Queda claro que el método en política que Chávez practicó tiene un carácter internacional. Pero en Grecia se le adelantaron muchos siglos otros fariseos y demagogos, lo que demuestra que el venezolano no fue nada original. El engaño y la demagogia como política son oriundos también de Grecia. Y Cleón y Alcibíades sus primeros grandes representantes. Tsipras, heredero de ese espíritu, lo pone en práctica cuando hace lo contrario de lo que hizo pensar a buena parte de la gente en Grecia, del electorado y de todo mundo que haría. Las palabras del presidente heleno se convirtieron como en bellos acordes salidos de una especie de flauta de Hamelin, o de cantos de sirena que trastocaron a Ulises. Se oía bonito y armonioso y terminó llevando al pueblo griego a las fauces de Hades, sorteando a Cancerbero de la manera más engañosa posible. Se gana al pueblo con la pose de que iría a enfrentar a la banca y negocia un acuerdo similar al que estuvo en mesa.
Ahora bien, la crisis griega ha resultado emblemática para el capitalismo mundial. De manera muy clara pone en evidencia dos cosas: primero, los resultados de la integración en circunstancias de gran desigualdad e inequidad entre naciones y, segundo, hasta qué punto puede llegar la usura, sostén fundamental del orden burgués.
Los economistas al servicio del capital, por su parte, propagan la especie según la cual la crisis obedece a que los compromisos contraídos por el gobierno heleno fueron desmesurados en relación con su capacidad de pago, lo que unido a la corrupción y el dispendio de los gobernantes condujo al default, a la insolvencia. No obedecen a las leyes del capitalismo. Dejan a un lado, como es de esperarse, cuestiones fundamentales que motivan esta crisis, entre otras, la crisis mundial, particularmente sus efectos en Europa y específicamente en los más débiles. También obvian u olvidan esos «estudiosos» las consecuencias de la integración entre economías con grandes diferencias en la competitividad y la aplicación de una política monetaria que no supone una política fiscal similar en todos los países, salvo metas para mantener un índice de inflación mínimo.
Por su parte, ese revisionismo y reformismo internacional, en las primeras de cambio, se hizo solidario y confiado en la perspectiva del NO griego, afirmando que la respuesta soberana a renglón seguido vendría acompañada de una firme actitud por parte de Tsipras frente a los acreedores. Ese oportunismo no halla ahora qué hacer ante la evidencia clara del ardid de Tsipras para imponer el paquete que «restaura» la capacidad de pago del Estado griego, mediante medidas que le sacarán sangre, sudor y lágrimas a los helenos para satisfacer la avaricia de los bancos.
La maniobra
Fue trascendente, sin dudas, el NO de la mayoría del pueblo griego. Resultado un tanto previsible. Circunstancia que coloca a quienes se presentan como doctos en la materia más bien como apologetas del orden imperante en la defensa de los acreedores, ante la blasfemia de los griegos frente a la ortodoxia económica burguesa. Sus angustias ante el NO son fundadas en tanto que se trata de una circunstancia que pudo resultar un mal emblema para la troika (Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Comisión Europea) y el capital financiero internacional, así como para los deudores a escala planetaria. En muchos casos, tales angustias son propias de quienes, por ser apologetas de la clase dominante, buscan ganar indulgencias con sus patronos, por lo que apuestan a que sus predicciones y previsiones se cumplan. Pero la realidad es muy contundente y los hace quedar mal, además de lo draconianas de las medidas que promueven para satisfacer la usura.
También hay quienes ubican esta respuesta del pueblo griego por el NO como la más acorde con el interés popular y nacional. Y que la propuesta de Tsipras para promoverlo expresaba una posición de confrontación con las demandas de los acreedores. Veamos.
A escala planetaria este evento -el resultado del referendo- deja a la gente entrampada entre la apologética burguesa y su crítica a los insolventes y la defensa de una decisión que en verdad se reduce a dos cosas: aumentar la capacidad de negociación y legitimación del gobierno de Tsipras, legitimando con el NO la salida convenida, y la canalización de la rabia de los griegos para que no se desborde en la búsqueda de una salida radical.
Por eso nunca estuvo planteada una salida de carácter popular y nacional, que era la aspiración de la mayoría del pueblo, por lo que era de esperarse el triunfo del NO. Así, la rabia de las mayorías fue canalizada en esa engañosa dirección. Luego de lo cual Tsipras le presenta a la troika un plan de rescate muy similar al que fue sometido y negado en referendo.
