Las teorías del crecimiento económico han puesto el acento en la importancia de contar con un importante capital humano como elemento clave para el desarrollo. Así, la mano de obra calificada ha pasado a ser un elemento estratégico de cara a la formación del valor agregado de cualquier economía. Recordemos a Albert Einstein, quien dijo que “todos los imperios del futuro van a ser imperios del conocimiento, y solamente serán exitosos los pueblos que entiendan cómo generar conocimientos y cómo protegerlos; cómo buscar a los jóvenes que tengan la capacidad para hacerlo y asegurarse que se queden en el país”.
La «fuga de cerebros» es un término acuñado por la prensa británica en los años 60. Este concepto se refiere a aquellos profesionales que buscando algún tipo de oportunidad o atendiendo alguna oferta que está fuera del país para desarrollarse profesionalmente, se van y dedican todos sus esfuerzos, conocimientos y saber adquiridos para hacer desarrollo científico, tecnológico y cultural en otras naciones diferentes a la de su origen.
Lejos de tratarse de un fenómeno teórico o remoto, la fuga de cerebros o migración altamente calificada ha tomado una relevancia renovada en años recientes por, al menos, dos motivos: por un lado, la salida de científicos de países en desarrollo hacia economías desarrolladas en búsqueda de calidad de vida; y paralelamente, los países desarrollados han llevado a cabo una política activa de atracción de científicos y tecnólogos mediante el uso de incentivos de diversa naturaleza.
La realidad demuestra que los países latinoamericanos resultan ser quienes se quedan sin este conocimiento, en muchas ocasiones debido a las malas políticas internas de nuestros países, en donde el capital humano no se siente ni valorado ni protegido dentro de sus fronteras. En el caso específico de nuestro país, Venezuela, hubo una primera etapa a partir de 1940, donde fuimos receptores de innumerables profesionales provenientes de Europa o de países de la región (la mayoría provenientes del Cono Sur a causa de las dictaduras), quienes fueron acogidos con tolerancia, justicia y amplitud.
En una segunda etapa a partir de 1999, donde muchos venezolanos partieron como consecuencia de la incertidumbre política. Entre 2003 y 2004, el país perdió a gran parte de sus profesionales en el área petrolera, cuya ausencia aún se siente. A partir del 2008 se volvió a sentir la fuga de profesionales, agudizándose en los últimos años. Hay un elemento adicional a considerar que es la falta de identidad frente al desarrollo científico, económico y social en el país.
Para Venezuela, tendría beneficios traer de vuelta a nuestros científicos y proporcionarles oportunidades para que puedan utilizar acá sus nuevas competencias tecnológicas. Además, los investigadores que retornen pueden aportar una valiosa experiencia de gestión de la ciencia, habilidades empresariales y el acceso a las redes de conocimiento mundiales. Incluso pueden atraer inversionistas. ¿Qué políticas podemos adoptar para el retorno del talento científico-tecnológico y frenar la migración altamente calificada?
El MPPEUCT debería establecer una Política de Retorno y Repatriación que tenga como objetivo predominante, facilitar el regreso de investigadores venezolanos que estén desarrollando su actividad científica en el extranjero y que deseen incorporarse a la actividad académica, tanto en las áreas de educación Universitaria como en los centros de investigación científica en nuestro país. En este sentido, deberían de contemplarse tres aspectos: un incentivo a las Universidades, Centros de Investigación y empresas receptoras de los científicos retornados; facilitar el traslado de residencia del investigador con su núcleo familiar y por último, asegurar las condiciones de trabajo adecuadas para el desarrollo de su investigación.
Adicionalmente, los jóvenes talentos migran principalmente por el impacto de la crisis económica sobre las oportunidades y las expectativas de desarrollo laboral. Ante esta situación, también deben crearse programas que ofrezcan oportunidades de desarrollo en el país, es decir, fortalecer los postgrados nacionales con becas a nivel doctoral, garantizar la inserción de los nuevos doctorandos en instituciones académicas y mantener una política a largo plazo de financiamiento a la investigación prioritaria.
Finalmente, las implicaciones económicas de la inmigración de cerebros -aquellos que producen conocimientos-, es que no existe desarrollo industrial, porque este proviene precisamente de las investigaciones de carácter científico y tecnológico.
Foto: imigratoria.blogspot.com