Sabemos más del espacio que de nuestros océanos, parece una frase exagerada pero tiene algo de verdad: los océanos son tan extensos, profundos e insondables, que poco ha sido visto por nuestros ojos. Muchos imaginamos que el fondo marino es una vasta extensión de arena, pero es un paisaje irregular y dinámico con tanta variación como cualquier otro lugar en la tierra. Las montañas surgen de las llanuras submarinas, con taludes que se extienden a kilómetros de profundidad, las aguas termales surgen a través de fisuras en las rocas y las corrientes de salmuera se acumulan en lagos y ríos submarinos. Estas cumbres y valles están formados por los mismos elementos que se encuentran en la tierra.
Desde 1868 los científicos han documentado la presencia de minerales en el fondo marino, cuando un barco de dragado ruso extrajo un trozo de hierro. Desde entonces y durante más de un siglo, los oceanógrafos han continuado identificando metales: cobre, níquel, plata, oro e incluso piedras preciosas, mientras que las compañías mineras buscan una forma práctica de desenterrarlos. Julio Verne describió la minería del fondo del océano en su libro de 1870, Veinte Mil Leguas de Viaje Submarino. Casi 150 años después, muchas de las corporaciones mineras más grandes del mundo han lanzado programas de minería submarina.
En la costa de África, el Grupo De Beers está utilizando una flota de barcos especializados para arrastrar maquinaria por el fondo del mar en busca de diamantes. En 2018, esos barcos extrajeron 1,4 millones de quilates de las aguas costeras de Namibia (1 quilate = 0,2 gramos). Otra corporación, Nautilus Minerals, está trabajando en las aguas territoriales de Papua Nueva Guinea para explotar un área de aguas termales submarinas contentivas de metales preciosos, mientras que Corea del Sur y Japón se han embarcado en proyectos nacionales para explotar sus propios depósitos en alta mar. Pero el mayor premio para las compañías mineras será el acceso a aguas internacionales, que cubren más de la mitad del fondo marino global.
Las llanuras de aguas profundas albergan los nódulos metálicos que los exploradores descubrieron por primera vez hace un siglo y medio. Las compañías mineras creen que los nódulos serán más fáciles de extraer que otros depósitos del fondo marino. Los nódulos son trozos aislados de rocas en el fondo del mar que generalmente varían desde el tamaño de una pelota de golf hasta el de una naranja, por lo que se pueden levantar del sedimento con relativa facilidad. Los metales primarios en los nódulos son cobre, manganeso, níquel y cobalto, materiales cruciales en las baterías modernas. La batería de un carro eléctrico requiere 84 kg de cobre, 56 kg de níquel y 7 kg de manganeso y cobalto. En un planeta con mil millones de automóviles, la conversión a vehículos eléctricos requeriría varias veces más metal que todos los suministros terrestres existentes. A medida que los celulares, las computadoras portátiles y los vehículos eléctricos aumenten la demanda de esos metales, muchas personas creen que los nódulos son la mejor manera de migrar de los combustibles fósiles a la energía de las baterías.
Hasta el momento, la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (AIFM), un organismo de las Naciones Unidas compuesto por 168 países, ha otorgado 29 licencias para actividades de exploración para promover y regular la minería en aguas profundas. Las compañías han diseñado y construido vehículos, los han bajado hasta el fondo y comenzado a probar métodos de dragado y extracción mientras esperan que la AIFM complete el Código de Minería y abra las compuertas para la extracción comercial. La semana pasada, la comisión legal y técnica de la AIFM se reunió en Sudáfrica y prometió que las regulaciones se finalizarán para el 2020. La mayoría de estas licencias autorizan a los contratistas a explotar una sola llanura de aguas profundas, conocida como la Zona Clarion-Clipperton que se extiende a lo largo de 4,4 millones de km2 entre Hawái y México, una área equivalente a 4,8 veces Venezuela.
A plena capacidad, estas compañías esperan dragar miles de kilómetros cuadrados al año. Sus vehículos de recolección se arrastrarán raspando las primeras capas del fondo oceánico. Las naves en la superficie extraerán toneladas de sedimento a través de mangueras, eliminarán los nódulos metálicos y luego arrojarán el resto al agua. Parte de esa suspensión derivará en la corriente hasta que se asiente en los ecosistemas cercanos. Un estudio realizado por la Real Academia de Ciencias de Suecia predijo que cada barco minero liberará 56 mil metros cúbicos de “desechos” cada día, lo suficiente como para llenar un tren de carga de 25 km de largo. Concluyendo en su estudio que muchos seres vivos no podrán hacer frente al impacto y comunidades enteras se verán gravemente afectadas por la pérdida de individuos y especies.
Mientras los científicos luchan por llegar al océano profundo, el impacto humano ya ha llegado allí. La mayoría de nosotros estamos familiarizados con los daños al agua costera: sobrepesca, derrames de petróleo y contaminación, por nombrar algunos. El daño ambiental de la producción de petróleo también está migrando a aguas más profundas, pero quizás la mayor alarma en los últimos años fue el descubrimiento de plástico en el océano. Los científicos estiman que 8 millardos de kilogramos de plástico son arrojados al océano cada año y parte se acumula en el fondo.
Aunque las compañías mineras pueden prometer extraer metal del fondo marino con un daño mínimo al ambiente circundante. ¡Creer esto requiere fe! Choca con la fuerza de la historia humana, la ley de las consecuencias no deseadas y la inevitabilidad de los errores. Los daños de la quema de combustibles fósiles y el impacto de la minería terrestre están fuera de discusión, pero el costo de saquear el océano es imposible de conocer. ¿Por qué es necesario extraer el océano? Siglos de minería en la tierra han tenido un precio devastador, tal como lo hemos visto en el Arco Minero, con montañas seccionadas, ríos contaminados y especies exterminadas. Dada la devastación de la minería terrestre, me pregunto ¿no deberíamos poner en tela de juicio la extracción en el mar?
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