La caída del imperio romano está escrita en hielo

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Un 15 de marzo, hace un tiempo atrás, varios senadores debidamente elegidos que decían amar a su república, atacaron a su líder mientras ingresaba al Senado. Habían apuñalado a Cayo Julio César 23 veces, mientras caía al suelo, indefenso, desangrándose hasta la muerte, lo que desencadenó una serie de guerras que formalmente terminó con la República Romana e inició el Imperio Romano.

Han pasado unos 2.000 años desde aquel acontecimiento, pero no hemos dejado de discutir al respecto sobre el “Cesarismo”, que aún se cierne en nuestra conversación política, esa modalidad imperial que ha pasado a la historia y se ha amalgamado con el militarismo, el caudillismo, la dictadura y la tiranía, en el llamado “gendarme necesario” a lo Laureano Vallenilla Lanz.

Los arqueólogos pueden ubicar nuevos sitios y excavar en busca de monedas o joyas. Los eruditos pueden leer y releer a escritores romanos como Cicerón, Salustio y Cátulo, quienes documentaron a César. Estas han sido las técnicas para aprender sobre Roma durante siglos, y son indispensables. Pero últimamente, se les ha unido algo nuevo: los científicos anunciaron el descubrimiento de un recurso completamente novedoso que tiene el potencial de rehacer algunos de esos argumentos sobre la política y la historia romana.

Un equipo de arqueólogos, historiadores y científicos, dedicados al cambio climático, han construido una historia sobre la contaminación por plomo en Roma, que les permite aproximarse a la actividad económica del Mediterráneo desde el 1.100 a.C. al 800 d.C. Lo hallaron a miles de kilómetros del Foro Romano, en las profundidades de la capa de hielo de Groenlandia, el enorme bloque de hielo de miles de kilómetros de longitud que sepulta la isla ubicada en el Atlántico Norte.

Allí, un año tras otro de la historia económica del Imperio Romano aparece en un glaciar de Groenlandia, tan claramente como debió estar en los 107 libros perdidos de la historia de Livio sobre Roma. Pero este registro no está escrito en latín, sino en plomo. Las emisiones de plomo generadas por las operaciones mineras en el norte de Europa llegaron a Groenlandia y fueron arrastradas por la nieve. La nieve se acumuló, se convirtió en hielo y conservó un registro que se remonta a miles de años atrás.

Los núcleos de hielo de Groenlandia se han utilizado durante mucho tiempo para rastrear el cambio climático global, que se registra en los isótopos de oxígeno del agua congelada. El proyecto para medir las antiguas emisiones de plomo en núcleos de hielo fue iniciado por Andrew Wilson, un arqueólogo de la Universidad de Oxford que estudia la economía del periodo romano.

La primera noticia del registro se publicó en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias, aun cuando los núcleos de hielo de Groenlandia son difíciles de obtener porque puede llevar de tres a cuatro años perforar hasta la roca madre, sin embargo Joseph R. McConnell, otro investigador del mismo equipo, conocía de un núcleo a la profundidad de 2.000 metros, correspondiente al intervalo 1235 a.C. a 1257 d.C. En el laboratorio, el núcleo de hielo se cortó en segmentos que se derritieron.

El agua se analizó empleando un instrumento conocido como espectrómetro de masas, que mide la cantidad de plomo hasta una trillonésima parte de un gramo. Cuando el núcleo de hielo se fundió a razón de dos pulgadas por minuto, el equipo del Dr. McConnell descubrió que podían tomar 12 mediciones por año a lo largo de la era romana. Las fechas de estos años de hielo se verificaron sincronizándolas con otras cronologías, como las derivadas de los anillos de los árboles y las erupciones volcánicas.

El plomo fue ampliamente utilizado en la economía romana para hacer cañerías de agua y revestir los cascos de los barcos. Su producción era también un sustituto de una actividad económica central, el uso de plata en el denario. La plata se produce asociada a los minerales de plomo y el proceso de separación de la plata del plomo a altas temperaturas fue una fuente importante de plomo en el aire.

En los primeros tiempos del Imperio Romano, el denario era 100 por ciento de plata. Pero bajo el emperador Nerón, la proporción de plata se redujo al 80%. Estos cambios coincidieron con una caída en la producción de plata y tal caída en las emisiones de plomo que se registra en el núcleo de hielo de Groenlandia poco después del año 60 d.C.

Bajo el periodo de Trajano, hubo un breve retorno a hacer monedas de plata y este evento histórico también se refleja. Las emisiones de plomo, como se muestra en el núcleo de hielo, cayeron a un nivel mínimo absoluto durante la Crisis Imperial de 235 a 284 d. C., cuando casi colapsó bajo las tensiones de la discordia interna, las invasiones bárbaras y la plaga chipriota.

A partir de entonces, la economía, a juzgar por los niveles de plomo, se recuperó un poco, pero entró en un período final de declive marcado por la retirada de las legiones romanas de Gran Bretaña a principios del siglo V y el colapso del Imperio Romano de Occidente en el 476 d. C.

El registro continuo de contaminación por plomo no es tan bueno como tener las cifras del producto interno bruto romano, que por cierto nadie conoce, pero sí parece reflejar la “salud” de la economía romana. Los resultados, muestran una línea fluctuante que corresponden a eventos destacados en la historia romana.

Las emisiones de plomo aumentaron en períodos de paz y prosperidad, como la Pax Romana y cayó durante las guerras civiles que precedieron el ascenso al poder del emperador Augusto. También hubo descensos dramáticos que coincidieron con la plaga de Antonino de 165-180 d. C., que se cree que fue viruela y la plaga de Cipriano de 250-270 d. C.

Finalmente, tal como leemos a Cicerón o a las fuentes históricas de los Gracchi, parece que tenemos un nuevo material al que tenemos acceso para repensar la historia. Y tiene sentido que los historiadores encuentren ayuda en la ciencia climática. A eso, solo agregaría: no es necesario volver a Cátulo y César, Cicerón y Catilina, para encontrar una civilización que funcionara con calorías y fuerza humana, que dependiera del sol y del clima. Tampoco fue la antigua Roma la única civilización que dispersó sus emisiones hacia todos los rincones de la Tierra, dejando un registro.

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