¿Cómo reaccionaríamos ante la noticia de la existencia de extraterrestres?

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El miedo a lo desconocido es un sello distintivo de nuestra cultura. Así, en la noche anterior a Halloween en 1938, una extraña historia crepitó en las radios de los EE. UU. Un locutor interrumpió la programación habitual de la noche para un «boletín especial», que describió una invasión extraterrestre completa con relatos de testigos oculares e incluso sonidos de disparos. La historia era falsa, una dramatización de La Guerra de los Mundos, una novela de ciencia ficción de H. G. Wells. Pero no todos los oyentes lo sabían. La introducción al segmento fue bastante vaga y los que sintonizaron tarde el programa no encontraron evidencia de que estaban escuchando algo que no era cierto. La naturaleza exacta de la reacción de estos desafortunados oyentes ha sido debatida durante las décadas posteriores a la transmisión. Algunos dicen que las personas salieron de sus casas y se lanzaron a las calles aterrorizadas, convencidas de que estaban bajo el ataque de los marcianos. Otros dicen que no hubo tal pánico masivo. Independientemente de la escala real de la reacción, el evento ayudó a cimentar una comprensión que luego se perpetuaría en programas de televisión y películas de ciencia ficción: los humanos, cuando nos encontremos con los extraterrestres, probablemente no vamos a reaccionar bien.

Todos hemos visto escenas en el cine que muestran el caos, el pánico y la histeria tras el descubrimiento de la vida extraterrestre. Edificios que se derrumban, incendios, disturbios, etc. Si así es como los terrícolas vamos a lidiar con la noticia de que hay vida más allá de la Tierra, ¿por qué arriesgarse a buscarla? Pero, ¿y si la vida extraterrestre a la que nos enfrentamos no fuera inteligente, como comúnmente se representa, sino más bien microscópica? Tal vez grupos de pequeños organismos no muy diferentes a las formas de vida más antiguas de la Tierra, mucho antes de que evolucionaran para hacer películas de Hollywood sobre hombrecitos verdes. ¿Cómo reaccionaríamos entonces? Esta es la pregunta que quisiéramos responder. Los organismos microscópicos no son buenos villanos alienígenas, pero nuestras posibilidades de descubrir vida microbiana extraterrestre parecen mejores que encontrar civilizaciones alienígenas avanzadas. En los últimos años, cada vez más científicos han comenzado a sospechar que los microbios pueden existir en algunas lunas de nuestro sistema solar, en los océanos de Europa y Encélado o en los lagos de metano de Titán.

En recientes estudios realizados por la Universidad de Arizona, en los que se analizó el efecto positivo o negativo en el lenguaje empleado en noticias relacionadas con el espacio, como el descubrimiento de objetos cósmicos misteriosos llamados púlsares en 1967, la detección de la inexplicable señal de radio en 1977, un meteorito marciano que aparentemente contenía microbios fosilizados en 1996 y el extraño parpadeo de una estrella distante que desató especulaciones sobre “megaestructuras” alienígenas, en todos los casos las personas mostraron emociones positivas en respuesta a estas noticias, incluyendo a los microbios extraterrestres. La gente valoraba más positivamente noticias sobre la vida microbiana extraterrestre que sobre la vida humana generada en laboratorio. Los resultados parecen sugerir que mientras los extraterrestres no caigan del cielo sobre nuestras ciudades, la gente estará bien.

Estos hallazgos son una buena noticia para algunos astrónomos que estudian exoplanetas y astrobiología, incluido René Heller del Instituto Max Planck. Heller condujo un experimento en línea el año pasado que pedía a las personas que decodificaran una transmisión alienígena falsa. Heller indicó: «… me complació ver que las personas tendían a asociar el descubrimiento de la vida extraterrestre con emociones positivas”.

Para el 2013, se habían encontrado casi 850 “exoplanetas”. Ese número puede llegar a un millón para el año 2045 y cabría esperar razonablemente que la cantidad de exoplanetas conocidos pronto se vuelva, como las estrellas, casi incontable. De los descubiertos hasta ahora, más de 20 son exoplanetas del tamaño de la Tierra que ocupan una zona “habitable” alrededor de su estrella, incluida la Proxima B descubierta más recientemente, que orbita a Proxima Centauri. El resultado es que cuanto más miramos al espacio, más seguros estamos que nuestro planeta no es el único adecuado para la vida. Con pocas excepciones, la mayoría de las discusiones sobre SETI (la búsqueda de inteligencia extraterrestre) tienden a permanecer en el dominio de las ciencias duras. Pero las implicaciones de SETI se extienden mucho más allá de la biología y la física, alcanzando las humanidades y la filosofía e incluso a la teología.

Como Carl Sagan señalaba en The Cosmic Question: “la exploración espacial conduce directamente a cuestiones religiosas y filosóficas”. Tendríamos que considerar si nuestra fe podría acomodar a estos nuevos seres. Entonces, ¿qué problemas podría plantear el descubrimiento de alienígenas inteligentes? En primer lugar, está el principio de la uniformidad de la naturaleza, que afirma que los procesos físicos que se ven en la Tierra se pueden encontrar en todo el Universo. Esto significa que los mismos procesos que producen vida aquí producen vida en otras partes. El segundo es el principio de plenitud, que afirma que todo lo que es posible se realizará, porque “el origen de la vida en planetas adecuados parece estar integrado en la química del Universo”, tal como afirmaba Sagan. Y el tercero, el principio de la imperfección que afirma que no hay nada especial sobre la posición de la Tierra en el Universo.

Pero, ¿qué pasa con aquellos para quienes la idea de la vida fuera de la Tierra contradice sus creencias? Yo diría que esta preocupación es errónea. Muchas cosmovisiones, tanto religiosas como laicas, han demostrado ser bastante flexibles. Recordemos que la Iglesia Católica hizo las paces con un sistema solar heliocéntrico y el Big Bang. Para Ted Peters, un teólogo que ha estudiado cómo el hallar vida más allá de la Tierra afectaría las creencias religiosas, las personas que son creyentes podrían dar cabida a la existencia de ET y que también son obras de Dios, es decir, que incluso algo tan espinoso y aparentemente en desacuerdo con la ciencia como la religión puede sobrevivir a un asalto alienígena.

Foto: Encélado, satélite de Júpiter que podría albergar vida. Fuente: Sputniknews.com

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