Precios, salarios, recuperación económica y política

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El asunto de la hiperinflación y, en general, el incremento de los precios, ha sido centro de la tragedia venezolana. La inflación termina por empobrecer a los trabajadores y al pueblo en general. Es un mecanismo expedito para extraer más plusvalía. Es el resultado de la emisión de dinero inorgánico. Esto es, papel moneda o dinero electrónico sin respaldo en el PIB, en reservas internacionales o en oro. Además de otras variables como el crédito, empleo, entre otras. Pero se ha llegado a un momento en el cual comienza a ser frenada la hiperinflación y hay signos de recuperación, muy leve, pero hay señales.

De ser moderada, la inflación conduce a una redistribución de la riqueza que favorece a los dueños de los medios de producción. Al modificarse la composición de los elementos que configuran el valor de las mercancías, lleva a que la plusvalía se incremente, mientras que el capital variable se reduce. Ubiquemos que el valor es la sumatoria del monto que destina el capitalista a capital constante, al capital variable y la plusvalía que se apropia como dueño de los medios.

Si en un momento dado, una mercancía cuesta en el mercado 100, cuando la fuerza de la demanda es similar a la de la oferta, podemos concluir en que el precio es justo el valor de la mercancía. Partimos de considerar que lo destinados a cada componente de valor guarda el mismo porcentaje, concluimos que se destinó 33.3 a capital variable, a capital constante y a plusvalía. Si hay inflación y varía el precio a 130, supongamos, esto es, sufren un incremento de 30%, los componentes de valor de la mercancía se ubicarán en 43.2 en capital constante. Mientras, lo destinado a capital variable, esto es, al salario, se ubicará en 33.3, toda vez que por inflación no supone que de inmediato se produzca un incremento en el salario de los trabajadores. La suma de capital constante, que se incrementó por la inflación, más el capital variable, que se mantiene constante, da como resultado 76.5 en la inversión de capital. Si el precio es 130, el capitalista se queda con lo que resta. Esto es, 53.5. Lo que muestra que se ha incrementado la plusvalía significativamente en relación con la que obtenía con el precio anterior.

El ajuste del salario a estos incrementos de precios se hará en la oportunidad en la cual ya comience a descender la demanda a tal punto que afecte a los capitalistas. Circunstancia que bien puede ser alargada en la medida en que se crea demanda por la vía de la redistribución de renta como es el caso venezolano. Mientras, puede haber una inflación moderada y programada hasta cierto punto, dentro de la idea de mantener cierta propensión, dirían los keynesianos, a la inversión productiva. Su límite es la caída de la demanda.

Ahora bien, debemos ubicar que no solamente la inflación incide en el incremento de precios. En la economía venezolana debemos agregar la especulación. La que se desprende de la propia inflación e hiperinflación, unida a la escasez, a la creación de canales de comercio por parte de las bandas vinculadas a la distribución de bolsas y cajas Clap. También la venta con base en el dólar. Usa como argumento el importador que la subida del precio de la divisa conduce a un incremento en el precio de su producto, aunque ese aumento se coloca muy por encima del alcanzado por el dólar. Opera, en definitiva, aquel principio de la ética capitalista según el cual, quien comercia, compra barato para vender más caro. Si el mercado lo permite, si la fuerza de la demanda es mucho mayor que la de la oferta lo eleva aún más. Esa es la ética del comercio.

De otra parte, así como hay inflación, también hay deflación. La inflación es el incremento de precios más generalizado. No es la única fuente de aumentos. De igual manera la deflación es una caída de los precios de manera generalizada. No la única. Mientras en Venezuela se sufre de hiperinflación, en Japón, entre otros países asiáticos, se vive una caída generalizada de precios de buena parte de las manufacturas. Pero esto no es deflación. Es el resultado del aumento de la productividad. Del incremento de la composición de capitales. Mercancías con menos valor de cambio. Con menos trabajo socialmente necesario producto de más tecnología. Luego, se produce una baja en los precios. En estos casos no es deflación. Así como no todo el aumento de precios en Venezuela es inflación.

