Cuando enfrentamos un peligro repentino, ya sea encontrarnos con una serpiente de cascabel o ver la última película de terror de Stephen King, la frecuencia cardíaca aumenta, la respiración se vuelve más rápida y se bombea combustible en forma de glucosa por todo el cuerpo para prepararnos a enfrentar el peligro o huir. Se cree que estos cambios fisiológicos, que constituyen la respuesta de “lucha o huida”, son provocados en parte por la adrenalina.
La adrenalina, ha sido sinónimo de aumento del flujo cardíaco ante el peligro o estrés. Pero un nuevo estudio revela que cuando se trata de la respuesta de nuestro cuerpo al estrés, la adrenalina puede ser menos importante que otra hormona, una que se filtra desde nuestros huesos. Los investigadores encontraron en ratones y humanos que casi inmediatamente después de que el cerebro reconoce el peligro, le indica al esqueleto que inunde el torrente sanguíneo con la hormona osteocalcina derivada de los huesos, que es necesaria para activar esta respuesta.
Nuestro esqueleto es mucho más que un andamio rígido para el cuerpo. Nuestros huesos secretan la proteína llamada osteocalcina, descubierta en la década de 1970, que también reconstruye al propio esqueleto. En 2007, Gérard Karsenty y sus colegas descubrieron que esta proteína actúa como una hormona para controlar los niveles de azúcar en la sangre y quemar grasas. Más tarde, su grupo de investigación demostró que la hormona es importante para mantener la función cerebral y la buena forma física, restaurar la memoria en ratones viejos y aumentar el rendimiento durante el ejercicio tanto en ratones como en personas. Los hallazgos llevaron a Karsenty a plantear la hipótesis de que los animales desarrollaron esqueletos óseos para escapar del peligro.
¿Por qué los huesos? Karsenty y sus colegas expusieron a los ratones a varios factores estresantes, incluida una leve descarga eléctrica en la pata y un olor a orina de un depredador (zorro), olor que desencadena una respuesta innata de miedo. Luego, los investigadores midieron la osteocalcina en la sangre de los animales. Entre unos 2 a 3 minutos, luego de la exposición a un factor estresante, los niveles de osteocalcina en los ratones se cuadruplicaron, informaron en el más reciente trabajo publicado el pasado 12 de septiembre en la revista Cell Metabolism. Un factor estresante clásico en las personas tuvo un efecto similar: cuando los investigadores pidieron a los voluntarios que hablaran frente a una audiencia, los niveles de osteocalcina también aumentaron por miedo escénico.
El grupo de Karsenty también se propuso determinar si se requiere osteocalcina para activar el modo de lucha o huida, una reacción física involuntaria a la amenaza. Cuando el equipo puso ratones genéticamente modificados para no producir osteocalcina ante los mismos factores estresantes que los ratones no modificados, los roedores apenas reaccionaron. En un experimento aparte llevado a cabo con ratones normales, una sola inyección de osteocalcina fue suficiente para desencadenar una reacción completa de huir o luchar, incluso sin un agente estresante.
Osteocalcina y lucha
Por otro lado, al investigar las conexiones neuronales entre los cerebros de los roedores y sus esqueletos, el equipo descubrió cómo la osteocalcina desencadena este modo de lucha o huida. Cuando una región del cerebro llamada amígdala detecta el peligro, ordena a las células óseas llamadas osteoblastos a que liberen osteocalcina en el torrente sanguíneo. La osteocalcina, a su vez, reduce la actividad en el sistema nervioso parasimpático: fibras nerviosas que disminuyen la frecuencia cardíaca y la respiración.
Los hallazgos sugieren que la osteocalcina, más que la adrenalina, es la guardiana que determina cuándo los cuerpos cambian al modo de lucha o huida. Esta vía es distinta de otras realizadas por hormonas liberadas por las glándulas suprarrenales (que se encuentran en la parte superior de los riñones), como el cortisol, la adrenalina y la noradrenalina. También ayudan a explicar por qué los roedores a quienes se les extirparon las glándulas suprarrenales y las personas que no producen mucha adrenalina debido a afecciones médicas, aún pueden experimentar reacciones físicas intensas ante el peligro.
El hallazgo es una gran sorpresa, que plantea varias preguntas: “¿Por qué el esqueleto es un responsable de la respuesta? ¿Por qué a través del esqueleto? El trabajo de investigación abre una nueva línea de pensamiento que, por ejemplo, podría conducir a investigaciones sobre cómo las variaciones naturales en los niveles de osteocalcina de las personas se relacionan con el estrés, así como con los agentes farmacológicos en desarrollo para la regulación del mismo.
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