¿Puede el cambio climático ser causante de guerras?

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Una de las cuestiones más importantes del siglo XXI es: ¿el cambio climático proporcionará la chispa extra que empujará a naciones pacíficas a una guerra? Sobre esta pregunta un creciente grupo de investigadores, que abarcan estudios en economía, ciencias políticas e historia, han argumentado que esto puede ocurrir. Los historiadores han determinado cambios en la temperatura o las precipitaciones que se encuentran ligados con la caída del Imperio Romano y en las guerras ocurridas durante el siglo XVII.

Yendo más allá, economistas de la Universidades de Berkeley y Stanford, han argumentado que existe una relación empírica entre la violencia y el cambio climático a través de los más de 10.000 años de historia humana. En este sentido, reconocidos científicos y políticos han apoyado la idea de que el calentamiento global ayudó a empujar a Siria a una guerra civil. «El cambio climático no causó los conflictos que vemos en todo el mundo», dijo Barack Obama en 2015, pero «la sequía y las malas cosechas y los altos precios de los alimentos ayudaron a que surgieran los primeros disturbios en Siria» y al año siguiente, Bernie Sanders declaraba que «el cambio climático está directamente relacionado con el crecimiento del terrorismo”.

Vivimos en un planeta donde se esperan cambios en la temperatura o la cantidad de lluvia en las próximas décadas, los cuales serán más rápidos y fuertes que los cambios climáticos naturales del pasado. Sin embargo, un artículo publicado el lunes 12 de febrero en Nature Climate Change podría parecer que nos da un respiro. Después de realizar un análisis a gran escala a más de 100 artículos académicos publicados sobre el tema, el documento argumenta que las conexiones entre el cambio climático y la guerra no son tan fuertes como parecen, e indican que la literatura «exagera los vínculos entre ambos fenómenos». Uf, podemos pensar que las cosas no irán tan mal. Sin embargo, no puedo ver lo que los autores intentan lograr con este artículo.

Los autores realizaron un análisis en todo el campo de la investigación sobre el conflicto y el cambio climático. Para ello, buscaron en una enorme base de datos ciertas palabras clave, como clima, guerra y agitación, y luego redujeron los miles de artículos que encontraron a un número limitado de 124, que abordaban la conexión entre ambos temas. Posteriormente, analizaron el conjunto de documentos resultantes para los nombres de ciertos países y regiones.

Finalmente, los autores concluyeron que todo el campo está sesgado de dos maneras: hacia países a los que los investigadores de habla inglesa tienen fácil acceso, como Kenia y Nigeria; y hacia países donde el conflicto ya ha estallado, como Siria y Sudán. También dicen que la literatura se centra demasiado en África, haciendo caso omiso de los países vulnerables de Asia y Latinoamérica. Los países que más se mencionaron en la literatura sobre conflictos climáticos fueron Kenia, Sudán, Egipto, India, Irak, Israel y los territorios palestinos. Esa lista comparte muy poca superposición con la de países que teóricamente deberían ser los más vulnerables al cambio climático, que prioriza a Ruanda, Honduras, Haití, Myanmar y Kiribati.

El artículo se ajusta a un patrón de investigadores europeos, que rechazan los vínculos entre el calentamiento global y la guerra. Es así, que un profesor de la Universidad de Sussex publicó un artículo en el 2017, atacando la idea que una sequía había empujado a Siria a la guerra, provocando el caos económico del país. Esta sequía no fue tan históricamente anómala como se afirmó y los agricultores que huyeron de ella no tuvieron influencia en la guerra.

Por otro lado, me sorprende un poco que dentro de los estudios estadounidenses no haya un enfoque sobre América Latina. Se preocupan por Iraq, Siria o India debido a su relevancia geopolítica, pero ¿por qué no buscar posibles relaciones entre los conflictos y el clima en Bolivia, México, Honduras o Brasil? Porque eso tendría consecuencias mucho más severas para los Estados Unidos de América. Si yo fuera un tomador de decisiones en Washington, preocupado por el cambio climático y el conflicto, me gustaría saber si el conocimiento sobre el tema descansa sobre una base sólida y me preocuparía por los países vulnerables en el “patio trasero”.

Es de hacer notar que el artículo en Nature Climate Change aparece en un momento en que el debate está profundamente polarizado entre los investigadores que respaldan un vínculo asociado con el cambio climático y la violencia, y aquellos que lo rechazan. Para los estudiosos que aprueban el vínculo, el documento no es concluyente e incluso no dice nada nuevo. Por lo que escuché de colegas que han trabajado sobre el tema, entre ellos al Premio Nobel profesor Armando Ramírez †, la idea de que el cambio climático está generando conflictos y migración en el Medio Oriente es utilizada por algunos conservadores y políticos para incrementar los controles fronterizos, haciéndolos más estrictos en el sur de la Unión Europea.

En este sentido, Solomon Hsiang, economista y profesor de políticas públicas en la Universidad de Berkeley, mostró que había un vínculo empírico entre el conflicto y el cambio climático. Por cada pequeño cambio en la temperatura o la lluvia, él y sus colegas descubrieron que las posibilidades de conflicto violento entre los grupos aumentaron en un 14%.

Ciertamente buscar conexiones empíricas está muy bien, pero si estamos buscando las causas del cambio climático, somos nosotros los responsables, ¡somos nosotros!

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Las opiniones expresadas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores. 

 

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