Los venezolanos vemos cientos de publicaciones científicas en las redes sociales durante el transcurso de un año, “aumentando” nuestra comprensión científica del mundo. Teniendo en cuenta que consumimos cantidades masivas de medios todos los días, algunos informes muestran que la persona promedio pasa entre dos y cinco horas al día mirando una pantalla, es esencial que verifiquemos la calidad de la información que absorbemos. Por otro lado, los usuarios pueden publicar todo lo que quieran en el mundo del Internet, apenas filtrado, como hemos visto en la amplia difusión de noticias falsas en las redes sociales.
Las noticias falsas, no son tan frecuentes o influyentes como las noticias con una pizca de verdad empapada en titulares engañosos, apoyo en pseudociencia, simplificación excesiva de los hechos y cobertura sesgada. El vehículo principal para la expansión de la información engañosa no es otro que las redes sociales. Si bien las teorías de conspiración infundadas han entrado en los principales medios de comunicación y han sido difundidas por los actores políticos, el ámbito científico sigue siendo un área en la que el público está mal informado sobre temas clave como vacunas, medicamentos, alimentos genéticamente modificados, etc.
Debido a que la mayoría tenemos bases débiles en química, biología o neurociencia, es fácil manipular a las masas con titulares atractivos como “La pasta conduce a la pérdida de peso” después de una serie de estudios cuestionables financiados por la “Cámara de productores de Pasta”, o promocionando tratamientos médicos no probados, como tomar sábila con güisqui para “curar el cáncer”.
Las redes sociales son un arma de doble filo. Los sitios como YouTube, Facebook y Twitter, con su gran audiencia y facilidad de acceso, pueden ser grandes plataformas para promover la alfabetización científica y educar al público sobre estos conceptos, pero solo si la información proporcionada es objetivamente precisa. Busquemos por ejemplo “cambio climático” en YouTube y encontraremos un video que niega su existencia.
De hecho, un nuevo estudio sugiere que los negadores y los teóricos de la conspiración podrían tener ventaja por el atractivo de sus “noticias”. Este estudio de Joachim Allgaier, quien analizó el contenido de una muestra aleatoria de 200 videos de YouTube relacionados con el cambio climático, descubrió que la mayoría (107) de los videos negaban que el cambio climático fuera causado por humanos o afirmaban que el cambio climático era una conspiración.
Los videos que venden las teorías de la conspiración recibieron el mayor número de visitas. Y quienes difundieron estas teorías utilizaron términos como “geoingeniería” para hacer parecer que sus afirmaciones tenían una base científica cuando, de hecho, no la tenían. El estudio destaca el papel clave del uso de las redes sociales en la difusión de información científica errónea y sugiere que los científicos deberían ser más activos en el desarrollo de formas creativas y convincentes para comunicar sus hallazgos. Pero lo más importante, son los efectos que la información científica manipulada maliciosamente puede tener en nuestro comportamiento, individualmente y como sociedad.
El cambio climático está lejos de ser la única área donde podríamos ver una tendencia a la desinformación en línea sobre la ciencia, triunfando sobre hechos científicamente válidos. Tomemos un tema como las enfermedades infecciosas y quizás el ejemplo más conocido es de las vacunas contra sarampión, papera y rubéola. A pesar de las grandes cantidades de información en línea sobre la seguridad de las vacunas, las falsas afirmaciones de que tiene efectos nocivos se han extendido ampliamente y han provocado la caída de los niveles de vacunación en muchos países del mundo.
Pero no solo las teorías conspirativas bien conocidas están causando un problema. En mayo de 2018, un “alborotador” durante el apogeo del brote del virus Nipah que se cobró 17 vidas en el estado de Kerala (India), falsificó el membrete del Oficial Médico del Distrito y difundió un mensaje alegando que Nipah se estaba extendiendo a través de la carne de pollo. En realidad, el estudio científico establecía que el murciélago de la fruta era el huésped del virus. A medida que el rumor infundado se volvió viral a través de WhatsApp, los consumidores desconfiaron en consumir pollo, haciendo que los ingresos de los comerciantes de pollos cayeran en picada. Los efectos de la información errónea que rodea a las vacunas y el virus Nipah en el comportamiento humano no deberían sorprendernos dado que sabemos que nuestra memoria es maleable.
Redes sociales y pseudociencia
Este problema se complica aún más por los algoritmos de personalización subyacentes en las redes sociales. Estos tienden a alimentarnos con contenido consistente a nuestras creencias y patrones de “clic”, lo que ayuda a fortalecer la aceptación de la información errónea. A alguien que es escéptico sobre el cambio climático se le puede dar un flujo creciente de contenido que niega que sea causado por humanos, lo que hace que sea menos probable que tome medidas personales o vote para abordar el problema.
Entonces, ¿cómo enfrentamos este problema? El desafío es mayor por el hecho de que simplemente proporcionar información científica correctiva puede reforzar la conciencia de las personas sobre las falsedades. También tenemos que superar la resistencia de las creencias y prejuicios ideológicos de las personas. Los científicos también debemos involucrarnos más para asegurarnos que el trabajo no sea mal utilizado, como en el caso de términos como “geoingeniería” que son secuestrados por los negadores del clima de YouTube. Pero en el caso del consenso sobre el cambio climático, que considera que hasta el 99% de los científicos del clima están de acuerdo en que los humanos somos responsables, tenemos algo tan cercano a la certeza como la ciencia.
Los científicos debemos comunicarnos con el público mediante estrategias innovadoras y persuasivas. Esto incluye crear contenido propio en redes sociales para no solo cambiar las creencias sino también influir en los comportamientos. Solo entonces podremos cortar la propagación de las comunidades de pseudociencia.
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