Brexit, Trump… Fin del fin de la historia

0
493

Aquello del derrumbe de las ideologías y los nuevos relatos parece dar paso al regreso de los ya andados. Esto es, la reivindicación de viejas ideologías. La cosa es tan clara que el fascismo en Europa luce avances insospechados. No será de extrañar que alguna de las agrupaciones fascios, reiteren la tesis según la cual el espacio vital debe ser ampliado ya que el territorio de alguna nación en cuestión resulte estrecho.

La transición que se produce en las condiciones de reproducción de la sociedad mundial, pujan para que se dé lo propio en las formas de conciencia. Hay que esperar. Pero hacia allá vamos indefectiblemente. Las ideas de la globalización, tienden a ser sustituidas por la desglobalización; las del neoliberalismo, por el proteccionismo; en conjunto reflejan la tendencia en el mundo de las ideas económicas. Mientras, se vive la confusión y la búsqueda; la “rectificación” y los nuevos afianzamientos.

Hasta el escepticismo de Francis Fukuyama se ve estremecido por uno nuevo, solo que ahora más confuso. Por ejemplo, Fukuyama, para sorpresa de sus propios seguidores afirmó que: “En este momento, me parece que ciertas cosas que dijo Karl Marx están resultando ser ciertas. Habló de la crisis de sobreproducción… que los trabajadores se empobrecerían y la demanda sería insuficiente”. Parece no medir este intelectual de la oligarquía, que en estas palabras se resume, en buena medida, que más temprano que tarde, el capitalismo será superado positivamente. Aun así, reivindica al capitalismo.

Pero lo que más se evidencia es el regreso de la protección frente al liberalismo. La guerra comercial es apenas el preámbulo de cuestiones de mayor tenor. Como señaló recientemente un autor, la primera gran guerra fue precedida por un proceso de desglobalización. Igual sucedió antes de la segunda.

De allí que los nacionalismos resurgen de una manera incontenible. En el caso de los países europeos alimentan el fascismo. Eso de la defensa de los mercados interiores tiende a incentivar las culturas nacionales. La globalización se hace débil. Con todo y la interconexión, se reivindican añejas culturas y tradiciones con el celular en la mano.

Los nacionalismos fascistas renacen como en la reproducción de células cancerígenas. Mientras, el progresismo revolucionario nace de sus cenizas como el ave Fénix. Dos metáforas. Dos connotaciones.

Una cosa es el sentido nacional de quienes buscan fabricar fabricantes, obreros y dueños de medios, para el desarrollo y la soberanía y otra, la que levantan los fascistas y potencias imperialistas para sojuzgar a otros. Pero ambos fenómenos tienden a darse. Los primeros son el resultado de la respuesta de los pueblos oprimidos. Los segundos de la avaricia imperialista.

Así, la armonía globalizadora se ve perturbada de manera estruendosa. La tesis de meternos en la globalización para ganar, para no perder, ahora tiende a ser sustituida por protección para ganar. No puede ser de otra manera. La globalización supone un andamiaje. Hay que desmontarlo, si la entendemos como liberalización de los mercados. Pero parece complicado ese desmantelamiento, si no veamos lo que sucede con el Brexit. La Primer ministro Teresa May, ya anunció su dimisión luego de fracasar en sus intentos por alcanzar la salida negociada.

En realidad la internacionalización de los capitales se da con y sin andamiaje liberal. Además, las potencias imperialistas practican la tal libertad cuando les conviene. Veremos, eso sí, como tendencia dominante el montaje del andamiaje de la protección.

Parte de las cuestiones que se prestan para la creación de mayor confusión es el hecho de que China, supuesta nación socialista, ahora es quien levanta las banderas de la libertad de comercio. Mientras, las potencias imperialistas que le dieron nuevos bríos al liberalismo de nuevo cuño, Estados Unidos e Inglaterra, ahora pugnan por la protección. Cosas veredes.

Seguro que saldrán “nuevas” ideas filosóficas, económicas, sociales, para la misma apología. Nuevas manifestaciones culturales. Con los desarrollos alcanzados, ya deberían de haberse manifestado. Hay algo de rezago. Pero ya las veremos.

