Con inundaciones inesperadas, sequías prolongadas, heladas en primavera y tormentas de granizo, el cambio climático ha sido el responsable de muchas cosechas arruinadas. Pero un cultivo, casi universalmente apreciado por los consumidores, es especialmente sensible al clima: la uva de vinificación. Las viñas son particularmente vulnerables al cambio climático porque tardan años en constituirse: tres o cuatro estaciones para dar fruto y al menos seis años (y a veces más de una década) para producir uvas de alta calidad. El sabor del vino proviene del entorno físico en el que se cultivan, siendo una combinación de la geología, el suelo y el clima de la zona. Desde hace algún tiempo, los expertos de la industria del vino han señalado un aumento en la madurez en las uvas y niveles más altos de alcohol como indicativos del cambio climático.
En general, las uvas utilizadas para hacer vino blanco requieren más tiempo y estaciones frescas. Es por eso que lugares como Champagne son conocidos por estos tipos de vinos, mientras que los lugares más cálidos como el Piamonte y la Toscana son famosos por las variedades tintas, pudiendo incluir la zona de Altagracia en el Edo. Lara. Pero si el planeta se calienta, ¿significa que las uvas rojas prosperarán en las regiones que tradicionalmente solo se cultivaban con uvas blancas? Esta pregunta es más compleja de lo que parece.
En Europa, donde los viñedos se han cultivado durante siglos, los viticultores han desarrollado un gran conocimiento sobre las uvas y sobre las técnicas que producen el vino más delicioso en cada región. En muchos lugares, este conocimiento familiar evolucionó de las tradiciones a la legislación, formalizado por las denominadas Juntas de Apelaciones Controladas, o Appellation d’Origine Contrôlée, que controlan la denominación de origen. Estas organizaciones definen la extensión geográfica en dónde se pueden cultivar tipos particulares de uvas. También informan a los viticultores sobre cuándo cosechar, cuándo embotellar y cómo producir el vino de mejor calidad. Basado en la observación y la experimentación a lo largo de los siglos, esta información ha servido como un “libro de vinificación” confiable durante muchas generaciones.
Pero a medida que cambia el clima, es posible que este conocimiento ya no esté actualizado. Por tanto, las juntas de Appellation Contrôlée pueden tener que cambiar su legislación, adaptándose a inviernos más cálidos o veranos más secos. Para un viticultor, cambiar a una variedad más tolerante al calor implica comenzar por replantar las vides. Por ejemplo, Champagne está mirando a Inglaterra como un nuevo lugar para vinos espumosos de alta calidad y en julio de 2019, Burdeos permitió que se plantaran cepas nuevas que anteriormente eran ilegales.
La perspectiva de cambio climático ha hecho que los expertos adviertan sobre la escasez de vino, los aumentos de precios y en algunas predicciones, hasta han llegado a anunciar la extinción de algunos vinos por completo. Los modelos informáticos de los científicos muestran que si no hacemos nada, el calentamiento global de 2 grados centígrados (°C) acabaría con el 56% de la tierra vitícola actual y si aumentamos a 4 °C, se estima que el 85% de las uvas no serán viables. Pero, tal vez haya una solución, según un artículo de investigación en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, se podrían cambiar las uvas tradicionales por variedades más tolerantes a la sequía y al calor que puede ofrecer un camino a seguir para los enólogos.
No solamente es el cabernet sauvignon
Este equipo de investigadores estudió si el uso de uvas más tolerantes al calor permitiría la adaptación de los viñedos. Los investigadores, Ignacio Morales-Castilla y Elizabeth Wolkovich, se centraron en once variedades de uvas para vino, incluyendo cabernet sauvignon, chardonnay, merlot, pinot noir, riesling, sauvignon blanc y syrah, así como las variedades menos conocidas: chasselas, garnacha, monastrell (también conocido como mourvedre) y ugni blanc, que en conjunto representan un tercio del área total sembrada con uvas para la industria del vino, en lugares importantes de Francia, Australia, Nueva Zelanda, Italia, España y Chile.
El equipo de trabajo usó archivos de viticultores e investigadores para construir un modelo de cuándo florecería y maduraría cada especie en las regiones vitivinícolas de todo el mundo, en tres escenarios de calentamiento diferentes. Luego utilizaron sus resultados para ver dónde serían viables esos cultivos en el futuro. En el modelo del estudio, se podría sustituir el Pinot Noir por Garnacha o Cabernet Sauvignon, plantar Trebbiano donde se cultiva el Riesling, facilitando así la transición de los viticultores a un mundo nuevo y más cálido.
Sin embargo, hay ganadores en los escenarios de calentamiento global como Alemania e Inglaterra, donde un clima cálido abriría nuevas posibilidades. Los viticultores podrán comenzar a cultivar uvas donde las plantas no podían ser cultivadas. En una investigación reciente de la Universidad de East Anglia, se reportó que algunas áreas se están volviendo bastante adecuadas para la producción de uva. Los expertos en clima y viticultura identificaron casi 35.000 hectáreas de tierras vitícolas de primer nivel en Inglaterra y Gales, que creen que podrían rivalizar con la región de Champagne en Francia. Aunque legalmente, este vino no podrá presumir de una etiqueta Champagne, podría tener las mismas burbujas gaseosas satisfactorias que su icónico predecesor.
Finalmente, la efectividad de cualquier estrategia depende tanto de los productores de uva como de los consumidores. Los que estén dispuestos a probar nuevas variedades pueden jugar un papel importante para ayudar a salvar las regiones. La legislación puede alentar a los productores a probar nuevas variedades. Pero, en última instancia, no olvidemos que todos podemos contribuir a reducir las emisiones a nivel mundial, evitando el cambio climático y salvando, entre otras, al cabernet sauvignon.
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