Durante la mayor parte de la historia de la humanidad, la única forma en que los científicos tenían en sus manos un asteroide, era esperar a que pequeños trozos de uno cayeran a través de la atmósfera de la Tierra y se estrellaran contra el suelo.
Cada vez que encontramos estos objetos extraños en nuestro sistema solar, representa otra pieza del rompecabezas que tenemos que encajar con nuestra idea de cómo se formaron los planetas