El «comunismo» del chavismo

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A pesar de que nos resulta un tanto manido, debemos insistir en un asunto a todas luces intencionado. Es alimento de un irracionalismo que en nada ayuda al pueblo venezolano. Es un aliado de la farsa chavista. Nutre sus reservas estratégicas. Aprovecha cualquier viento favorable a las fuerzas del cambio, para resurgir llamando «comunista» al debilitado régimen. Así, le brinda nuevos aires.

Son variados quienes osan insistir en esta adjetivación. Quienes no pueden dejar de aprovechar cualquier mecanismo o forma para enfrentar el comunismo por sus razones ideológicas, provenientes de la tradición conservadora. Misma de la que se nutren todas las formas fascistas e irracionalistas del pasado siglo y lo que va del presente.

Por su parte, el revisionismo siempre ha contado con la facultad de poder usar reservas revolucionarias y por el cambio, a su favor. Se aprovecha de esa solidaridad automática cuando se percibe una agresión imperialista. Es fácil asumirla cuando existe una tradición, sobre todo en América Latina, históricamente enfrentada a los estadounidenses, con todo y los factores políticos a su favor. Son muchas las experiencias que los colocan como agresores o propiciadores de golpes de Estado como de Pinochet contra Allende, de Castillo contra Jacobo Árbenz, entre muchos otros. Asimismo, son muchos los factores democráticos y progresistas que han condenado y afianzado ese rechazo que se hace efervescente en cada circunstancia.

Así que, aunque son muchas las evidencias sobre la naturaleza del régimen chavista, logran concitar la atención de importantes factores del progresismo latinoamericano y mundial. Dada su naturaleza revisionista. Esto es, «socialista» apenas de palabra. Esta categoría es poco conocida en estos tiempos y reducido su manejo a quienes se mueven en la corriente real del comunismo. Una vez más hemos de señalar que la confianza está sujeta a las determinaciones de cada situación concreta. El prejuicio de que no nos comprenderán no debe obstar para hacer el ejercicio de mostrarla. Difundir una categoría como parte de las herramientas que permiten comprender el problema que nos ocupa, es fundamental. Propagar la categoría en cuestión es importante, además, ya que desnuda a quienes buscan hacer anticomunismo de un régimen que ninguna relación guarda con el proyecto marxista.

El chavismo se disfraza de socialista desde un comienzo, pero sobre todo a partir de 2002. Se asumieron como proyecto del socialismo del siglo XXI, aunque fueron fieles a las demandas de la oligarquía financiera, siendo vanguardia en varios aspectos como la introducción en la Carta Magna del principio de igualdad de los capitales. Así, el artículo 301 es claro, aunque le dan un giro que parece estar en defensa del capital nacional. Reza: “El Estado se reserva el uso de la política comercial para defender las actividades económicas de las empresas nacionales públicas y privadas. No se podrá otorgar a empresas y organismos o personas extranjeros regímenes más beneficiosos que los establecidos para los nacionales. La inversión extranjera está sujeta a las mismas condiciones que la inversión nacional”. Se igualan los capitales extranjeros más competitivos a los nacionales. ¡Vaya socialismo¡

Los artículos 311 y 312 son claros en la aplicación de un principio que reduce la política económica al endeudamiento público, a la hora de alcanzar el equilibrio presupuestario.

Desde el principio, en el año 1999, el régimen chavista aprueba el convenio para evitar la doble tributación entre Venezuela y Estados Unidos de Norteamérica. En realidad, la eliminación del principio de territorialidad para el tributo. Esto es, hasta entonces en Venezuela reinaba el principio del pago del tributo con base en la creación de riqueza en nuestro territorio. Desde la implantación de estos convenios, se elimina y comienza a imperar el principio de que el tributo se realiza en el país de donde son originarios los capitales invertidos. Según Luis Britto García, para nada opositor y experto en materia tributaria, para ese entonces Venezuela pierde más de 17 mil millones de dólares anuales.

Sumemos la Ley de promoción y protección de inversiones extranjeras. Sus modificaciones subsecuentes afianzan su carácter antinacional. Incluye dicha Ley aspectos fundamentales del liberalismo extremo que demandan hoy los ideólogos de la economía a favor de la oligarquía financiera.

La incorporación de Venezuela a Mercosur representó un duro golpe a la producción nativa. Que lo digan los productores de carne, cerdos, pollos, todos los productores agrícolas, la manera cómo perdieron posibilidades de competir con productos provenientes de este bloque, sobre todo de Brasil.

Pero el más duro golpe lo reciben los propietarios de medios con la incorporación de Venezuela al mercado interno chino. En la práctica nos convertimos en parte de su mercado interno. Extraen petróleo y otras materias primas y nos venden baratijas más competitivas que las producidas por yankis, europeos y japoneses, pero a precios elevados. Obtienen los chinos superganancias toda vez que, colocando los precios de sus bienes por encima de su valor, aunque son más baratas que los de la competencia, paga Venezuela con lo que prestan los chinos y con petróleo. En adelante, también con oro, coltan y otras materias primas.

