Confianza en la ciencia

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En el período previo a las elecciones presidenciales de 2020 en EEUU, varias revistas científicas prestigiosas dieron un paso muy inusual al respaldar a Joe Biden o criticar a Donald Trump en sus páginas. En septiembre, el editor en jefe de la revista Science escribió un artículo mordaz titulado “Trump mintió sobre la ciencia”, al que siguieron otras fuertes críticas tanto del New England Journal of Medicine como de la revista de investigación sobre el cáncer Lancet Oncology. Pronto siguieron otras publicaciones importantes, incluidas Nature y Scientific American, con el respaldo manifiesto hacia Biden. Las declaraciones se centraron en el impacto que cada candidato mostró, en cuanto a la toma de decisiones basadas en la ciencia.

Un grupo de investigadores realizó una encuesta en línea para evaluar si los respaldos políticos publicados en estas revistas podrían influir en la imagen colectiva que tenemos de la ciencia. Se les pedía al grupo de encuestados, 2.975 personas, que leyeran un artículo de noticias sobre una revista científica. Y a un segundo grupo de personas que leyeran el mismo artículo pero con detalles adicionales sobre la posición política que tomó la revista y las citas de sus declaraciones sobre Biden y Trump. Luego les preguntaron a los encuestados sobre su confianza en los científicos, las revistas científicas y la ciencia como institución. Los resultados mostraron que la confianza en la ciencia disminuyó entre los encuestados que se enteraron de la declaración “partidista” de la publicación.

Respecto a la confianza en la ciencia hay nuevas investigaciones que muestran la permanencia de la confianza en la experiencia científica, pero esta disminuye tan pronto como se mezcla con la política. Si bien la investigación científica en sí misma no ha impulsado tal vinculación, algunas áreas de la investigación científica como el cambio climático, se han politizado mucho. Aún más preocupante, la confianza en la ciencia y la medicina ha disminuido desde el comienzo de la pandemia de la COVID-19, cuando los gobiernos han asumido posturas alejadas de la ciencia.

¿Los científicos pueden hacer política? Los científicos hemos sido entrenados para pensar críticamente, analizar grandes cantidades de datos y encontrar posibles soluciones a los problemas a los que nos enfrentamos. Podemos usar estas mismas habilidades para analizar posturas políticas, y debemos hacerlo, porque esto promueve una ciudadanía informada. En la historia existen varios ejemplos de científicos que hicieron precisamente esto. Albert Einstein fue un abierto activista contra la guerra, al igual que Andrei Sakharov, quien luchó contra la proliferación nuclear.

Cuando los gobiernos ignoran a los científicos, las consecuencias son fatales, de manera desproporcionada para las comunidades. Los venezolanos sufrimos de mala calidad del agua, escasez de gas o combustibles provocada por una falta de aplicación del conocimiento científico. Sin embargo, mientras nuestra nación lidia con la pandemia, el gobierno actual cree que la ciencia no debería interponerse en el camino de los negocios. En una democracia consolidada, la sociedad forma la política, la política controla la ciencia y la ciencia informa tanto a la sociedad como a la política.

Es un hecho que los científicos no son ajenos al activismo, en la historia hay muchos precedentes. El Vaticano encarceló a Galileo y lo obligó a retractarse de sus afirmaciones científicas de que la Tierra giraba alrededor del Sol, para evitar ser quemado en la hoguera. Bajo Stalin, el gobierno soviético apoyó la ciencia de Lysenko, un pseudocientífico que rechazó los fundamentos básicos de la biología, porque sus teorías apoyaban los principios del marxismo. Esto dio lugar al lysenkoísmo, término utilizado para referirse a la manipulación del proceso científico para lograr objetivos ideológicos.

En el caso venezolano se pueden mencionar varias confrontaciones políticas entre prestigiosos científicos y los regímenes de la época: El ingeniero Alberto Smith, en 1912, quien no pudo desarrollar su proyecto de investigación en el área de radiología teórica y experimental por conflictos con el régimen de Juan Vicente Gómez o la absurda controversia política que hizo que el Dr. Humberto Fernández Moran fuera perseguido por Rómulo Betancourt.

El aula puede ser un punto de partida para alentar a los estudiantes y científicos a vincularse más con su entorno social y político. Así como discutimos conjuntos de problemas en las horas de clases, también deberíamos debatir sobre los avances científicos y de qué manera afectan a la sociedad, como los posibles beneficios y peligros del software de reconocimiento facial no regulado o el uso de la tecnología de edición de genes CRISPR con fines terapéuticos, que pueden afectar a las futuras generaciones. Asimismo, las clases de ciencias deben resaltar los eventos actuales en la política que influyen en la producción y el uso de datos científicos.

Es inherente al ser humano que cada individuo establezca su escala de valores, ideas, preferencias políticas e incluso religiosas, pero los investigadores debemos apegarnos al método científico para generar resultados que sean reales y certeros. La ciencia debe mantenerse como una institución confiable, más allá del debate político.

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