Un agujero gemelo

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El agujero de la capa de ozono sobre el antártico, en el hemisferio sur, es bien conocido. Pero, este año apareció un gemelo. Se ha creado un “agujero de ozono” sobre el Ártico, una ocurrencia rara, que según los científicos ha sido el mayor agujero atmosférico jamás registrado sobre el polo norte. El agujero, que ha sido rastreado desde el espacio y la superficie terrestre en las últimas semanas, ha alcanzado dimensiones récord, pero no se espera que represente ningún peligro para nosotros a menos que se mueva más hacia el sur.

Los agujeros de ozono anteriores sobre el Polo Norte se detectaron en 1997 y 2011, pero el agotamiento de este año, generó un área que mide un poco menos que nuestro estado Amazonas, siendo el más grande en los 41 años de registro. Las temperaturas inusualmente bajas en la región polar y la presencia de sustancias químicas que destruyen al ozono como el cloro y el bromo, causaron el agotamiento récord de la capa protectora de la Tierra sobre el Ártico. 

Mientras, veníamos avanzando con la recuperación del ozono estratosférico en el antártico (Polo Sur), que alcanzó el pasado noviembre un mínimo histórico, lo que demuestra el éxito de los esfuerzos para reducir la producción de contaminantes nocivos, establecidos en el Protocolo de Montreal de 1987. Pero algunas fuentes de contaminación parecen seguir actuando, por ejemplo en 2018, se detectaron emisiones no autorizadas desde China. 

El agotamiento de la capa de ozono

Pero, ¿cómo se adelgaza la capa de ozono? El ozono es una molécula altamente reactiva compuesta por tres átomos de oxígeno, que se produce naturalmente en pequeñas cantidades. Normalmente forma una capa protectora en la estratosfera, a unos 10 a 50 kilómetros del suelo, protege a la superficie del planeta de la nociva radiación ultravioleta del sol que puede dañar plantas y animales, y afecta a las personas al causar cataratas, cáncer de piel y puede suprimir al sistema inmune. En 1974, los científicos descubrieron que los productos químicos llamados clorofluorocarbonos, o CFC, utilizados en propelentes de aerosol (spray) y refrigeración, destruían el ozono atmosférico.

En este caso, las fuentes de productos químicos que agotaron el ozono no fueron un factor causante del nuevo agujero, tampoco parece estar relacionado de manera alguna con las cuarentenas debidas al COVID-19, que han reducido drásticamente la contaminación del aire y las emisiones de gases de efecto invernadero. También es demasiado pronto para decir si las condiciones inusualmente estables del vórtice polar ártico están vinculadas con la crisis climática o son parte de la variabilidad climática natural.

Los científicos saben desde hace mucho tiempo que las nubes estratosféricas polares juegan un papel clave en la destrucción del ozono en la Tierra, porque proporcionan una superficie alta en la atmósfera para que tengan lugar reacciones químicas, capaces de liberar formas dañinas de cloro. Los investigadores creen que el agotamiento del ozono en el Ártico ocurrido en marzo, fue causado por poderosos vientos del oeste que fluyeron alrededor del Polo Norte y atraparon aire frío dentro de un “vórtice polar”. Había más aire frío sobre el Ártico que en cualquier invierno registrado desde 1979, estas temperaturas frías formaron nubes a gran altitud impregnadas de los clorofluorocarbonados y comenzaron las reacciones de destrucción del ozono. 

Estas condiciones son raras en el Ártico, donde generalmente es más cálido y variable, con respecto al Antártico, para que se formen nubes a gran altitud. En un año típico, las masas de aire viajan hacia arriba desde la atmósfera inferior para irrumpir los vientos circumpolares que giran alrededor del Ártico. Cuando irrumpen los vientos polares, hacen dos cosas. Primero, traen consigo ozono de otras partes de la estratosfera, reponiéndolo sobre el Ártico.

Pensemos como si tuviéramos una capa de pintura verde (baja en ozono) en la parte superior de un cuñete y en la parte inferior, pintura blanca con alto contenido de ozono. Lo agitamos, y aparecen olas de la pintura blanca, con mayores cantidades de ozono proveniente de las latitudes medias, que se mezclan con la pintura verde, enriqueciéndola en ozono. El segundo efecto se relaciona con el calentamiento del aire ártico. Las temperaturas más cálidas hacen que las condiciones sean desfavorables para la formación de nubes estratosféricas polares. Estas nubes permiten la liberación de cloro para las reacciones que agotan el ozono. 

Mantener la guardia

De lo anterior, desde diciembre de 2019 hasta marzo de 2020, los eventos de olas estratosféricas fueron débiles y no interrumpieron los vientos polares. Los vientos actuaron como una barrera, evitando que el ozono de otras partes de la atmósfera repusieran los bajos niveles de ozono sobre el Ártico. Además, la estratosfera permaneció fría, lo que condujo a la formación de nubes estratosféricas polares que permitieron que las reacciones químicas liberaran formas reactivas de cloro y causaran el agotamiento del ozono.

Según los datos actuales, se cree que el agujero desaparecerá por completo dentro de poco, a medida que el aire polar se mezcle con aire rico en ozono de las latitudes más bajas. Aun cuando desaparezca, este debe ser un recordatorio de que no debemos bajar la guardia con el tema ambiental, que las observaciones desde tierra y desde los satélites son fundamentales para evitar una situación en la que los niveles de cloro y bromo en la estratosfera puedan aumentar nuevamente en nuestra atmósfera.

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