En Venezuela, los precios han gozado de vaivenes hacia el alza, que llevaron a la circunstancia actual, a una hiperinflación nunca conocida en nuestra historia. Son pocos los casos de hiperinflación. Esta es una más y no será la última. Por décadas, la inflación ha sido una constante en nuestro país. Se inicia temprano en la democracia burguesa bipartidista. Alcanza cronicidad a ser espiral al alza a partir del Gobierno de Jaime Lusinchi. Con el chavismo la cosa alcanza su máxima expresión. La caída de los precios del crudo, la corrupción, la política erosiva del aparato productivo, principalmente, hacen lo suyo. El desequilibrio fiscal lleva a la misma política. Busca ser cubierto el déficit con dinero inorgánico.

La ley del valor en la fuerza de trabajo y la presión de oferta y demanda

Mientras, el precio de la fuerza de trabajo tiende a un deterioro cada vez mayor. Y es que el valor de la compra de esa capacidad física y mental del obrero, se determina como el de cualquier mercancía, con base en el tiempo de trabajo socialmente necesario. El que está objetivado en el conjunto de medios de vida que le permiten reproducirse junto a su descendencia. El valor de cambio de estos bienes resume el valor de cambio de la mercancía fuerza de trabajo. Luego, también están sujetos sus vaivenes a la fuerza de la oferta y de la demanda. Por lo regular, hay más oferta de fuerza de trabajo. El desempleo es un asunto ingénito en el capitalismo. Keynes soñó, solo eso, con llevarlo a cero. Craso error. La elevación de la composición de capitales para ser más competitivo el capitalista, hace que se produzca la tendencia a desplazar obreros por máquinas. Se crea ese inmenso ejército en reserva del cual echa mano eventualmente el capital, al menos de una parte de ella, cuando el proceso de concentración así lo determina.

En casos como el nuestro la cosa es más ruda. La economía que se configura con base en los intereses imperialistas frenan la diversificación del aparato productivo. Frenan la concentración de capitales. La capacidad de demanda que se crea a partir de las ganancias extraordinarias en la venta del crudo, es para realizar bienes finales importados, principalmente, tendencia que alcanza su máxima expresión con el régimen chavista. Lo que no implica que quienes demandan tengan empleo.

Es por eso que, en Venezuela, la cosa sea más amplia. La economía basada en la creación de demanda por la vía de la renta que percibe el Estado hace que una buena parte de la población se lumpenice. No es el resultado de la elevación de la composición de capitales lo que conduce entonces al desempleo. Es la naturaleza tendiente a la monoproducción en la cual hemos estado inmersos desde que somos República, y antes, lo que conduce a un freno constante al desarrollo.

Vista así la cosa, la crisis crónica venezolana como resultado de una política económica que obedece a intereses foráneos ha llevado a que el desempleo sea aún mayor. La oferta de fuerza de trabajo es inmensamente grande. Se atempera durante un tiempo la pelea por puestos de trabajo cuando se produce una elevación de los precios del crudo, ahora del oro y demás metales y productos de la minería.

La oferta de fuerza de trabajo que conduce a la baja de salario, va acompañada por la inflación y luego por la hiperinflación. De allí que el salario se coloca muy por debajo de las condiciones mínimas de reproducción. Alcanzamos el pedestal. El trabajador venezolano es el peor pagado de América. De los salarios más bajos del mundo. Los médicos, docentes, profesionales todos, obreros especializados, todas las manifestaciones del trabajo, son de las peor remuneradas del planeta.

Reiteramos que, luego de la inflación, pasado un tiempo, viene una relativa compensación para lograr que haya cierta recuperación de la demanda para no afectar a los dueños de los medios. Es recurrente a partir de allí que se propague la idea de que los “aumentos” salariales conducen a la inflación. En realidad, la inflación conduce a que se produzcan las compensaciones salariales.

