Todos los que vivimos en Venezuela habremos notado el crecimiento progresivo de la corrupción burocrática que se infiltra en todas las formas de organización social: nadie la quiere, todos la odian, pero sigue expandiéndose. Tal crecimiento implacable indica que la burocracia es parasitaria y su crecimiento incontrolable, en otras palabras, es como un “cáncer” que elude el sistema inmune del huésped.
La evidencia de corrupción burocrática existe en todas las sociedades, en todas las etapas del desarrollo económico y bajo diferentes regímenes políticos y económicos. A través de modelos matemáticos Van Rijckeghem y Weder han indicado que los países sumidos en la pobreza están “inundados” por la corrupción (nosotros somos un ejemplo notorio), mientras que los países ricos son menos susceptibles. Sin embargo, la forma en que la corrupción y el crecimiento varían con el tipo de régimen político no es clara.
¿Existe relación entre la corrupción y el crecimiento, o es el resultado de terceras causas, como la intervención del gobierno en la economía? El punto de partida debería ser que cualquier intervención gubernamental en la economía asigna algunas responsabilidades y recursos a la estructura burocrática, cualquiera que sea su razón de ser y con independencia de los beneficios sociales que pueda conferir. Como actividad ilegal, podría modificarse a través de la aplicación de la ley, pero su aplicación tiende a ser costosa e ineficaz contra crímenes «sin víctimas». Además, como miembros del establishment político, los burócratas han incursionado en el aparato de aplicación de la ley e incluso pueden formar parte de él.
La conducta corrupta por sí sola no tiene que imponer un costo social, ya que implica transferencias de los pagadores de sobornos a los burócratas. Sin embargo, dado que el poder burocrático tiene la promesa de rentas económicas a través de la corrupción, los individuos tienen un incentivo para competir por el privilegio de convertirse en burócratas. En la literatura existente se ha referido a tal actividad como “búsqueda de la renta”. Dicha “renta” consume recursos económicos que de otro modo podrían utilizarse para la producción o la inversión en capital humano. ¡Esta es la fuente de la pérdida social derivada de la corrupción!
Es así que la corrupción tiene un severo impacto negativo en prácticamente todo lo relacionado con la calidad de vida de las personas, tales como la aplicación de la ley (o justicia), la atención a la salud, la educación, la ciencia y tecnología, entre otros. Los ejemplos incluyen que los ciudadanos pueden tener que pagar sobornos para tener acceso a la atención de la salud, para obtener calificaciones aprobatorias o que necesitan pertenecer a una familia en particular con el fin de conseguir un trabajo como funcionario.
Habíamos mencionado en el pasado que la excesiva burocracia que protege las anticuadas estructuras de poder priva a la ciencia y a la educación de gran parte de su vitalidad potencial. Los burócratas no sólo han tomado gran parte del mundo de la ciencia, sino que incluso las partes de la burocracia diseñadas para cazar la corrupción están incapacitadas por lo peor de la burocracia, además los controles sobre la corrupción están dañados.
La lucha contra la corrupción en Venezuela nunca ha sido sistemática. La práctica de la llamada lucha contra la corrupción, cuya necesidad fue repetidamente subrayada por los funcionarios públicos y en el marco de la cual pasaron varios actos normativos, sólo condujo a la propagación de la corrupción en el país. Para ello, es necesario adoptar un enfoque sistemático en el que las autoridades deben desarrollar y ampliar permanentemente la transparencia y el control social de su actividad, especialmente en el ámbito de la formación y el gasto presupuestario. La corrupción no puede superarse sin reformar y adaptar el sistema administrativo burocrático a la solución de los problemas reales del país mediante la introducción de instituciones democráticas e independientes.