Sin embargo, con el NO, el capital usurario internacional recibe una muestra de irrespeto que no iba a dejar pasar. De allí que la maniobra, a la postre, puede resultar contraria a como fue pensada ya que la indignación de los griegos puede convertirse en fuerza revolucionaria de contar con una vanguardia capaz de orientarla. Los resultados de la negociación de Tsipras con la troika no deja lugar a dudas: se trató de una treta que deja muy mal parados a quienes reivindicaron al presidente griego como un hombre capaz de torcerle el brazo al imperialismo con el apoyo de la mayoría del pueblo griego demostrado en las urnas. Tras 17 horas de negociaciones, se termina por aprobar un acuerdo que no varía en relación con la inicial propuesta de los acreedores: incremento del IVA hasta 23% en muchos rubros, rebajas en las pensiones, privatizaciones… Según los entendidos, esta negociación arroja resultados que parecen ser peores para los helenos que la propuesta inicial. En cualquier caso es un episodio que coloca al pueblo griego de rodillas y sojuzgado por la oligarquía internacional para que pague la deuda.
Muchos críticos de la posición del banco central de la eurozona y de las consecuencias que sus políticas han tenido en la nación helena -propensos, al menos de palabra, a la solidaridad con el pueblo griego- apenas remachan la supina idea de que el asunto obedece a las políticas neoliberales, como si las keynesianas o de otro signo, desde la perspectiva del capital, fuesen distintas en cuanto a la atención de este tipo de asuntos. Se trata de las demandas del usurero. Los contratos establecen condiciones leoninas que al llegar el punto de insolvencia son aplicadas sin importar para nada las condiciones de reproducción social, ni las cargas más pesarosas sobre los más pobres. Esas condiciones no obedecen a orientación de política económica alguna sino a lo establecido en contratos propios de cualquier casa de usura.
Este asunto debe ser apreciado en términos rigurosos toda vez que marca un hito que bien puede servir de parangón en los sucesos y experiencias que habrán de ocurrir, en particular en Venezuela, dadas las tendencias que se presentan a escala internacional producto del incremento de la deuda, vinculadas aquéllas a las caídas del crecimiento en uno u otro país, con el consiguiente déficit fiscal que, a su vez, motiva un incremento de la deuda pública.
Para lograr una acertada apreciación requerimos partir de la teoría científica del valor, del dinero y el crédito. Vale decir, de aspectos fundantes de la teoría científica acerca de las relaciones de producción burguesas.
La deuda
El origen de la deuda pública lo encontramos en la esencia del modo de producción burgués. De otra parte, la deuda pública -externa o interna- representa un mecanismo de acumulación de capitales que permite el afianzamiento de las relaciones de explotacion. Y es que la deuda pública, como afirma Marx en el tomó I de El Capital, capítulo XXIV, aparece: como con un toque de varita mágica, infunde virtud generadora al dinero improductivo y lo transforma en capital, sin que para ello el mismo tenga que exponerse necesariamente a las molestias y riesgos inseparables de la inversión industrial e incluso de la usuraria. En realidad, los acreedores del Estado no dan nada, pues la suma prestada se convierte en títulos de deuda, fácilmente transferibles, que en sus manos continúan funcionando como si fueran la misma suma de dinero en efectivo. Pero aun prescindiendo de la clase de rentistas ociosos así creada y de la riqueza improvisada de los financistas que desempeñan el papel de intermediarios entre el gobierno y la nación como también de la súbita fortuna de arrendadores de contribuciones, comerciantes y fabricantes privados para los cuales una buena tajada de todo empréstito estatal les sirve como un capital llovido del cielo, la deuda pública ha dado impulso a las sociedades por acciones, al comercio de toda suerte de papeles negociables, al agio, en una palabra, al juego de la bolsa y a la moderna bancocracia. Además, a renglón seguido agrega: la deuda pública o, en otros términos, la enajenación del Estado, sea éste despótico, constitucional o republicano, deja su impronta en la era capitalista. La única parte de la llamada riqueza nacional que realmente entra en la posesión colectiva de los pueblos modernos es (…) su deuda pública.