Se benefician ciertamente los importadores. Desde el sur y Asia se trae un sinfín de toneladas de bienes diversos. El negocio de los dólares se agranda. Dos mercados. El de bienes y el de los dólares protegidos. Los negociantes del Gobierno y sus aliados en el comercio hacen jugosas fortunas mientras quiebran la producción nativa. ¿Qué mayor aporte a la división internacional del trabajo imperialista? ¿cómo alguien puede calificar semejante desatino de socialismo?

Sumemos que los controles y expropiaciones realizadas por el régimen, para nada tienen que ver con controles comunistas sino con el objetivo de quebrar la producción nacional y garantizar la realización de los bienes importados.

Nada de esto es socialismo. Mucho menos comunismo. Imperan en tales afirmaciones desconocimiento o intención clara de golpear al chavismo. El chavismo retoza con tales acusaciones, dada la eficacia política frente a los pobres que le brida tal engaño. El propio y la alimentación de sus enemigos anticomunistas.

Sobre las reservas estratégicas y la mascarada

Las reservas estratégicas internacionales sirven para un lado u otro. El chavismo algo sabe de eso. De una parte, muchos provienen de filas de organizaciones del campo revolucionario, marxistas unas, marxista-leninistas otras. Seguramente manejan la categoría. Aunque esto no es requisito. Nazis, fascistas de todo pelaje, demócratas, con comillas o sin ellas, siempre ven en el asunto internacional un nicho del que se debe sacar provecho. Esto es, no es un asunto solamente de comunistas y del manejo riguroso al respecto.

En cualquier caso, el chavismo ha hecho un financiamiento ostentoso en esa materia. En distintos países han financiado partidos, grupos, medios, periodistas, intelectuales, entre otros factores para hacerse de simpatías.

La idea de la intervención internacional en nuestro país es un asunto serio. No solamente se trata del sentido histórico y en relación con las consecuencias, sino del hecho de que, a la postre, habida cuenta de que el régimen no termina de caer, pudiesen salir favorecidos con aquello del antiimperialismo y el principio de autodeterminación. Quienes hoy propagan la intervención o por omisión no la enfrentan, contribuyen con esta tendencia favorable al chavismo. Victimizan la farsa. Mucha gente, que no defiende al chavismo se indigna ante la posibilidad de que se produzca una invasión a Venezuela. Quienes simpatizan con la comedia, ven una tragedia de agresión a la supuesta revolución.

Así, el chavismo ha logrado sacar provecho precisamente de sus reservas estratégicas. El revisionismo en el poder siempre ha sabido sacar utilidad en este sentido. Habida cuenta de que se presentan como «alternativas socialistas», enfrentadas al capitalismo explotador, los revisionistas estimulan una solidaridad al fetiche creado. Cuestión alimentada aún más por quienes levantan de manera altisonante lo del anticomunismo.

Además…

La circunstancia política venezolana, sin embargo, no nos debe llevar a desconocer cuestiones que, en rigor, están presentes en las determinaciones del momento, aunque no nos gusten. El imperialismo, así, en genérico, se rige con base en leyes y principios que guardan plena vigencia. Son los mismos que han estado presentes en cualquier circunstancia histórica. Las contradicciones interimperialistas obedecen a tendencias, intereses, ambiciones y aspiraciones similares. Eso es lo que los lleva a luchar palmo a palmo áreas de influencia, sus economías, fuentes de materia prima, bajos salarios, obreros disciplinados y provechosos, principalmente. Busca cada imperialismo hacerse de esas áreas o evitar que otro la asuma para sí. La raíz del asunto la encontramos en la competencia y ésta deriva en la búsqueda de la competitividad. Mientras más competitividad, mejores condiciones para hacerse de mercados. Mientras más mercados mejores condiciones para competir. Mientras más control de una economía y el control en la explotación de sus materias primas, más competitividad.

Ahora bien, cuando la caída de la cuota media de la ganancia se manifiesta de manera más aguda, la competencia se hace mayor. Recordemos que el freno de esa caída la encontramos en el desarrollo de tendencias (contratendencias en realidad) que se hacen políticas económicas y orientaciones políticas en consecuencia. Es de allí que el grado de agresividad de un imperialismo u otro es directamente proporcional a esa circunstancia. Es por ello que en las condiciones actuales el imperialismo más agresivo es el estadounidense. Rusos y chinos, no por ello dejan de serlo. Sin embargo, como son imperialismos en mejores condiciones para competir, sus políticas resultan más engañosas. Por ser más competitivos los chinos, pueden brindar tasas de interés en los préstamos que otorgan más atractivas. Mercaderías más baratas. Sus “ayudas” resultan más “beneficiosas”. Aun cuando son más depredadores del ambiente. Irrespetan como el que más las relaciones con los trabajadores.

