Trump: una nueva etapa del imperialismo

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El triunfo de Donald Trump sorprendió a muchos. Brexit no fue tan inesperado. Sin embargo, ambos eventos forman parte de la misma tendencia. Cada país imperialista parece obligado a verse el ombligo ante el comercio libre y la pérdida de su propio patio frente a productos más competitivos. EEUU lo hace debido al avance de Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), sobre todo de China, y la consiguiente pérdida de buena parte de su mercado interno. Inglaterra —ante la pérdida del suyo propio frente al resto de países más competitivos de la Unión Europea en diversos rubros— se vio forzada a abandonar esta comunidad de naciones, referendo mediante.

Trump no es un fenómeno electoral gracias a sus intemperancias, racismo y xenofobia. Esas posturas ciertamente ayudaron en la puesta en escena, sobre todo porque alimentaron ese sentido político de una buena parte del ciudadano blanco, conservador y protestante (wasp). Pero lo fundamental debemos ubicarlo en las ideas económicas que propaga en su oferta electoral. En la idea de rescatar la economía para brindarle nuevas perspectivas a la alicaída hegemonía estadounidense. Lo que explica que hasta los negros e hispanos votaran por él con la esperanza de ver renacer the American Dream, conseguir un empleo mejor remunerado y estabilidad laboral.

Así, la tesis según la cual la globalización llegó para quedarse parece desdecirse por Brexit y ahora por la victoria de Trump. El término “globalización” es apenas una ideología que buscó y busca legitimar el proceso de internacionalización de capitales a favor del imperialismo, mientras se impone una creciente flexibilización del mercado. Sentencia que buscó ser legitimada como verdad absoluta mediante una ideología axiomática o dogmática, a partir de la cual se adelantan otras ideas absurdas como aquella de la “flexibilización de las fronteras”. Liberar los mercados en favor de los capitales más competitivos, mientras los países más desarrollados tratan de protegerse de la importación competitiva, resume la idea central. De allí lo controversial de la política globalizadora.

Muchos incautos creyeron en la idea de que se trataba de una nueva etapa de desarrollo de la economía, que suponía asumirla inexorablemente con sus desventajas y ventajas, y la convirtieron en dogma incontrovertible. Esta tesis no solo sirvió para explicar la cuestión económica sino también el sentido político de las relaciones internacionales; a ese espejismo lleva la piel burguesa del economista apologeta. No faltó pues la manida idea de morigerar los Estados nacionales, con sus repercusiones en la cuestión internacional. Muy a pesar de lo cual las tensiones interimperialistas y las guerras parciales hacían su aparición de manera cruda como se expresa en las invasiones a Irak, Libia, entre otras.

Según los apologetas imperialistas, la globalización cultural, como resultado del comercio mundial, conduciría a que el sentido nacional y las cuestiones inherentes al arraigo cultural darían paso a la estética globalizada. Muy a pesar de lo cual en sus narices estallan las pasiones religiosas y de patrones ancestrales.

Asimismo, los ideólogos imperialistas ofrecen respaldo a autores como Toni Negri y la acuñación de una nueva categoría: imperio. La sustitución del término imperialismo —de enorme importancia para el leninismo— por esa palabra, no era poca cosa. Buena parte del revisionismo, incluido el más abyecto: el chavista, le da uso al término para justificar su entrega a otros imperialismos, como el chino y el ruso, bajo el argumento de que enfrentar al imperio supone luchar por un mundo multipolar, como si con ello se pueden frenar las contradicciones interimperialistas y, más que eso, pretender evitar la tendencia guerrerista.

Trump y Brexit parecen encaminados a convertirse en aguafiestas de las ideas dominantes en estos tiempos.Tendrán que meter mano en la chistera de las ideas apologéticas para crear nuevos axiomas o recrear algunos ya manidos que sustituyan los que permitieron, parejos con el posmodernismo, apuntalar una política que profundizó el desarrollo desigual y la tendencia a la nivelación, mientras los trabajadores del mundo creaban una riqueza inconmensurable sobre la base de la explotación y sobrexplotación de su fuerza de trabajo. Asimismo, se configura en este contexto una división internacional del trabajo que, entre otras cosas, llevó a Venezuela a una especialización que la hizo aún más dependiente del petróleo para obtener las divisas que permitieran la importación de bienes para satisfacer la demanda interna. Luego sobrevino la catástrofe previsible.

De abrirse una nueva etapa del desarrollo del capitalismo mundial en medio de la crisis general, como lo indican estos eventos, aparecerán nuevas determinaciones en el escenario mundial que deberán ser analizadas con la profundidad del caso.

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