Son consideraciones que nos permiten ubicar que la deuda pública es ingénita al orden capitalista y -dado su carácter beneficioso, de muy escaso riesgo- es propiciada bajo distintos argumentos. Más aún, se adelantan políticas concretas para incrementarla exprofeso, para reproducirla, propagarla. Por ejemplo: En Grecia, se desarrolló una burbuja de crédito al consumo. «Los bancos y todo el sector comercial estimularon el consumo familiar de bienes, automóviles y la construcción de viviendas, entre otros. Al ingresar Grecia a la zona euro, se produce una afluencia de capitales en forma de créditos al consumo». Elevación de las inversiones a corto plazo y estancamiento de las de largo plazo. Los bancos privados de la eurozona se enriquecieron a costa de los altos tipos de interés de la banca nacional griega. La mayor parte de los recursos monetarios externos fueron adquiridos vendiendo bonos. Alta deuda pública y privada. Esta etapa se denomina boom económico de estas economías o de la ilusión económica. Entre finales de 1999 hasta el 2007, las economías periféricas crecieron por encima del promedio comunitario (…)
El desarrollo de las diferentes burbujas estuvo propiciado por la política monetaria expansiva del Banco Central Europeo (BCE) y el incremento del endeudamiento privado. (Contribuciones a la Economía es una revista académica con el Número Internacional Normalizado de Publicaciones Seriadas ISSN 1696–8360. «La crisis de deuda soberana de los PIGS de la zona euro». Jourdy V. James Heredia [CV] jjourdyvictoria@yahoo.es Investigadora del CIEM).
Además, a la nación griega y en general a los países más rezagados -bajo el argumento de que las asimetrías debían ser atendidas para garantizar su incorporación a la zona euro y a la unión-, se le otorgaron «ayudas», entre otras, para el mejoramiento de la infraestructura.
En definitiva, siendo tan jugosa la ganancia y sin riesgo alguno, la deuda externa se convierte en acicate del proceso de acumulación de capitales. Los griegos y los países más débiles de Europa se convirtieron en una magnífica opción para el capital financiero europeo, ya que además de las ganancias seguras permiten descargar en la gente buena parte del costo para creación de condiciones de reproducción capitalistas. Lo que no supone que no haya habido corrupción ni engaño. Por el contrario, hay evidencias claras de que el gobierno no reflejó la veracidad del déficit fiscal, que hubo fraude. Es mas: «Ahora se sabe que en esta operación fraudulenta Grecia contó con la generosa ayuda de Goldman Sachs: le ayudó a disfrazar los déficit con artificios contables» (http://www.elblogsalmon.com/entorno/goldman-sachs-ayudo-a-grecia-a-disfrazar-los-deficit). Lo que refleja que las instituciones financieras estaban interesadas en que Grecia se siguiera endeudando. El aval principal de este y cualquier país es, frente a los acreedores, en última instancia, la sociedad toda, pero particularmente la gente desposeída. Los capitalistas que no son absorbidos, que no son proletarizados, terminan por descargar su cuota de participación para el pago de deuda mediante el traslado al precio de realización de las mercancías que colocan en el mercado.
Por ello, la deuda pública -en virtud de que cumple con la propiedad de ser «la única parte de la llamada riqueza nacional que realmente entra en la posesión colectiva de los pueblos»- se convierte en un negocio cuyo riesgo es mínimo, toda vez que los Estados capitalistas deben garantizar la honra del compromiso con base en sus riquezas y la sangre de los pueblos. A diferencia de ese período histórico en tiempos de Sócrates -cuando los griegos, vacías las arcas públicas, echaron mano de buena parte del bronce y metales de las estatuas, emblemas de los templos, mausoleos, pedestales, para hacer armas y enfrentar a los espartanos-, los de ahora echan mano a sus riquezas, entre las que incluyen sus islas y el sacrificio de su pueblo para satisfacer la voracidad de sus acreedores.
La deuda pública se convierte, a su vez, en mecanismo que contribuye con la creación de las condiciones materiales y generales para la reproducción de las relaciones burguesas. Buena parte de la deuda pública sirve, entre otras cosas, al financiamiento para la edificación y mantenimiento de infraestructura física y otras condiciones fundamentales para la reproducción del orden burgués. Más cuando, producto del monto elevado del déficit, se recurre a la deuda pública no solamente para la formación bruta de capital fijo y para cubrir la depreciación de activos fijos, sino incluso para atender el funcionamiento del aparato estatal, gastos recurrentes en general y parte de la propia deuda contraída, tal como sucede en Grecia.
Por ello la deuda pública también contribuye con la distribución desigual de la riqueza. Al descargar en la sociedad buena parte del costo para la reproducción de las condiciones materiales del orden, la distribución del ingreso se hace más desigual. Los capitalistas más competitivos centralizan más riqueza y capitales, se hacen más ricos pues. Mientras que otros capitalistas, los menos competitivos, son absorbidos por aquéllos o van a formar filas como nuevos vendedores de fuerza de trabajo.
