Nubes de fuego que avivan el cambio climático

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El futuro climático de la Tierra es incierto. Las simulaciones climáticas, que recrean las interacciones físicas entre la tierra, el mar y el cielo, utilizan leyes y ecuaciones bien conocidas que nos permiten mirar hacia el pasado, reconstruyendo antiguas épocas de hielo o mundos de invernadero, con la ayuda de los datos obtenidos de rocas y núcleos de hielo. Los científicos del clima también usan estas simulaciones para “imaginar” una gama de diferentes futuros posibles, particularmente en respuesta a las emisiones de gases de efecto invernadero que alteran el clima. Estos escenarios tienen como objetivo predecir lo que vendrá como resultado de los diferentes niveles de emisiones en las próximas décadas. Una buena noticia es que las simulaciones están mejorando para recrear incluso los aspectos más sutiles del cambio climático, como la física compleja de las nubes, el impacto de los aerosoles y la capacidad del océano para absorber el calor de la atmósfera. Eso significa responder a preguntas como: ¿Qué tan caliente se pondrá el planeta? o ¿Cuánto se elevarán los océanos?

Los escenarios climáticos han sido preocupantes. Bajo el escenario del crecimiento actual, en donde la humanidad no ha tomado medidas drásticas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, para el año 2100 se proyecta que el planeta se calentará entre 2,6 y 4,8 grados Celsius (°C), en relación con la temperatura promedio de la Tierra desde 1986 hasta 2005. Según el informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, publicado hace 5 años, se creía que el nivel medio global del mar aumentaría hasta un metro en ese mismo escenario. Pero la última generación de modelos climáticos sugiere que el clima de la Tierra puede ser aún más sensible de lo que se pensaba, sobre los cambios en los elevados niveles de dióxido de carbono atmosférico. Y eso, a su vez, está aumentando las proyecciones sobre cuánto podría calentarse el planeta.

En septiembre de 2019, científicos del Centro Nacional Francés de Investigación Científica hicieron públicas sus simulaciones. En base a sus proyecciones informaron que el calentamiento global promedio para 2100 podría subir de 6 a 7 °C en relación con los tiempos preindustriales. La discusión surgió nuevamente el 21 de noviembre en una reunión de la junta de ciencias atmosféricas y climáticas de la Academia Nacional de Ciencias de los EE.UU., donde se trató el efecto de las nubes sobre el calentamiento. En particular indicaron que la altura de las nubes en la atmósfera era un factor importante: las nubes de menor altitud pueden reflejar la luz solar hacia el espacio, mientras que las nubes a mayor altitud atrapan el calor. Los científicos han visto cómo las altísimas nubes que se levantan de los intensos incendios forestales lanzan humo a la atmósfera, donde puede permanecer durante meses y afectar la capa protectora de ozono. Un aire más frío cerca de la superficie de la Tierra normalmente evita que el humo suba demasiado.

A medida que se produjeron docenas de incendios en el oeste de Canadá y California en el verano de 2017, crearon sus propias nubes de tormenta gigantes llamadas nubes pirocumulonimbus. Informaron los investigadores en la revista Science del 9 de agosto, que en dos meses estas nubes habían arrojado suficiente humo como para pasar de 12 a 23 kilómetros hacia la estratosfera. La radiación solar que calentó el hollín en el humo, lo ayudó a alcanzar esas alturas. Utilizando satélites, globos meteorológicos y sensores remotos terrestres, el equipo rastreó el humo sobre el hemisferio norte, midiendo los niveles de compuestos orgánicos y hollín. El humo persistió en la estratosfera durante aproximadamente ocho meses, dijo el científico del clima Pengfei Yu.

El humo puede dañar la capa de ozono, que protege a la Tierra de la dañina radiación ultravioleta, de dos maneras diferentes: una más inmediata a medida que el humo pobre en ozono se eleva hacia la estratosfera, expulsando el aire rico en ozono, causando su pérdida temporal en esa área. Usando instrumentos sensibles a bordo del satélite CALIPSO, el equipo de Yu midió las pérdidas de ozono hasta en un 50% en áreas de Canadá durante los incendios de 2017. Y la otra, causada por las reacciones químicas con el vapor de agua transportado a la estratosfera por el humo de los incendios forestales. Cuando el vapor de agua se descompone, libera moléculas reactivas llamadas radicales que destruyen el ozono.

Más recientemente, los incendios forestales que vienen ocurriendo en Australia desde septiembre, especialmente en Nueva Gales del Sur y Victoria han destruido más de 1.300 hogares, quemaron alrededor de 6,3 mil kilómetros cuadrados (11 veces Maracaibo), ocasionaron la muerte de miles de animales y al menos 27 personas. Esos incendios forestales están siendo alimentados por una combinación de temperaturas récord, sequías y la participación humana. Durante años, los bomberos de Australia han vigilado a un culpable que podría estar detrás de períodos particularmente calurosos y secos en el este de Australia y que puede verse afectado por el calentamiento global: un patrón similar a El Niño que comienza en el Océano Índico. Aunque es difícil identificar directamente las huellas del cambio climático en las llamas.

Los incendios forestales bombean grandes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, calentando el planeta a corto plazo. Pero, ¿están los incendios forestales ayudando a acelerar el cambio climático o simplemente son una consecuencia mortal de un clima más extremo? La actual temporada de incendios en Australia ha liberado más de 350 millones de toneladas métricas de CO2 hasta el momento, se espera que los incendios continúen ardiendo en los próximos dos meses. Los incendios australianos también arrojan nubes de hollín a la atmósfera, lo que agrava el problema. Estas partículas estarán flotando en las capas superiores de la atmósfera, ejerciendo un efecto de calentamiento aún mayor y permanecerán durante meses.

Mientras tanto, debemos tomar medidas más enérgicas como parte del compromiso mundial de limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima del promedio para reducir los peores impactos del cambio climático. Para tener la mejor oportunidad de éxito, debemos aprovechar toda la evidencia y el conocimiento disponibles, además de emprender más investigación en el área. ¡El mundo necesita prepararse para el cambio!

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