Es por eso que, en nuestro caso, la cosa se hace más compleja, habida cuenta de que el imperialismo estadounidense es el más agresivo de estos tiempos. No se trata de un mero asunto político. Por el contrario, es una derivación de la economía estadounidense. Más de tres décadas de articulación de capitales con China, principalmente, hicieron su efecto. Mientras los asiáticos se desarrollaban, los estadounidenses se rezagaban. La competitividad asiática le fue minando sus áreas de influencia hasta convertirse en primera potencia mundial de manufactura y, por ende, primer demandante de materias primas.

Asimismo, tiempos en los cuales los principios deben ser analizados y enarbolados de manera precisa, rigurosa, pero sujetos a cada situación concreta. Esto es, se trata de principios fundamentales enarbolados precisamente por los demócratas en todas las circunstancias. Es el caso de la defensa de la soberanía nacional, la libre determinación de los pueblos y el respeto y no injerencia en los asuntos internos. En el caso venezolano guarda mucha importancia dada la demanda de mucha gente a la intervención estadounidense.

El triunfo del ayatola Jomeini en Irán, en contravía, llevó al asesinato de miles de comunistas iraníes y el casi exterminio de las organizaciones revolucionarias. Los iraníes, hoy aliados de rusos y chinos, son soporte importante del chavismo. El régimen teocrático de terror contra la ciudadanía, sin embargo, ha alcanzado importantes avances en algunas materias económicas. Lo que no desdice de su naturaleza.

La autodeterminación se ve violentada por la política imperialista. De eso no hay dudas, al menos desde nuestro punto de vista y de la experiencia histórica. La evidencia es harto suficiente. El imperialismo estadounidense se juega la posibilidad de rescatar una pieza importante de su patio trasero. Parece haber recuperado uno u otro naipe. Pero la pieza en disputa es muy codiciada por sus riquezas y dada su ubicación geográfica y el peso que tiene en la balanza a favor del bloque configurado por China. Ubiquemos que las riquezas en disputa atienden aspectos fundamentales en la lucha interimperialista. El oro, tal vez el más importante es básico en la guerra de divisas y en momentos en los cuales permite la fortaleza de una moneda u otra. En manos chinas, rusas e indias conducen a una fortaleza frente al debilitamiento del dólar que motiva mayor encrespamiento de la disputa.

De allí la coincidencia relativa en el objetivo de salir de Maduro. Eso es independiente de la voluntad política de nadie. Lo que no supone apoyo alguno a la perspectiva imperialista. Lo que no desdice de la política de que los asuntos venezolanos deben ser resueltos por los nacionales y no por factor externo alguno. Aunque el factor externo que tiene mayor peso en las decisiones del Gobierno chavista son los chinos y los rusos, principalmente.

Por eso se debe atender esa coincidencia como parte de las reservas estratégicas de la perspectiva opositora.

De darse la intervención, no podemos calcular los daños que eso traería para la nación y el pueblo. Además, la experiencia histórica es muy clara al respecto. En Irak todavía se sienten los efectos de la invasión estadounidense. Las víctimas de heridas con armas que usan uranio empobrecido, conduce a distintas anomalías que son heredadas de manera inexorable. Libia sufre un proceso de descomposición nacional a raíz del crimen de lesa humanidad que perpetraran los estadounidenses y sus aliados ingleses y franceses.

La verdad. Ese asunto que en política parece no tener mucha vigencia, debe ser atendido seriamente en aras de alcanzar una diáfana política nacional y popular. A la mentira chavista, al fariseísmo chavista, a su cinismo, no se le debe responder sino con la verdad. Independientemente de que, a momentos, esa verdad sea un tanto impolítica o que suponga un amargo trago de cara a la ofensiva opositora. Pero la verdad de la tragedia venezolana, claramente dibujada a escala mundial, no debe ser manchada por mentira alguna de la oposición. Eso es darle herramientas a quienes dirigen la mayor ofensiva contra un país y su pueblo.

La situación es muy compleja. Perogrullo que nos obliga a ser muy agudos en la formulación de políticas cuyo contenido, además de que debe nacer del cerebro de quienes buscan alcanzar la meta de la salida del régimen, debe calar hondamente en la conciencia y el corazón de las mayorías nacionales.

Urge una dirección política capaz de canalizar ese espíritu de luchas del pueblo venezolano. Que sea capaz de establecer una línea estratégica victoriosa que hoy demanda la definición de un golpe certero contra el régimen, hoy día representado en la huelga general. Que impida que el chavismo recupere la ofensiva. Que evite su recomposición. Recordemos que enfrentar al chavismo es confrontar un bloque de poder representado por China y Rusia. No es cualquier apoyo el que goza el régimen. Pero las fuerzas del pueblo, anidadas en el descontento y las ansias de cambio por un mundo mejor, son suficientes como para vislumbrar el triunfo. Pero hace falta la dirección política.