Este episodio histórico, de tanta trascendencia, encuentra en Venezuela un capítulo especial. Somos epicentro de la más grande disputa desde la segunda gran guerra. La hegemonía mundial, parece dirimirse en torno de nuestro país. Las “viejas” y “nuevas” ideas buscarán realizarse acá en el futuro inmediato. Por lo que debe ser materia a ser analizada con mucha profundidad.

La base objetiva para las “nuevas ideas”

Durante todo el período que vamos dejando atrás, ha resultado validada la ciencia económica. De una parte, las relaciones de intercambio se realizan con base en el valor de las mercancías. Esto es, con base en el tiempo de trabajo socialmente necesario. Esto es lo que hace que una nación sea más competitiva que otra. Para ello deberá invertir, una empresa, una nación, en su composición de capitales. Esto es, en ciencia y tecnología. El asunto es cómo lograr esto sin que caiga su cuota de beneficio. China tuvo la oportunidad por la afluencia de capitales de todo el mundo capitalista desarrollado, dadas las ventajas que suponían obreros baratos, algunas materias primas baratas y abundantes, el más grande mercado interno potencial y un régimen político represivo que garantizaba la coerción sobre la clase obrera. La guinda del coctel: disfrazado de socialista. El revisionismo clásico, socialista de palabra e imperialista de hecho. Así, todo ello permitió un largo período, hasta ahora, en que no se producía un descenso significativo de su cuota de ganancia, mientras aumentaba su composición de capitales.

Sin embargo, es una tendencia objetiva que descienda la tasa de ganancia (G´) al aumentar la composición de los capitales. Ya China se ve forzada a afianzar las tendencias que permiten su freno. Ampliación de mercados externos e interno, fuentes de materias primas baratas, entre otros asuntos la impelen a hacerse más agresiva su expansión.

Estados Unidos, por su parte, que durante un período bastante largo, mediante sus inversiones directas en Europa, Japón, entre otras, dadas las ventajas que brindan estas derruidas economías, luego de la segunda gran guerra ─hasta bien entrada la década de los 90─  logra afianzarse como hegemón mundial. Se concentra en la industria bélica. Se le presenta la misma perspectiva que luego hereda China. Crece su composición de K y logra frenar la caída de G´ dada la mayor explotación de los trabajadores europeos y japoneses, entre otros, pero tendencialmente se va rezagando en varios sectores hasta perder la primacía en manufactura. Por lo que ahora se ve forzada a recuperar lo perdido. Ese es el capítulo que abre Donald Trump.

El corolario no podía ser otro, el desarrollo desigual y la tendencia a la nivelación apuntan hacia la guerra. La globalización salta hecha añicos. La armonía desaparece. El análisis internacional que se sustentó y se sustenta en la tesis de la morigeración de las fronteras dada la tal globalización, se quiebra. Siempre fue falsa.

También es reivindicado el aporte de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, acerca del imperialismo y sus rasgos y tendencias. Así, cuando se hace dominante la caída de la cuota media de la ganancia a escala planetaria, las contradicciones se agudizan hasta hacerse a muerte la disputa. La búsqueda de ventaja acá o allá, hace que el mundo sea pequeño. Ya repartido se propugna un nuevo reparto.

Esa es la base material que conduce a este tiempo en el cual las ideas viejas cobran vigencia. Confunde el revisionismo Chino. Confunde que sean los asiáticos quienes reivindiquen el liberalismo. Confunde que sean los gringos quienes reivindiquen las añejas ideas de protección.

La historia sigue su curso. El mundo avanza hacia el progreso a pesar de la natural reacción de quienes niegan y frenan el cambio. Los trabajadores aspiran un mundo mejor. Los países débiles buscan alcanzar la soberanía, la independencia y el desarrollo. Las contradicciones harán avanzar a la humanidad. Y es que el desarrollo se da a partir de la contradicción y es ascendente a pesar de que la historia muestre marchas y contramarchas. Las crisis y las guerras injustas, pueden ser aprovechadas para abrir caminos hacia el progreso. Fin del fin de la historia.

* * *

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Más del autor