En la actualidad la falsificación de documentos y todo tipo de productos supone un grave problema a nivel internacional. Recientemente leí que la policía de Londres había capturado y acusado a Robert Czernik de «vender bienes susceptibles de ser confundidos con una marca registrada». Eso no suena como una ofensa, pero los productos en cuestión eran airbags falsificados para carros que no habrían funcionado correctamente en caso de una colisión.
Esto nos recuerda que toda clase de bienes están sujetos a ser falsificados. Los investigadores han tratado de contrarrestar el problema durante cientos de años utilizando dispositivos destinados a probar su autenticidad. En la Edad Media, los sellos de cera eran el método preferido. Hoy en día son los hologramas y las marcas de agua.
Para ver nuestros mejores esfuerzos contra la falsificación, sólo tiene que ver su cartera: los billetes de banco están llenos de mecanismos que cambian de color, marcas de agua y tintas luminiscentes. Pero el principio ha sido el mismo todo el tiempo, diseños extremadamente difíciles de copiar. Sin embargo, la clonación de cada una de estas características es posible si se tiene el tiempo y los recursos. El problema es que «extremadamente difícil» no siempre es suficiente y necesitamos de etiquetas que sean imposibles de copiar.
Los delincuentes hacen un gran comercio en el forjamiento de los productos de consumo, incluyendo cigarrillos, bebidas alcohólicas y medicamentos. El mercado de las falsificaciones supone el 10% del comercio a nivel mundial, lo que presume unas pérdidas anuales de más de 600.000 millones de dólares para los fabricantes. Hacer respetar la ley, así como procesar a los supuestos infractores, no es nada fácil y las penas suelen ser indulgentes.
Por otra parte, el crecimiento del comercio electrónico permite la compra en línea de medicamentos, siendo un factor clave en el aumento del comercio de falsificaciones, dado que vincula directamente a los consumidores con los proveedores de productos controlados fuera de la cadena de distribución lícita y de la autoridad sanitaria.
En este sentido, IBM lanzó un sistema electrónico basado en la tecnología de identificación por radiofrecuencia (RFID) para ayudar a la industria farmacéutica en su lucha contra la falsificación de medicamentos. La solución permite realizar un seguimiento de las medicinas a través de la cadena de suministro hasta que llega a manos de los consumidores.
El problema es más complejo en los países en desarrollo donde la mitad de las medicinas compradas en línea son falsificaciones.
Según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), “un producto farmacéutico falsificado es aquél que ha sido deliberada y fraudulentamente mal rotulado en relación con su identidad o su procedencia”. La falsificación puede aplicarse tanto a productos de marca como a productos genéricos. Entre los productos falsificados pueden figurar aquellos que contengan los componentes equivocados, con una cantidad insuficiente o sin principios activos e incluso con envases copiados. Esas falsificaciones engañan a los pacientes haciéndoles creer que están tomando un medicamento destinado a preservar o mejorar su salud, cuando en realidad no es así.
Los medicamentos de mala calidad son una amenaza real para la lucha contra el VIH/SIDA, la malaria y la tuberculosis, según una serie de artículos publicados recientemente. Los científicos informan que hasta un 41% de los casi 17.000 medicamentos analizados no cumplieron las normas de calidad.
De acuerdo con expertos en el área de la salud, muchos de los medicamentos que circulan actualmente en el territorio venezolano se venden por vías ilegales, son adulterados, tienen etiquetas falsas y carecen de registro sanitario, sobre todo en las actuales condiciones socioeconómicas de Venezuela. Por ello, hay una necesidad urgente de colaboración entre expertos en política, ciencia, tecnología, vigilancia, epidemiología y logística, con el fin de asegurar las cadenas de suministro.
Están surgiendo nuevas metodologías para poner a prueba la calidad de los medicamentos. Las propuestas incluyen un acuerdo global, similar al Convenio Marco para el Control del Tabaco y la aplicación de estrictas leyes nacionales para procesar a los que venden medicamentos falsificados.
En la mayoría de las situaciones las falsificaciones no necesitan ser perfectas porque el punto no es engañar a los expertos, sino a la gente común. Una estrategia tecnológica eficaz contra la falsificación, debe tener en cuenta los tres principios clave siguientes:
(1) emplear sistemas de codificación e identificación para los embalajes secundarios de productos farmacéuticos. Otra opción consiste en diseñar cajas plegables cuyo cartón se rompe irremediablemente (prueba de que ha habido una manipulación indebida) cuando se abre el embalaje por primera vez.
(2) utilizar características visibles e invisibles para autenticar los productos. Se trata de los marcadores químicos que permiten la integración de una huella que puede estar incorporada en diferentes elementos del embalaje y
(3) garantizar la integridad del embalaje de origen del fabricante, a lo largo de la cadena de suministro.
La buena noticia es que estas tecnologías pueden aportar una contribución eficaz a la elaboración de estrategias eficaces contra la falsificación, especialmente en los ámbitos de la autenticación y la rastreabilidad.
Foto: Archivo.
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