A 75 años del destructor de mundos

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En el Laboratorio Nacional de Los Alamos se conmemoró el jueves 16 de julio, el 75 aniversario de la primera detonación nuclear. El laboratorio es conocido como el lugar de nacimiento de la bomba atómica, donde Robert Oppenheimer y un grupo de científicos en 1945 se dedicaron a desenredar los desafíos teóricos y prácticos que se conoció como el Proyecto Manhattan, fue la culminación de años de febril trabajo.

Un núcleo de plutonio transportado en el asiento trasero de un sedán Plymouth de color negro, pronto se usaría para desencadenar la primera explosión atómica del mundo. A los pocos días de ser trasladado de una instalación secreta en las montañas de Nuevo México, el núcleo y otros componentes se ensamblaron en un puesto en el desierto a más de 300 kilómetros de distancia, que se denominó en clave, Trinity. 

Los científicos Robert Oppenheimer, Edward Teller, y Enrico Fermi no estaban completamente seguros de si el “aparato” funcionaría según lo previsto o si la explosión podría encender la atmósfera de la Tierra o tal vez hasta conducir a la evaporación del planeta. El proyecto siguió adelante después de que el premio Nobel Arthur Compton, determinara que las probabilidades de ese escenario del fin del mundo eran “un poco menor” a uno en 3 millones.

Pero las dudas se despejaron en la madrugada del 16 de julio. “El aparato” estaba montado en lo alto de una torre de acero de 30 metros, para dar una mejor idea de cómo actuaría el arma cuando cayera sobre el objetivo desde un avión. El mal tiempo retrasó la detonación programada para las 4:00 a.m. Finalmente a las 5:29 am activaron un interruptor en la sala de control, que envió una señal eléctrica a través de 9 km de desierto hacia la torre, disparando treinta y dos cargas explosivas en el núcleo de la bomba. 

Una luz blanca intensa seguida de una repentina ola de calor cruzó el remoto desierto, seguido de una bola de fuego gigante de color naranja y una nube en forma de hongo. Una enorme bola de fuego atravesó el cielo nocturno acompañada de un sonido retumbante que resonó en todo el valle. La bomba, con sus 5,9 kilogramos de plutonio destruyó todo a la vista con su impresionante explosión equivalente a 21.000 toneladas de TNT. Se midió que el calor generado en el punto de explosión era 10.000 veces más caliente que la superficie del sol, tanto que chamuscó la arena del desierto en un vidrio radioactivo de color verde claro que luego se denominó Trinitita. La humanidad fue testigo de una pesadilla alquímica en Alamogordo, Nuevo México, donde el miedo y el deseo del hombre por el apocalipsis, finalmente coincidieron con la capacidad técnica.

La detonación cambió para siempre el curso de la historia, asegurando el final de la Segunda Guerra Mundial y marcando el comienzo de la era atómica. Mientras Oppenheimer observaba la asombrosa explosión, recordó una línea escalofriante de un verso de un texto hindú, el Bhagavad-Guitá: “Ahora me convierto en la Muerte, el destructor de mundos”. En el álbum de Linkin Park de 2010 titulado A Thousand Suns se puede escuchar al propio Oppenheimer recitando estas líneas al recordar la prueba de la bomba atómica Trinity. Él habla en la pista 2, Radiance. Me parece apropiada la frase para recordarnos la responsabilidad cada vez mayor que tenemos. Ahora somos capaces de destruir mundos, al menos el nuestro

El presidente Truman, que estaba en Alemania en ese momento, negociando la Conferencia de Potsdam, retrasó sus reuniones con Stalin y Churchill para escuchar los resultados de la prueba Trinity. El 24 de julio, Truman, le dijo a Stalin que habían desarrollado “una nueva arma”. Ese mismo día, Truman autorizó los ataques atómicos contra Japón. 

Según el New York Times, Leo Szilard, un físico húngaro que trabajó en el Proyecto Manhattan, envió una petición firmada por 70 científicos al presidente Truman un día después de Trinity, instándole a darle a Japón la oportunidad de rendirse antes de lanzar las bombas sobre Hiroshima y Nagasaki que luego asesinarían a 200.000 personas. “Las bombas atómicas a nuestra disposición representan solo el primer paso en esta dirección, y casi no hay límite para el poder destructivo que estará disponible en el curso de su desarrollo futuro”, advirtió la carta. “Por lo tanto, una nación que sienta el precedente del uso de estas fuerzas de la naturaleza recientemente liberadas con fines de destrucción, puede tener la responsabilidad de abrir la puerta a una era de devastación a una escala inimaginable”. 

Luego, en ese mismo año, Oppenheimer le dijo a Truman: “Sr. Presidente, siento que tengo sangre en las manos”. En los años que siguieron, los científicos del Proyecto Manhattan lidiaron con las consecuencias de su trabajo.

En este aniversario, el mundo sigue estando cerca de la catástrofe nuclear. En manos de EE.UU. y Rusia todavía existen 15.000 armas nucleares, cada una mucho más poderosa que las bombas lanzadas sobre Japón en 1945. Al mismo tiempo, los tratados internacionales han venido expirando, la diplomacia ha sido descuidada y denigrada.  A tal punto que Trump está considerando poner fin a la moratoria internacional de 28 años, lo que reactivaría la peligrosa práctica de las pruebas nucleares. 

En una carta publicada por varios científicos, incluidos seis ganadores del Premio Nobel, cuestionaron el posible plan de la administración Trump para poner fin a una moratoria en las pruebas. Hacerlo “podría aumentar el peligro de otra carrera de armas nucleares, así como una guerra nuclear involuntaria o intencional”, dijeron en la carta publicada esta semana en la revista Science. “Siguiendo la larga tradición de los científicos que se oponen a las armas nucleares debido a sus efectos nocivos tanto en la humanidad como en el planeta, le pedimos al gobierno de Estados Unidos que desista de los planes para realizar pruebas nucleares”, dijeron.

El tratado de control de armas nucleares START que limita el número de armas nucleares entre EE. UU. y Rusia, expirará en febrero de 2021, sin ninguna acción a la vista de que el tratado será renovado. Dejar que este acuerdo nuclear expire, seguramente conducirá a una nueva carrera armamentista. Las actuales crisis mundiales por la Covid-19, la seguridad alimentaria y la mitigación del cambio climático, deberían hacer más apremiante que se alejen los recursos que puedan usarse para la guerra.