Ahora bien, luego de la dolarización más abierta de la economía, desmontado en muy buena medida el control de cambio, los precios se van aproximando al valor de los bienes y servicios. Al haber una referencia monetaria que expresa el valor de cambio de las mercancías, se produce una tendencia a mejorar lo destinado a capital variable, al salario de los trabajadores. Recordemos que los componentes del valor van a determinar el precio de la mercancía. Así, la dolarización, que ha llevado a un sustancial incremento de precios hasta llegar al límite del proceso de destrucción de capitales que reconfiguran el valor de cambio de todas las mercancías, lleva a que se produzca una tendencia al incremento del salario mucho más allá del salario mínimo decretado. Al menos en las grandes empresas, en empresas tendientes a estabilizarse dado el pequeño dinamismo de la economía, brindan mejoras salariales que incluye el pago en algunas especies y bonos compensatorios. Claro, la crisis llevó a que muchos trabajadores siquiera contaran con dinero para el transporte, apenas se alimentan, sin posibilidad de comprar ropa. Entre otras calamidades. Un caso emblemático es el de los obreros de la construcción cuya delgadez hace que el rendimiento se reduzca de manera significativa. La esclavitud capitalista comienza a parecerse a aquella de la antigüedad o la de las plantaciones estadounidenses. El esclavista se veía obligado a brindar mejores condiciones al esclavo para que rindiese más. Es así como hay muchas empresas grandes, medianas, e incluso pequeñas, en las cuales la referencia ya no es el salario mínimo.

De allí se crea una demanda adicional que permite elevar la oferta de bienes y servicios. A su vez eso puede conducir a que el presupuesto de ingresos tienda a ser cubierto en mayor medida por impuesto sobre la renta. Luego, menos creación de dinero inorgánico. Lo que repercute en la desaceleración de la hiperinflación.

Pero, los empleados públicos, los trabajadores improductivos, aquellos que garantizan las condiciones para la reproducción capitalista, pero no valorizan al capital, sufren lo peor de la circunstancia actual. Allí sí sigue imperando el salario mínimo decretado por el régimen. A su vez, se siguen cercenando derechos elementales de los trabajadores.

¿Recuperación?

Resulta paradójico el momento, la cosa se pone más ruda en términos de la perspectiva política. Hay signos de un pequeño rebote, como indicamos en la entrega anterior. Puede desarrollarse hasta crear la sensación y percepción de que hay una recuperación en toda regla. Lo que será apuntado por el aparato de propaganda del régimen. Y es que, más por el desarrollo natural de la economía capitalista venezolana que por la política económica, se ha configurado un cuadro en el cual hay un incremento de la demanda mientras se frena la hiperinflación. Ciertamente se ha reducido la oferta monetaria tanto por el incremento del encaje como por la reducción de la reproducción de dinero inorgánico. Pero el proceso de concentración de capitales aun frenado, tiende a recuperarse. Son muchos los bienes que están sustituyendo la reducción de productos importados que requieren de poca tecnología y mucho de trabajo humano.

Las presiones del imperialismo estadounidense y, en menor medida, del bloque de la Unión Europea, liderado por el imperialismo alemán, hacen mella en la economía ciertamente. Agudizan algunos problemas. Pero allí están chinos y rusos, junto a fuerzas menores, pero no desdeñables como indios, turcos e iraníes para echarle una mano a la dictadura y atemperar los efectos de aquélla ofensiva. No contamos con estadísticas confiables como parte de la política de destrucción llevada a cabo. Pero algo debe haber entrado sl Gobierno por minería.

En definitiva, alertamos una vez más. Este asunto es de vital importancia para la oposición. De no atenderse correctamente las cosas se pondrán peores en el terreno de la política. El Gobierno puede afianzarse y, junto con la más criminal represión, puede engatusar a algún sector de la población, mientras estamos divididos y sin rumbo claro. La idea programática, aquella que debe esperanzar al pueblo mediante una salida popular, se hace imprescindible.

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