Una conspiración sucede cuando dos o más personas participan para planear secretamente una o varias acciones que les permitan obtener beneficios, mientras que una sola persona no puede conspirar, etimológicamente hablando: solo puede tramar, urdir o maquinar. Para que la conspiración funcione, los planes deben mantenerse ocultos porque son ilegales, inmorales o porque su encubrimiento les confiere ventajas económicas o de poder. Además, revelar el secreto se transforma en un elemento fundamental a la hora de desenmascarar una conspiración; demuestra la intención de los confabulados y devela ante el mundo su duplicidad, intensificada por la colaboración necesaria para obtener sus fines.
La experiencia cotidiana, nuestros libros de historia e incluso las noticias, muestran que las conspiraciones existen. Cuando el análisis no lo puede explicar, entonces aparecen las teorías conspirativas. Una teoría de la conspiración es una explicación de un evento o situación que invoca una conspiración; generalmente involucra un acto ilegal o dañino llevado a cabo por el gobierno u otros actores poderosos.
Famosas son las teorías de la conspiración sobre los últimos días de Bolívar, el asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, la muerte de Renny Ottolina, el derrumbe del sistema financiero en 1994 y más recientemente la actuación de una red criminal internacional dedicada a sacar de circulación los billetes de 100 bolívares. Ante cada teoría de la conspiración es necesario recordar la famosa frase de Carl Sagan: “afirmaciones extraordinarias requieren de evidencia extraordinaria”.
Más allá, sería fabuloso tener una herramienta analítica para descartar, con ayuda de las matemáticas, las hipótesis de una gran conspiración. Eso mismo debió pensar David Grimes, de la Universidad de Oxford. En el 2016, publicó su trabajo en la revista PLOS ONE, donde derivó una ecuación (distribución de Poisson) en función de tres variables fundamentales: su duración en el tiempo como secreto no expuesto, el número de personas involucradas y la probabilidad anual de que un participante confesara o sufriera una fuga de información involuntaria.
Estudió cuatro casos ampliamente conocidos:
• Los alunizajes del Apolo fueron filmados en un estudio de cine.
• El cambio climático es mentira.
• Las vacunas son peligrosas y causan autismo.
• Las compañías farmacéuticas han ocultado una cura para el cáncer.
Grimes estimó que en el programa Apolo se emplearon a 411.000 personas tan solo en la NASA de los años 60, que hay aproximadamente 405.000 científicos involucrados en los estudios sobre el cambio climático y más de 736.000 personas que manejan la información relacionada con las vacunas y, por último, que los empleados de las grandes farmacéuticas (Johnson & Johnson, Pfizer, Sanofi, entre otras) suman un total de 714.000 posibles “sapos”.
El análisis del Dr. Grimes sugiere que si estas cuatro conspiraciones fueran reales, la mayoría probablemente se habría revelado. Específicamente, el embuste del aterrizaje lunar se habría revelado en 3,7 años, mientras que el fraude del cambio climático entre 3,7 y 26,8 años, la conspiración de las vacunas que causan autismo en un intervalo de tiempo de 3,2 a 34,8 años y la conspiración de ocultamiento de una vacuna para el cáncer debió destaparse en 3,2 años.
La ecuación utilizada en los cálculos fue ajustada usando datos de tres conspiraciones reales: (1) Programa PRISM de vigilancia secreta de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) norteamericana, develado por Edward Snowden en 2013; (2) el experimento Tuskegee llevado a cabo por el Departamento de Salud Pública norteamericano, que analizó la incidencia de la sífilis sobre la población afroamericana del estado de Alabama, y que negó el tratamiento conocido, penicilina, a cientos de personas infectadas desde finales de los años 40 hasta su información en 1972 por el médico Peter Buxtun, y (3) el escándalo, revelado por el Dr. Frederic Whitehurst, que afectó al laboratorio forense del FBI en 1998, en el que se descubrieron fallos graves en los protocolos de análisis que afectaron el resultado de juicios de más de 10.000 personas, algunas de las cuales fueron condenadas a muerte con pruebas obtenidas de forma errónea.
Dada la popularidad del chisme en nuestra especie, parece que las grandes conspiraciones son inviables, por lo tanto es más razonable creer que el aterrizaje lunar fue real. Aunque la desconfianza y el sesgo cognitivo son tan fuertes que las personas sólo están interesadas en consumir información que concuerde con sus puntos de vista, incluso cuando son demostrablemente falsos. Aunque creo que es difícil influir sobre los que tienen una convicción…
Espero demostrar con este artículo cuán asombrosamente inverosímiles son algunas supuestas conspiraciones, en especial las relacionadas con la ciencia.