Deuda, integración y recesión
La caída del PIB en Grecia, pareja al incremento de la deuda externa, es empujada por la crisis mundial y su manifestación en Europa. Además de la que se presenta en particular en la industria naviera a escala planetaria, de la cual Grecia es de las más importantes. A su vez, como resultado de la recesión en Europa, cae la capacidad del consumo social y afecta el turismo, palanca principal de la economía helena. Esto es, se ven afectadas las dos industrias que más alimentan el PIB griego, contribuyendo a que este siga cayendo y el déficit fiscal elevándose.
En términos más generales, esta tendencia a la caída de la capacidad recaudadora del Estado griego lo que conduce es al aumento del déficit, que se origina con la propia incorporación de Grecia al eurogrupo. Al integrarse a la zona euro, al pasar a sustituir su signo monetario -el dracma por el euro- debe ajustar su economía al principio descubierto por Marx y reseñado en el capítulo II del tomó I de El Capital, según el cual: En el comercio mundial, las mercancías despliegan su valor con carácter universal. Su forma independiente de valor se enfrenta con ellas, por tanto, bajo la forma de dinero mundial. Es en el mercado mundial donde el dinero funciona en toda su plenitud como la mercancía, cuya forma natural es al mismo tiempo forma directamente social de realización del trabajo humano en abstracto. Su existencia se ajusta por entero a su concepto.
Esto es, al incorporarse a un mercado libre, sin barreras, y asumir un signo monetario común, las mercancías, cara a cara, van a expresar su valor de manera directa con el euro. Todas las mercancías, al entrar al mercado a transarse, encuentran en el euro su equivalente universal. Es de toda obviedad suponer que la mercancía griega era de las más costosas, de las menos competitivas por objetivar más tiempo de trabajo socialmente necesario. Condenada, por tanto, a ceder mercados frente a las más competitivas provenientes de Alemania, principalmente. Lo que se traduce en el desarrollo y afianzamiento de la tendencia a sustituir bienes nacionales por los colocados libremente en el mercado por los más competitivos. Son verdaderas células cancerígenas que terminan dañando al organismo vivo de la economía griega, que lo van enfermando hasta caer exhausto con cada vez menor capacidad competitiva.
De otra parte, la eurozona no supone que exista una sola política fiscal e impositiva. Cada país maneja sus gastos con base en presupuestos independientes. Al enfrentarse a economías más competitivas en el marco de la crisis, era de suponerse una caída del PIB y, por ende, de la capacidad recaudadora vía impuestos a las rentas de las empresas. Por lo que debe recurrir a la presión tributaria y con ello a una caída del consumo que desestima la producción de bienes. A una política fiscal y tributaria específica, mientras que en otros países de la unión se asumen otras orientaciones un tanto más expansivas y de reducción de la presión tributaria. Esto es, mientras en Grecia se produce una caída drástica del consumo, sobre todo de lo griego, en Alemania se incrementa, con lo que se estimula el aparato productivo, que fuerza a esta potencia económica a buscar más mercados. Lo que condena aún más a la economía griega a brindarle su mercado interior a los germanos, ante su creciente pérdida de competitividad. Círculo vicioso que se cierra -aunque más bien abre otro- en el momento en que la deuda se convierte en la «salida» para cubrir el déficit, tal como lo brinda con alborozo la Constitución venezolana. Prestos los bancos, principalmente el banco europeo y más específicamente los alemanes, a brindarles los recursos necesarios para mantener a flote la economía de ese pequeño país, aunque en realidad lo condenan a tener que recurrir a nuevos compromisos ya que con la caída del PIB y el crecimiento de la deuda se va comprometiendo cada vez más el presupuesto de los años siguientes que verán crecer su déficit. Así, hasta llegar a la insolvencia que busca ser atendida con la extorsión de la gente, depauperando al pueblo griego y cercenando sus derechos fundamentales. Esto es, el deterioro de las condiciones de reproducción social.
Lo anterior demuestra claramente que la integración con base en la ley del valor supone que siempre ganarán los más competitivos.
Grosso modo en estas líneas resumimos el carácter orgánico de la deuda griega a partir de su integración a la zona euro. Es la misma historia desde los tiempos de Smith y Ricardo, solo que ahora se produce en medio de las disputas interimperialistas.
