En vez de concentrarse la producción se lleva a la quiebra miles de empresas. Se destruye el campo y se desertifica la planta industrial. El proceso destructivo lleva a la crisis eléctrica. Las empresas básicas son llevadas casi a la ruina.
De no atenderse la demanda nacional partiendo de nuestras propias fuerzas y capacidades, de no atenderse las demandas del pueblo, es fácil vaticinar una cadena de hechos que abonarán una rápida inestabilidad política y social, colocando a la sociedad en la disyuntiva entre la barbarie y una salida radical.
El freno al desarrollo de las fuerzas productivas ha sido de tal magnitud que, expresado en la destrucción de capitales, supone la mitad del pib. De los 400 mil millones de dólares de 2013, se ha esfumado alrededor de 50% para finales de 2018.
El Gobierno busca salir al paso de una circunstancia que parece no haber previsto, confiando en que la estrategia minera les daría suficientes recursos como para mantener la política importadora
La base material que debemos plantearnos no puede ser otra que construir una nueva Venezuela desarrollada, lo que pasa por alcanzar la revolución industrial.