Son tres las figuras que copan la escena. El protagonismo de la dictadura, con todo y la presencia e influencia de Diosdado, lo asume Maduro de manera cada vez más clara. No así sucede en el caso de la oposición. A Guaidó le salió competencia. A mala hora, por cierto. Capriles busca liderar la oposición y enfrenta la política de Guaidó. Se conviene con Maduro. Así, sin más.
Circunstancia que ayuda al gobierno en los preparativos de su farsa electoral. El asunto se torna difícil para la oposición. La salida de Capriles y de quienes lo acompañan se suma a la de quienes se prestaron desde un principio al tinglado. Gana nuevos adeptos la trampa. A quienes montaron la “Asamblea Nacional” orientada por el chavismo, para desdecir la legítima Asamblea Nacional encabezada por Guaidó, se les suman nuevos sectores encabezados por Capriles.
La farsa se ha ido montando cercenado y rebanando factores y personalidades opositoras. Sectores de la oposición descompuestos, se han prestado para eso, bajo diversos intereses donde no falta lo crematístico. Otros, con convicción, pero confundidos o guiados por el síndrome del personalismo, ahora, han hecho lo propio.
Así, a la falta de coherencia de la que ha adolecido la oposición se le suma esta trastada en momentos en los cuales se edifica un escenario unitario que bien puede definir una estrategia unitaria capaz de derrocar la dictadura.
Son variados los intereses que se ponen de manifiesto. De una parte, el asunto pecuniario ha estado presente de manera clara. Se habló de hasta un millón de euros per cápita por diputado, a la hora de saltar la talanquera y hacer denuncias en el momento oportuno y así montar a Brito en el triste papel que juega bajo órdenes chavistas. Pero, en esta oportunidad, sin evidencia de dineros mediante, juegan cosas propias de la miopía política, unidas a la fractura de la estrategia que internacionalmente se entronizó un año antes. La verdad es un asunto un tanto complejo.
Así, la política definida por la inmensa mayoría de factores políticos se ve golpeada por quienes ven una posibilidad de quién sabe qué, metiéndose en el fraude electoral. Suponemos que buscan algún objetivo, distinto a ayudar al gobierno y su tramoya. También debe haber algún sustento político más allá de los lugares comunes que han esgrimido.
La dictadura, por su parte, hace uso de una de sus monedas de cambio. Un buen número de prisioneros políticos salen de las cárceles. Lo presenta Capriles como uno de sus logros inmediatos.
Tres figuras, tres bloques, tres políticas
Las palabras dadas por Capriles cuando anuncia la decisión, vino acompañada de una afirmación que evidencia la cosa. “tengan claro: con chinos, con rusos, con europeos, hablaremos con todo el que sea necesario para sacar a los venezolanos de esta crisis”.
A momentos es difícil ubicar las evidencias acerca del ascendiente de las potencias imperialistas en las decisiones y orientaciones políticas nativas. De allí que son muchas las veces en las cuales las cosas les estallan en la cara a quienes no analizan el asunto de manera concreta. Hay circunstancias en las cuales, sin que se cuente con evidencias claras, hay que abstraer las determinaciones objetivas y subjetivas. Y es que las manifestaciones políticas, producto de cuestiones objetivas, son muy claras y se convierten en la prueba. En nuestro caso, una de las muestras la brinda el propio Capriles, cuando señala que hablaría con tal y cual. Es evidencia también la información que brinda el canciller de Turquía, respecto de los acuerdos de Capriles con Maduro. Del lado del gobierno, es evidencia el espaldarazo que acaba de recibir de los chinos, en conferencia telemática de los cancilleres de China y Venezuela el 4 de setiembre pasado. O el que recibe de Rusia en materia militar y de salud.
