En las últimas semanas, un área de 11.655 kilómetros cuadrados en los estados Apure, Guárico, Monagas, Delta Amacuro, Bolívar y Amazonas se ha visto afectada por devastadoras inundaciones, destruyendo cientos de hogares y obligando a miles de personas a evacuar la zona. La mayoría de nosotros pensamos en las inundaciones como brutales actos de la naturaleza, pero eso es incorrecto. Los científicos indican que el daño hecho con el ambiente tiene mucho que ver con la trasformación del agua de lluvia en agua de inundación.
En Venezuela hacemos poco en materia de cambio climático, a pesar de los serios desequilibrios ecológicos que presenta el país actualmente y cuyas graves consecuencias, para la sostenibilidad de la vida, se verán en los próximos años. Según proyecciones de la profesora Alicia Villamizar de la Universidad Simón Bolívar, para el año 2060 en nuestro país se reducirá la cantidad anual de lluvias y se incrementará el nivel del mar.
El cambio climático es algo serio y creo no terminamos de hacer caso a pesar de que, no solo los activistas, sino también la ficción, llevan décadas advirtiéndolo.Así, un país devastado y asolado por huracanes, inundaciones o sequías no es ya únicamente una imagen recurrente en las aulas universitarias y coloquios de ciencia, sino que es un escenario cada vez más presente en el arte, especialmente en la literatura y el cine. Ante la evidente disolución de los límites entre la ciencia climática y la narrativa de ficción, los escenarios pronosticados se han instalado en la producción literaria y cinematográfica contemporánea. Aunque en la actualidad ya no se identifican estas narrativas como ciencia ficción, sino que se les conoce como ficción climática o “cli-fi”, en clara alusión al célebre sci-fi.
La reciente adopción de este término busca dar nombre a un género de películas y novelas, así como otras obras creativas, que exploran las posibles consecuencias catastróficas del cambio ambiental en nuestro planeta. No es un concepto completamente nuevo, Julio Verne jugó con la idea en algunas de sus novelas en la década de 1880, pero el tema del cambio hecho por el hombre no aparece claramente en la literatura hasta bien entrado el siglo XX. El autor británico J. G. Ballard fue pionero en la narración del apocalipsis ambiental en libros como El viento de ninguna parte.
A diferencia de la ciencia ficción tradicional, sus historias rara vez se enfocan en tecnologías imaginarias o planetas lejanos. En cambio, los temas centrales son todos acerca de la Tierra, examinando el impacto de la contaminación, el aumento del nivel del mar y el calentamiento global en la civilización humana. Además, ayuda a vincular la ciencia con las humanidades y el activismo, lo cual hace que los problemas ambientales sean más accesibles para los lectores jóvenes, demostrando que la literatura es una herramienta sorprendentemente valiosa en los esfuerzos colectivos para enfrentar el calentamiento global.
A medida que la conciencia general sobre el cambio climático aumenta, también lo hace la popularidad de estos temas, así la búsqueda del término “ficción climática” en Google hoy arroja más de 440.000 resultados. Desde el cambio de milenio, el cli-fi ha evolucionado de un subgénero de la ciencia ficción a una clase propia, convirtiendo al cli-fi en un fenómeno literario verdaderamente moderno: nació como un meme y se elevó a un género distinto gracias al poder de las redes sociales. Hoy cli-fi tiene un hashtag activamente usado en Twitter, dos listas de libros creadas por el usuario en Goodreads y varios grupos de Facebook, incluido uno dedicado exclusivamente a la ficción climática para jóvenes, que gana popularidad entre los lectores de secundaria y en edad universitaria. Sarah Holding escribió que el género “reconecta a los lectores jóvenes con su entorno, ayudándoles a valorarlo más, especialmente cuando hoy en día, una gran cantidad de su tiempo se gasta en el mundo virtual”.
Esta fusión de la ciencia y las humanidades puede tener consecuencias prácticas, fomentando un estudio más serio de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, que puede intimidar a los estudiantes.
Con la literatura y la escritura creativa como una entrada cómoda, la ciencia sería accesible para los alumnos que piensan que no están interesados en estas áreas del conocimiento.
Entonces, ¿puede la literatura o el cine ayudar a concienciar para que la distopía nunca llegue a ser real? No todos están convencidos del potencial del cli-fi. Es claro que las historias nunca podrán ser una solución en sí mismas, pero tienen la capacidad de inspirar a la acción, que es quizás la razón por la cual el atractivo de los jóvenes lectores es tan prometedor. Como científicos y líderes del mañana, pueden ser más capaces de abordar problemas climáticos con mayor éxito que las generaciones anteriores. El cli-fi, como la ciencia detrás de él, a menudo presenta sombrías visiones del futuro, pero dentro de tales profecías aterradoras se encuentra la posibilidad real de que no es demasiado tarde para dirigimos en una dirección diferente.
Por lo tanto, si la amenaza climática que se cierne sobre nosotros aumenta, también deberá aumentar el vocabulario designado para darle sentido a esta amenaza, y es ahí donde la conjugación del arte con la ciencia crea aportes no sólo sorprendentes, sino muchas veces indispensables.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.