Periodismo para conectar la ciencia con el mundo

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Érase una vez cuando los medios de comunicación empleaban a periodistas con experiencia en su entorno. Los periódicos tenían una o dos ediciones por día, con plazos estrictos dictados por el momento en que las rotativas debían comenzar a rodar. La televisión tenía varios boletines por día y las emisoras de radio tenían “micros” cada hora. Los medios electrónicos aparecían con noticias importantes, como una crisis política o un desastre natural.

Como en muchas otras ramas de las Ciencias y del Saber, el periodismo ha experimentado cambios sucesivos a lo largo de su historia. Cambios que afectan a la profesión y a los profesionales. Y todos estos cambios casi siempre vienen marcados por los avances tecnológicos. Es la tecnología la que marca, en muchos casos, los ciclos evolutivos de determinados avances y la que acorta la duración de los mismos, cada vez a una mayor velocidad. Pero esto conlleva no sólo un cambio en los conceptos tradicionales de los contenidos sino también una variación en la forma y la presentación de esos contenidos.

Dos cosas han cambiado: primero, nadie parece emplear a periodistas especializados (ni siquiera un número suficiente) y segundo, la noticia ha cambiado para que el plazo sea siempre «ahora mismo» porque el sitio web tiene que actualizarse tan pronto como suceda algo. Inevitablemente recuerdo lo dicho por a Thomas Curley editor de USA Today: “La imprenta no ha muerto y el on line es aún un recién nacido, pero, si los cambios tecnológicos siguen a esta velocidad, pronto no habrá diarios, sino tan sólo información”. Con más de 300 millones de usuarios en Twitter y casi 2.000 millones ¡2.000 millones! de usuarios de Facebook, todo se amplifica más, aunque dura menos.

En lo personal, tengo tres áreas de interés que raramente tienen noticias de última hora: tecnologías de la información, deportes y ciencia. Estas áreas no son, o no deben ser, afectadas por la incesante y constante necesidad de atraer las miradas hacia las páginas web y deben permitir a los periodistas poner algo de tiempo y reflexión en lo que escriben.

Hace algunos años, las personas que trabajaban en tecnologías de la información esperaban con impaciencia las ediciones en los grandes periódicos para leer las páginas de noticias bien escritas sobre el desarrollo de las computadoras y otras tecnologías y cómo se estaban aplicando estas tecnologías. Hoy en día los periodistas conocedores se han ido (a la jubilación o a publicaciones especializadas de menor circulación) y los medios de comunicación principales parecen conformarse con artículos “reescritos” por personas que piensan que la tecnología de la computación comenzó con el iPhone. Mientras que la información sobre deportes es generalmente superficial. La cobertura sobresaliente requiere de un accidente, imágenes y lesiones significativas a los competidores o espectadores (el mejor ejemplo fue Pastor Maldonado).

Esta es una columna de ciencia, por lo que se estará preguntando ¿Cuándo va a empezar a hablar de la ciencia? Del cambio climático a la energía solar, de los transgénicos a la robótica, de la sexta extinción y sus consecuencias al uso de células madre, los ciudadanos han de opinar y, sobre todo, han de obligar a los gobernantes a tomar decisiones correctas. Pero, para eso, han de tener opinión fundada de las cuestiones, para lo que resulta básico una información fiable, probada y rigurosa. No especulaciones ni hechos falsos.

Sostengo que el periodismo científico debería ser la estrella del periodismo en este primer tercio del siglo XXI porque son los encargados de contar a nuestros contemporáneos cómo es el mundo en el que viven y, sobre todo, las consecuencias que las acciones y las inacciones de los gobiernos tendrán sobre el futuro. La diferencia con la ciencia es que puede haber derivaciones severas si esto se hace de manera errónea o desde una posición de ignorancia. En la actualidad, las encuestas han mostrado que una de cada cuatro personas cree que el Sol da vueltas alrededor de la Tierra y uno de cada tres, asegura que los dinosaurios y humanos coexistieron.

Y esta reflexión sobre la credibilidad nos lleva sin remedio a pensar en la otra parte del problema: cómo asegurar que los contenidos de la red responden a una mínima ética. Es decir, cómo garantizar la privacidad, el control y evitar el abuso sobre los datos que circulan por la red. Si en la red es prácticamente imposible que existan filtros para la libre circulación de la información, se ha de abogar por la aplicación de códigos éticos y una autorregulación entre los propios profesionales de la prensa. Esto no debe significar en ningún caso la introducción de normas de censura encubiertas, sino garantías para los usuarios, las empresas y los propios profesionales.

En resumen, en mi opinión, sólo si los propios profesionales somos capaces de adaptar estas reflexiones al marco diario de nuestro trabajo se podrá lograr que los «nuevos medios», a los que ya hemos de quitar el adjetivo de «nuevos», obtengan unos niveles de calidad que les permitan atender satisfactoriamente la demanda cada vez más rápida de información veraz por parte de la sociedad en que vivimos.

Sin embargo, la enorme facilidad con la que hoy en día se puede acceder a la información gracias a la tecnología puede ser también su talón de Aquiles. Un ciudadano sin formación periodística puede no ser la mejor fuente de noticias y las redes sociales son, a menudo, caldo de cultivo de rumores infundados. Una sociedad inculta es una sociedad fácil de engañar, por tanto debemos considerar un deber cívico, un deber democrático, el empeño en que nuestros lectores distingan antibióticos de agua con azúcar y ciencia auténtica de charlatanería.

Por tanto, es necesario conectar la ciencia con el mundo. Esa conexión no hay que crearla: ya existe. Todo lo que nos rodea es ciencia, pero hay que hacerla visible al público. No se trata de acaparar los noticieros, se trata de conseguir que haya una continua “lluvia” de ciencia que vaya mojando tanto a los periodistas, para que incorporen la ciencia a sus historias, como al público, que perciba a la ciencia como algo cotidiano.

Foto: Cortesía UCV Noticias

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