La economía venezolana, la dictadura y la descomposición

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La pobreza a la que ha lanzado la dictadura a millones de venezolanos, ya es suficiente argumento como para dar cuenta de esto. Junto al ejemplo que brindan los gobernantes y la corrupción generalizada, la cosa se explica bastante bien. Sin embargo, es bueno analizar cuestiones esenciales del orden imperante que, en última instancia le dan mayor rigor al análisis de este fenómeno, no exclusivo de Venezuela.

Hablamos de descomposición del sentido humano. De disminución alarmante de del espíritu solidario y empático. Y es que se han afianzado tendencias siempre presentes en la sociedad capitalista, que han alcanzado escalas sin precedentes, al menos en nuestro país. La venezolanidad tiende a ir cambiando pues.

Hay cuestiones generales propias de las relaciones capitalistas de producción que siempre están presentes en la vida cotidiana. Se convierten en cosas que los ideólogos del orden las han asumido y propagado como naturales del hombre. El egoísmo, la usura y la especulación, son principios de lo establecido. Sí. Nos acompañan en mayor o menor medida. Se convierten en fuerza poderosa.

Por aquello de que el ser social determina las formas de conciencia. El egoísmo emerge de la producción de plusvalía. La especulación y la estafa se erigen en el acto de comprar barato para vender caro. Si las condiciones del mercado permiten vender muy caro, se gana más. Igual la usura.

No es el egoísmo y la avaricia las que determinan las relaciones sociales. El egoísmo fue entendido como la función de la producción capitalista por Adam Smith, uno de los grandes de la economía política burguesa. Pero no, la cosa es a la inversa. La función de la producción es la plusvalía. De allí el egoísmo.

En la producción basada en la propiedad privada sobre los medios, el despotismo del capital sobre el trabajador, de manera objetiva, busca sacar el mayor provecho durante la jornada. Es la producción de plusvalía lo que determina el proceso. El látigo del capital entonces se afinca para obtener la mayor plusvalía en la jornada. De allí el egoísmo. Se presenta como natural. Se propaga. Se hace sentimiento dominante.

De igual manera, quien busca vender trata de hacerlo al mejor precio. Las leyes del mercado le permiten, en determinadas circunstancias vender por encima del valor de cambio de las mercancías. Cuando hay más demanda en relación con el volumen de bienes ofertados, la tendencia es que el precio se coloque por encima del valor de la mercancía. Si es una medicina de enfermedad terminal que escasea, el vendedor grita: aleluya¡¡ Eso es algo natural. De allí la ética del vendedor.

El usurero hace lo mismo con el dinero que cuenta para prestar. Si las condiciones del mercado permiten prestar a tasas de interés elevadas, saca más ganancia. Si no, veamos al usurero del barrio, o del ministerio o la universidad. La usura legalizada por los Estados permite que la avaricia del capital dinero obtenga beneficios de distinta manera. No solamente se engorda este capital mediante el otorgamiento de préstamos con el dinero de la gente a cualquier empresa o ciudadano. También se enriquece con diferentes mecanismos, siendo uno de los más importantes los que le brinda el Estado absorbiendo liquidez a cambio de tasas de interés que les permite a los bancos ganar dividendos demás. Absorbe la banca los dineros de la gente y del gobierno y con eso enriquece a la banca. Eso sí, si no le pagas te quitan lo que diste en prenda.

De allí, se hacen valores dominantes de la sociedad capitalista. La situación concreta hace que sean más, o menos elevados.

En la sociedad venezolana, estos sentimientos y valores han alcanzado una escala superlativa. Desde el poder se fue alimentando. Claro, abonada también por la lumpenización, que se convirtió en un mecanismo para la dictadura de mafias. Y en una parte importante de la ideología dominante.

Con la dictadura, que se hace llamar socialista, resultan cada vez más afianzados estos valores, escondidos tras el discurso de la solidaridad. El cinismo es cada vez más vil. Si no fuese tan dramática la cosa, podríamos decir que se ven ridículos quienes propagan la solidaridad y el socialismo cuando en realidad además de usufructuar de la venta de la riqueza nacional, lo que queda del negocio se lo reparten entre ellos.

Y es que en Venezuela se cumple aquello que alertó Cervantes en boca de El Quijote: Querido Sancho: Compruebo con pesar cómo los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de los reyes, pero peores son lo que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas.

Además, se suma la entrega de la soberanía nacional al capital chino, principalmente. Pasamos de un siglo de dependencia del imperialismo estadunidense al chino. La misma dependencia, varía la magnitud y la entrega. Somos más dependientes y les han entregado más soberanía y riquezas a los chinos que las que les brindaron sus antecesores a los gringos. Además, se privilegia a la oligarquía financiera nativa, de la cual forman parte, para que haga sus buenos negocios. Que cada vez son más jugosos. Eso sí, no abandonan el discurso del socialismo. Esa muestra de psicopatía de hablar de socialismo y hacer lo contrario, alimenta la descomposición.

