La seguridad alimentaria apareció en las agendas políticas a raíz de los sucesos que se desencadenaron tras la aparición de la crisis financiera y alimentaria de 2008. El impacto de la crisis no se transfirió de la misma manera a todos los países y las respuestas descoordinadas de los grandes productores mundiales agravaron el impacto negativo y crearon inestabilidad y un aumento general de precios.
El impacto negativo que esta crisis tuvo en la seguridad alimentaria mundial no se hizo esperar. El avance en el segundo objetivo del milenio, de disminuir a la mitad el porcentaje de personas con desnutrición se ralentizó bruscamente. En el caso de nuestro país, además de una brusca caída del producto interno bruto se observó un rápido aumento de la “pobreza alimentaria”. La perspectiva de la seguridad alimentaria y nutricional en Venezuela se debe abordar a partir del acceso, disponibilidad y estabilidad de la oferta, así como desde la malnutrición: obesidad y desnutrición.
¿De qué discutimos cuando hablamos de seguridad alimentaria? Conforme a la definición acordada en la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 en la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), «existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en todo momento acceso material y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana».
Por lo anterior, las autoridades agrícolas mundiales coinciden en la necesidad de abordar una serie de problemas vinculados entre sí para enfrentar los requerimientos mundiales para un abastecimiento seguro y sostenible de alimentos, identificándose problemas en la tecnología, la cultura de las comunidades y la confianza, que son requisitos clave para ofrecer la seguridad alimentaria. El renovado interés que se ha dado a la seguridad alimentaria se debe: (i) al aumento de la población y la urbanización, (ii) cambios en las prácticas agrícolas y el clima, (iii) el aumento de la intervención tecnológica en la producción de alimentos, (vi) el aumento del volumen y la diversidad de su comercio, (v) cambios en los requisitos para la preparación de alimentos y (vi) el aumento en los estándares de higiene y calidad, cada vez más rigurosos.
La globalización y la apertura a los mercados, han conformado un contexto en el cual la posición dominante consiste en lograr la seguridad alimentaria a partir de las ventajas comparativas y competitivas. En esta lógica, ha resultado más conveniente para Venezuela importar los alimentos, aumentando con ello nuestra dependencia. ¿Esto fue lo más conveniente para la población? Las evidencias no parecen apoyar del todo esta posición. Una consecuencia de esta forma de concebir la seguridad alimentaria es el aumento de la pobreza por hambre: la pobreza extrema. Si esta ha sido la senda recorrida por la seguridad alimentaria en las últimas décadas, ¿no es motivo suficiente para replantear dicha política con miras a los años venideros?
Venezuela se debate en medio de una serie de encrucijadas que urge resolver en aras de convertirnos, en el menor tiempo posible, en un país con equidad, justicia y dignidad para toda su población lo cual implica, debemos insistir una y otra vez, en el pleno y universal cumplimiento de los derechos humanos. Uno de ellos se expresa en la producción y disponibilidad suficiente de alimentos para toda la población.
Ante las alarmantes necesidades alimentarias por disponibilidad y acceso de alimentos, es necesario que, desde el gobierno, el sector privado, la Academia y la sociedad en general se propenda a la búsqueda de alternativas tecnológicas y culturales concertadas, con el propósito de contribuir al fortalecimiento de la seguridad alimentaria y la calidad de vida. Se requiere que las autoridades instrumenten políticas públicas que promuevan la producción nacional, “lo hecho por venezolanos para venezolanos”.
Todos estamos de acuerdo en que necesitamos garantizar la seguridad alimentaria a lo largo de toda la cadena, ya que tenemos soluciones alimentarias complejas que implican productos frescos y procesados, de origen nacional e importado. La protección a la salud de los consumidores requiere un esfuerzo de las partes interesadas, así como la coordinación efectiva mediante el control y la gestión.
La gestión de la seguridad alimentaria requiere hoy trabajar a tres niveles: Control, prevención y anticipación, en esta triple vía están evolucionando los sistemas de prevención, higiene e inspección actuales. Esto no es posible sin innovación que permita soluciones nuevas a las problemáticas usuales y otras emergentes. Es así como el enfoque para afrontar el hambre desde la ciencia y la tecnología, constituye una alternativa viable y adecuada para ahondar en el conocimiento de los alimentos a través de toda la cadena (producción, transformación, comercialización, consumo y utilización biológica) y potenciar sus bondades nutricionales y funcionales o de uso culinario.
Es por ello que la alternativa de la tecnología y la ingeniería en la reducción del hambre en el mundo debe ser compartida con visión de futuro, con solidaridad, de compromiso social, de respeto y reconocimiento de las personas; lo cual facilitaría la integración de saberes para la solución del problema del hambre y atraer los diferentes actores de la sociedad a tomar conciencia de la responsabilidad de todos en la construcción de un mundo mejor y más humano.
Es así como se debe comenzar por reconocer que la Agronomía y la Zootecnia, entre otras profesiones, aportan los conocimientos necesarios para la producción de alimentos de excelente calidad. Asimismo, que los especialistas en el desarrollo de nuevos productos alimenticios y procesos (Científicos y Tecnólogos de Alimentos, Ingenieros de Alimentos, Sociólogos, Médicos, Bioquímicos, Nutricionistas, etc), trabajando conjuntamente pueden desarrollar nuevos alimentos que satisfagan las necesidades nutricionales, las expectativas y los nuevos estilos de vida de los consumidores.