¡El Amazonas está ardiendo! Bocanadas de fuego consumen la selva tropical más grande y diversa del mundo, con millones de especies y árboles que producen el 6% del oxígeno y almacenan grandes cantidades de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero. El Amazonas podría estar llegando al borde de un ciclo, uno que podría terminar en un colapso catastrófico. Este colapso amenazaría a millones de especies, de cada rama del árbol de la vida, cada una de ellas con su esplendor característico e irrecuperable una vez que se hayan ido. Perder el Amazonas, más allá de representar una tragedia histórica sin medida, también haría imposible cumplir los ambiciosos objetivos climáticos del Acuerdo de París. Los países necesitan reunir todo su poder diplomático y científico para salvarlo.
Los incendios provocados han sido fomentados abiertamente por una administración brasileña que está decidida a desarrollar la selva tropical, ante las objeciones de los indígenas y del mundo. Ha habido más de 74.000 incendios en Brasil este año y de estos, casi 40.000 incendios en el Amazonas, según el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciais de Brasil. Esa es la tasa de quema más rápida desde que comenzó el registro, en 2013. El humo tóxico de los incendios es tan intenso que la oscuridad ahora cae horas antes de que se ponga el sol en São Paulo, la capital financiera de Brasil y la ciudad más grande del hemisferio occidental. Los incendios en el Amazonas, que ha estado ardiendo durante semanas, recibieron menos cobertura que el techo en llamas de Notre Dame, lo que parece ser un potente símbolo de la indiferencia de la humanidad a la tragedia ambiental, incluido el cambio climático.
Los números más aterradores para entender los incendios son los siguientes: hay 80% más incendios este año que el pasado, según el gobierno brasileño. Este aumento en la quema ha acompañado un aumento en la deforestación. Más de 2.900 kilómetros cuadrados de la selva amazónica se han perdido desde enero, un aumento del 39% respecto al mismo período del año pasado, según The New York Times. ¿Por qué son tan importantes estas cifras? Porque el liderazgo político de Brasil ha cambiado. Desde su campaña, Jair Bolsonaro prometió debilitar las protecciones ambientales de la Amazonía, que han sido efectivas para reducir la deforestación durante las últimas dos décadas y abrir la selva tropical al desarrollo económico.
Ahora está cumpliendo esa promesa. Y de acuerdo con las acusaciones del sitio global de noticias OpenDemocracy, los documentos filtrados muestran que el gobierno de Bolsonaro tiene la intención de evitar los proyectos de conservación en la Amazonía. Pero los científicos dijeron que no hay duda de que los incendios están relacionados con la deforestación. Los incendios, y la deforestación detrás de ellos, son una preocupación inmediata por el calentamiento global. Los incendios de Brasil ya han liberado 200 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera, según el Servicio de Vigilancia de la Atmósfera Europeo.
Pero reconocer que los incendios son un problema político y medioambiental no facilita su solución. Cuando se le preguntó a Bolsonaro sobre los incendios, dio a entender que las ONG ambientalistas estaban detrás del incendio “para avergonzar a su administración”. Después que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, calificara los incendios como una crisis y tuiteó que “nuestra casa se está quemando”, Bolsonaro respondió a sus palabras y lo acusó de una “mentalidad colonial equivocada”. Ese ataque cínico apunta a complicar cualquier solución.
La mayoría de los brasileños quieren ver el bosque protegido. Una encuesta reciente realizada por el Instituto Brasileño de Opinión Pública y Estadísticas y el grupo activista Avaaz, encontró que al 96% de los encuestados le gustaría que el gobierno combata la deforestación ilegal. La selva amazónica, en cierto sentido, pertenece a los brasileños y a los pueblos indígenas que viven allí. Pero como reserva de carbono, es fundamental para la supervivencia de todos.
Además, los científicos han dicho que los modelos climáticos sugieren que los efectos combinados de la deforestación y el calentamiento global podrían llevar al Amazonas a pasar un punto crítico, convirtiendo 2/3 de la selva tropical en una especie de sabana degradada. Eso es porque el Amazonas crea su propio clima y si pierde ese poder, todo podría cambiar. La humedad que la sostiene proviene del Océano Atlántico y cae como lluvia cuando llega a tierra. Normalmente, ese sería el final de la historia. Pero en el Amazonas, miles de millones de árboles colaboran para volver a poner algo de esa agua en el aire, haciendo que llueva para el resto del bosque y las áreas agrícolas a favor del viento. Cada hoja libera pequeñas cantidades de agua cuando abre sus poros para absorber CO2, un ingrediente clave para la fotosíntesis.
Sin embargo, quitemos suficientes árboles y ese ciclo colapsará. El aumento de los niveles de CO2 también “ahogará” la lluvia amazónica. Con más gas en el aire, los árboles no necesitan abrir sus poros con tanta frecuencia para atraer la misma cantidad de carbono. Esto representa una disminución de la humedad, según un estudio de 2018 realizado por la científica climática Abigail Swann.
10 millones de años después
El daño al Amazonas también podría reducir sus poderosos efectos de enfriamiento, según Swann. Cuando el agua se evapora de las hojas de los árboles, elimina el calor de la atmósfera. Como resultado, los bosques tropicales actúan como aires acondicionados gigantes, tanto a nivel local como global. Según el análisis, los bosques protegidos en el estado brasileño de Mato Grosso fueron 3°C más bajos que en las áreas agrícolas circundantes. También existe la posibilidad de que los cambios en la lluvia amazónica alteren los patrones climáticos en todo el mundo. Por ejemplo, el estudio encontró que la deforestación del Amazonas podría afectar las precipitaciones en América del Norte.
Para finalizar, si la Amazonía se destruye o degrada como sistema, simplemente estaría más allá de la capacidad de la humanidad poder reforestarla, la diversidad de especies en la Amazonía, una vez perdida, se repondrá en unos 10 millones de años y eso es 33 veces el tiempo que el Homo sapiens ha existido como especie sobre el planeta.
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