¿Salida? perspectivas
Mientras las relaciones de producción y de cambio sigan siendo burguesas, las salidas son apenas transitorias. Luego de un período en el cual se le saque al pueblo griego suficiente riqueza para cancelar los compromisos y así alcanzar nuevamente su capacidad de crédito, este pequeño país pudiese entrar en una nueva fase del desarrollo capitalista. Sus industrias principales -particularmente la naviera, así como los rubros agrícolas en los cuales destaca- pudiesen alcanzar niveles de crecimiento y desarrollo de significación, pero los problemas ingénitos del capitalismo así como los propios de la dependencia y sojuzgamiento del imperialismo, solo encontrarán solución radical superando las relaciones burguesas de producción y de cambio.
Atemperar la crisis con base en su salida de la zona euro, el llamado Grexit, supone sustituir las importaciones y destinar buena parte del gasto a la inversión mientras se adelanta una nueva política bancaria que conduzca a la canalización del menguado ahorro social hacia la inversión productiva. En definitiva, la asunción de políticas de contenido nacional y soberano que agudizarán las contradicciones con el imperialismo europeo.
A su vez, Grecia encuentra la mano tendida de otros capitales, más competitivos y ansiosos de penetrar de manera artera en el mercado europeo, sobre todo comenzando con la zona de los Balcanes, todavía en disputa. Aun cuando en las primeras de cambio chinos y rusos son «respetuosos» de la condición europea de Grecia. Esto es, «respetan» su condición de área de influencia de los imperialismos europeos, principalmente el alemán, nación hegemónica del bloque conformado en torno del euro. Esto encuentra asidero en recientes declaraciones formuladas por el presidente ruso Putin, quien dijo el viernes 10 de julio que aunque «Rusia tiene la posibilidad de apoyar a sus socios (…) Grecia es un país de la Unión Europea». http://www.efe.com/efe/espana/economia/rusia-estudia-suministrar-energia-a-grecia-para-ayudar-su-economia/10003–2662681. Sin embargo, asimismo, buscan alguna brecha para convertirse en alternativa para Grecia como se expresa en declaraciones del régimen ruso, cuando afirman, en la misma reseña que: «Rusia estudia poner en marcha suministros directos de energía a Grecia para ayudar a la recuperación de su maltrecha economía», anunció hoy el ministro ruso de Energía, Alexandr Novak. Asimismo: el ministro de Energía griego, Panagiotis Lafazanis, advirtió de que la falta de un acuerdo con Europa no sería «el fin», ya que Grecia podría obtener una inyección de capital a partir de 2019 por parte de Rusia, en concepto de anticipo sobre los futuros beneficios que le reportaría el «Turkish Stream«, refiriéndose al gasducto que tendría como destino, en primera instancia, a Turquía vía hacia Europa, llegando en perspectiva a abastecer a Italia, Austria y Hungría a través de Bulgaria, entre otros. http://www.efe.com/efe/espana/economia/rusia-estudia-suministrar-energia-a-grecia-para-ayudar-su-economia/10003–2662681. Esto es, Grecia puede caer en la tentación de recurrir a nuevos socios en función de atender el asunto, bajo el argumento de cobijarse en un imperialismo para «enfrentar» al que hoy la agobia. Como en Venezuela, que ya se ha convertido en área en disputa, Tsipras y quienes lo acompañan en el gobierno, pudiesen seguir esta tesis revisionista que ha sido correspondiente con el avance de quienes se disfrazan de progresistas y socialistas para aplicar políticas de continuidad bajo ropajes nuevos.
En Venezuela los apologetas de la economía burguesa, que se sienten abochornados por la respuesta griega indicando las razones del porqué pagar, sin tomar en cuenta para nada estas consideraciones, alertan acerca de los problemas que nos puede traer la merma de la capacidad de crédito a raíz de la caída de los precios del crudo. Válidas por cierto, desde las perspectivas de la banca, el apologeta recurre a ese sentido común que no tiene lentes para ubicar los elementos esenciales del fenómeno. No puede ser de otra manera. Son agentes de la explotación del hombre por el hombre, de la estafa que reina en la esfera del comercio y de la usura en el mercado de dinero.
La deuda pública y la integración no pueden ser vistas como cuestiones insoslayables. Su atención tampoco debe ser ubicada desde la perspectiva de los intereses de la banca y la condena a la morosidad. Eso conduce la apología de lo establecido y a su dogma condenatorio. Dar cuenta de estas cuestiones científicamente supone identificar cuestiones esenciales del capitalismo. Siempre llegaríamos a la conclusión de que su superación solo es posible bajo una economía donde se produce en función de satisfacer las necesidades sociales, orientada de manera autónoma y soberana en favor del interés nacional.
Caracas, agosto 2015
Carlos Hermoso