En maniobras como la montada, los rusos tienen una gran experiencia. En Siria se realizaron, bajo sus auspicios, en 2014, unas elecciones en las cuales arrolló Bashar Al Assad con cerca de un 80% de los votos, en medio de la guerra civil. Fueron avaladas por los gobiernos de Rusia, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Irán, entre otros, que hoy día apoyan a Maduro. Lo de Bielorrusia también guarda coincidencias con el proceso venezolano. Por su parte, en Libia la cosa ha cambiado un tanto. La disputa es entre nuevos contendores. Totalmente distintos. Turcos y rusos andan en frentes contrarios. De un lado turcos y, del otro, rusos, chinos y Emiratos Árabes Unidos. Pero se entienden en el reparto. Estados Unidos y Europa, por su parte, juegan un papel subalterno, por lo pronto, luego de haber destruido ese país.
Y es que una de las cuestiones objetivas de los tiempos que transcurren es la pugna entre los bloques imperialistas por la hegemonía mundial. En torno de Venezuela, la cosa se agudiza ya que, además de formar parte de las áreas que llevan un tiempo en disputa, cuenta con tantas riquezas que despierta mayores apetencias. A su vez, la consolidación de la dependencia del país con el bloque liderado por China y Rusia, es lo que más estimula a sus rivales a incidir en la política.
Así, tres bloques de poder mundial en lucha por la hegemonía planetaria parecen tener tres figuras políticas en la escena venezolana. Podemos confirmar que, en cualquier caso, hay tres políticas. Los europeos siguen apoyando a Guaidó, pero han dado claras muestras de vacilación que ayudan al chavismo. Si bien, no necesariamente montan la trastada de Capriles, tienen su anuencia. Eso lo deja entrever Capriles. Más que Capriles, lo deja ver el canciller turco, hablando en nombre de la Unión Europea.
Los comunistas españoles, en 1936, buscaban la ayuda de Estados Unidos, Inglaterra y Francia. La respuesta fue la creación de un comité de no intervención. Ya sabemos la historia. Los fascistas toman España, que sirvió de preámbulo para la segunda gran guerra. Sacrificaron el proceso legítimo de la República y al pueblo español, rompiendo lo que lucía natural ante el avance fascista del Eje.
Aprovechar las contradicciones interimperialistas sin perder la autonomía es mucho pedir. Pero, al menos, podemos empujar en la dirección de asumir una estrategia unitaria para el derrocamiento de la dictadura. Fracturarla con jugadas que rompen la unidad, dadas las diferencias entre los bloques imperialista enfrentados a Maduro, es una tontería y un crimen.
Esta circunstancia para nada ayuda a la oposición en su lucha por elecciones libres, la defensa de las libertades democráticas, la libertad de todos los presos políticos civiles y militares y el regreso de los exiliados.
En torno del objetivo estratégico no debe haber vacilación. Sin la salida de la dictadura no habrá elecciones libres. No existen posibilidades de que Venezuela pueda salir de la crisis económica con las mafias dirigiendo el país. Maduro afianza la política concertada con China y Rusia del extractivismo. Una política económica que, mientras garantiza honrar la deuda pública, sobre todo con China, empobrece al pueblo.
Con todo y granujada mediante, la farsa chavista cuenta con dos determinaciones que pueden hacerle frente de manera firme. La primera, la fundamental, el gran descontento en la mayoría de venezolanos que, en medio de la pandemia, sufren como nunca penurias que son el resultado de las políticas del chavismo contra el pueblo. De otro lado, lo que puede convertirse en el factor principal de un desenlace: la unidad opositora. Tenemos la oportunidad, a pesar de los inconsecuentes, de abrir caminos unitarios para realizar políticas hasta derrocar la dictadura. Son muchos los combates que podemos adelantar. Son muchos los derechos por los cuales luchar. Unir todas las luchas en una sola. Articularlas en la perspectiva de alcanzar el objetivo final de salir de la dictadura es la política correcta. No es fácil, pero no queda de otra. Así, a las mafias no le servirán de mucho los cooperantes.