es a través de un dispositivo de microondas de alta potencia, ya que este tipo de arma es relativamente simple y barata de fabricar. Sin embargo, tal arma probablemente afectaría a los dispositivos electrónicos dentro de un rango de 2 km.

Cuando se produce una activación de un dispositivo PEM, la señal que produce cubre una amplia zona geográfica y tiene la capacidad de producir interrupciones generalizadas, duraderas y daños a los servicios públicos que sustentan el tejido de la sociedad. En general, cualquier dispositivo PEM podría dejar sin luz a todo un país, al tiempo que la red de comunicación móvil y los sistemas GPS dejarían de funcionar, se inutilizaría los cables y todos los aparatos electrónicos quedarían inservibles.

Un PEM no es una amenaza

En Venezuela ningún aparato electrónico ni electrodoméstico quedó inservible o irrecuperable en el Edo. Bolívar. Todos continuaron funcionando con normalidad, una vez que se ha ido restituyendo el servicio eléctrico. Los efectos de un ataque electromagnético no concuerdan con lo ocurrido en Venezuela.

En el libro Lights Out, de Ted Koppel, sobre las amenazas a la red eléctrica, se cita a la ex Secretaria de Seguridad Nacional, Janet Napolitano, acerca de sus preocupaciones sobre un colapso de PEM. Napolitano dice: “Sabes que si tuviera que colocar los riesgos más probables con los que nos enfrentamos, no lo pondría en la cima, ciertamente no estaría entre las 10 primeras amenazas para nuestra infraestructura”. Ella tiene razón: hay otras amenazas más apremiantes para nuestra red eléctrica que requieren atención. Por ejemplo, ¿qué causa más líneas eléctricas caídas, pulsos electromagnéticos o incendios?

La respuesta es obvia, en 2018 hubo más de 4000 incendios forestales en Venezuela. Los cortes de energía asociados a incendios forestales requirieron miles de horas hombre para recuperarla. En última instancia, la protección de la red eléctrica consiste en clasificar las prioridades y los riesgos. Si observamos los hechos, y no la ciencia ficción, es más prudente invertir recursos en robustecer la red ante riesgos claros y actuales para nuestra infraestructura eléctrica, como fuertes tormentas, falta de mantenimiento e incendios forestales.

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