No más juegos

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Con frecuencia nos encontramos en situaciones donde la negociación es la herramienta principal para solucionar conflictos, desde escenarios comunes como huelgas o discusiones legales hasta actos complejos como las amenazas de guerra con armas nucleares. Dentro de este contexto, es importante tener en cuenta que las negociaciones constituyen gran parte del comportamiento humano y es fundamental saber manejarlas para obtener los resultados esperados. El teórico del juego Thomas Schelling, quien murió el año pasado, es uno de los grandes héroes no reconocidos de la ciencia. Fue en gran medida su análisis de la estrategia nuclear lo que impidió que los EE.UU. y la URSS convirtieran la guerra fría en una caliente, y evitar el holocausto de la raza humana.

Ese conflicto polarizado no es historia pasada. En lugar de dos superpotencias, al menos nueve estados tienen armas nucleares, siendo la última Corea del Norte. Ésa no es toda la historia: las tensiones nucleares también han venido creciendo por las actualizaciones “inofensivas” del arsenal nuclear estadounidense. La carrera armamentista está de vuelta.

Estudiar la estrategia del conflicto implica aceptar que la mayoría de las situaciones dentro de un conflicto son básicamente situaciones de negociación. En estos casos, es necesario que las partes implicadas posean ciertas habilidades para persuadir sobre las decisiones del otro, motivados por sus intereses personales. En este contexto, la estrategia y la posibilidad de alcanzar determinado objetivo, no depende de la aplicación eficiente de la fuerza sino de saber influenciar a los otros, teniendo en cuenta que en algunos casos la negociación será de forma explícita, como ofrecer concesiones, o puede darse de forma tácita como ocupar un territorio.

Schelling en su escrito “Sesenta años asombrosos: El legado de Hiroshima”, se refiere a las armas nucleares como un método de comunicación tácita de amenaza de ataque, mencionando la necesidad de mantener el tabú respecto a su uso. La estrategia de la disuasión nuclear podría definirse como aquella que pretende renunciar a la guerra nuclear y hacer imposible esta. Se basa en que un número limitado de armas nucleares puede originar daños intolerables capaces de disuadir a un agresor potencial. Trata de alcanzar el objetivo político, no mediante la victoria militar, sino por la acción indirecta, gracias a la paralización del adversario, es decir, gracias a la disuasión a la que se le somete.

En la actualidad, no nos enfrentamos a un escenario de Schelling de dos estados mutuamente hostiles, sino a un nudo gordiano de intereses nacionales entrelazados e incompatibles. Entonces, ¿cómo resolver el caso coreano? No hay respuestas fáciles. Para cortar el nudo, el objetivo tiene que ser convencer al liderazgo norcoreano de que no necesita armas nucleares para evitar ser invadido y derrocado. El «reino eremítico» debe ser atraído hacia la comunidad moderna de naciones, donde el pensamiento de «nación contra nación» es cada vez más obsoleto y los estados tienen cada vez menos probabilidades de resolver sus diferencias mediante la violencia.

El caso coreano será un proceso largo y delicado, con mucho riesgo de dar un paso en falso. También significa hablar con un régimen cuyas palabras y hechos son deshonestos. Pero el mundo no tiene una mejor opción. El largo estancamiento está desmoronándose actualmente, otras potencias nucleares están observando de cerca el conflicto coreano. Como lo expresó Winston Churchill: “mandíbula, mandíbula, no guerra, guerra”. La frase significa que en momentos de tensión entre países, los gobernantes deberían emplear la diplomacia a base de diálogo -usar la mandíbula- en vez de proseguir a una declaración de guerra.

Al momento de leer esto, cerca de una docena de submarinos nos acechan desde los océanos del mundo, equipados con misiles nucleares. Cuatro son estadounidenses, el resto podrían ser británico, francés, ruso, chino, indio o israelí. Algunos de ellos con cargas equivalentes a miles de veces la bomba que destruyó Hiroshima. ¿Por qué? En una palabra, la disuasión. En el caso de un ataque nuclear o convencional masivo contra el propietario del submarino o sus aliados, esa nación puede desencadenar represalias aterradoras, por lo que nadie se atreve a atacar en primer lugar. Se atribuye a la disuasión la prevención nuclear desde el comienzo de la guerra fría, pero está bajo un creciente estrés.

Obviamente, Corea del Norte ha entrado en el juego. Dice que está desarrollando armas nucleares precisamente para disuadir a Estados Unidos de Norteamérica de un ataque nuclear pero cuando la retórica se sale de las manos, el conflicto nuclear podría ser más probable. Más allá de los titulares se encuentra una historia menos conocida y potencialmente más inquietante por una serie de actualizaciones tecnológicas aparentemente menores que han desestabilizado los cimientos de la disuasión, provocando una nueva carrera de armas nucleares con consecuencias imprevisibles.

Sobre la disuasión, los trabajos de mayor impacto de Schelling analizaron los principios de la negociación en situaciones límite (paz o guerra). Pusieron su énfasis en características como el papel estratégico de las represalias y las contra-represalias o en la importancia de tener, o no tener, una reputación de dureza o incluso, de irracionalidad. Las reglas de disuasión formuladas en la guerra fría dependen de la represalia a cualquier ataque nuclear.

Para finalizar, comparto las recientes palabras de Hans Kristensen: «El peligro de un accidente que conduzca a una guerra nuclear, es tan alto [ahora] como lo fue durante períodos de máxima crisis durante la guerra fría”.

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