Trump, se inscribió dentro de la corriente dominante de rescatar la preeminencia en la producción para pugnar por la hegemonía planetaria. No se apoyó en la actual estructura económica, cada vez más maleable, sino en la tendencia natural de los estados nacionales imperialistas. La globalización nunca les restó esta condición. Por el contrario, mientras articulaban capitales, buscaban afianzar su jerarquía. Con base en la industria bélica pretendieron afianzarse. Pero no les resultó.
El advenimiento de las llamadas Redes Sociales lleva este dominio a una escala jamás vista e implica, como han afirmado muchos, un cambio de época que no ha tenido un desenlace, un punto de inflexión. Ya no se trata del dominio sobre la opinión pública y la influencia general de la sociedad, sino el dominio directo sobre el pensamiento de cada individuo en la sociedad.
Los nacionalismos fascistas renacen como en la reproducción de células cancerígenas. Mientras, el progresismo revolucionario nace de sus cenizas como el ave Fénix. Dos metáforas. Dos connotaciones.