Acompañan este escenario con una política dirigida a su base social. No solamente se trata del discurso sino también la dádiva. El reparto de migajas a sus bases, es importante. Con eso controlan, domestican y acallan a un sector social.

De allí aumenta la descomposición, que busca generalizarse y va minando la sociedad.

Todas las instituciones del Estado, unas más que otras, están inscritas dentro de esa política. Es mucho el funcionario que ha privatizado su función. Se han convertido en gestores. De eso sabe la ciudadanía. La sufre diariamente.

Qué decir de las cárceles. Es natural que cada reo deba pagar la causa. O sea, una especie de seguro de vida que debe cancelar al pran. Las autoridades reciben lo suyo. Es una de las vivencias más conocidas, sin acción alguna del gobierno para siquiera mermarla.

En la vida cotidiana venezolana, cualquier trabajador por cuenta propia en el área de los servicios, como tendencia dominante, busca estafar al cliente. Ya nadie confía. Hay un hecho objetivo que le facilita la cosa, la dolarización. La calidad del servicio prestado parece algo subalterno. Lo importante es sacar la mayor cantidad de dólares.

Quien vende en cualquier comercio tiene la facultad para imponer el precio que considere. Las fuerzas del mercado se lo permiten. Ningún control. Incluyen, las mafias menores del gobierno, claro está, buena parte de lo que sacan de las cajas Clap.

Sumemos que buena parte de los gremios han caído, y desde mucho antes, en entender el sindicato como fuente de prebendas. Formar parte de un gremio ahora es un negocio, con muy honradas excepciones. Aquello del dirigente sindical o gremial que luchaba por los intereses de los trabajadores sin buscar beneficio alguno, es cosa del pasado. Ser dirigente ahora es contar con privilegios. Se han creado mecanismos para tales efectos. Desde aquellos propios del hampa, expresados en la venta de la fuerza de trabajo, cobrando al empleador y a quien será empleado. El puesto se compra pues. En la construcción la cosa es emblemática. Pero también la observamos en gremios de profesionales y universitarios. Los dirigentes se otorgan dietas y otros emolumentos que les permiten hacerse de entradas que superan con creces los sueldos ordinarios de los afiliados.

Y es que la lumpenización de la sociedad ha minado la psicología social y la cultura, abriéndose paso con la fuerza del mercado. Aunque no son mayoría, por contar con el poder a distintas escalas, se hacen dominantes. El político, o el económico, y hasta el liderazgo social o en el gremio, le brindan algo de poder.

La solidaridad, esa antítesis ética y moral, también resultado del proceso objetivo de trabajo, históricamente ha servido para la humanización. La solidaridad del obrero nace del proceso productivo para que así funcione a cabalidad la cadena de montaje. También surge la solidaridad en la lucha obrera contra el patrón. Por salarios y condiciones de trabajo. Eso tiene un impacto en la sociedad. Pero la clase obrera ha sido reducida a una expresión marginal con el desmantelamiento de la industria. Muchos obreros han tomado el camino de la subsistencia en otras áreas menos colectivizantes. Sálvese quien pueda.

Ciertamente que la respuesta en la sociedad basada en la desigualdad y la explotación, siempre va a tender a que esos principios se realicen. De allí la contradicción de Smith con su Teoría de los sentimientos morales. El egoísmo como algo natural en el hombre, junto a la empatía y simpatía que debía despertar, tendían, en su confrontación, a un equilibrio. Se desprende de la tesis del autor. Pero no, la cosa no funciona así. Menos en Venezuela.

Cuadro lamentable, que nos indica que la reconstrucción no solamente obliga a un programa de democracia, desarrollo y bienestar, sino de implantación de una nueva ética, la del servicio público, la solidaridad, el respeto y valor por el trabajo. El ejemplo de quienes asuman la conducción del país será vital. Debemos demostrar que aquello de que el poder pervierte es falso. Quienes acceden a alguna instancia de poder y buscan privilegiarse ya vienen algo pervertidos.

Las reservas morales del pueblo venezolano son base suficiente como para confiar en que el derrocamiento de la dictadura permitirá que nuevos valores se entronicen en una nueva sociedad. Muchos no sucumben y repiten aquello de Miguel Hernández en su poema «Tened presente el hambre»: Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente, los que entienden la vida por un botín sangriento: como los tiburones, voracidad y diente, panteras deseosas de un mundo siempre hambriento. Muchos sucumben y han sucumbido, unos por hambre. Otros por avaricia. O por distorsionados valores que llevan a la descomposición ética y moral…

Ciertamente la política está cruzada por esta lamentable situación. Les toca a los políticos de oposición al menos parecer que podrán cumplir con el fomento de una nueva ética. Que serán ejemplo de probidad, sencillez y espíritu de servicio público, sin afán de lucro.

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