Elaborar y enarbolar un programa político para Venezuela implica, ante todo, la comprensión de lo que este instrumento supone. Esto es, se debe tener clara la idea de lo que es. Un programa político debe cumplir con dos cuestiones fundamentales. En primer lugar debe servir para unir en contra de un enemigo principal. En segundo lugar, debe servir para atender la crisis que se vive y contar con las políticas que permitan la reconstrucción nacional.
Se confunde (¿o no?) programa político con políticas públicas o plan de Gobierno. Se diseñan políticas públicas y planes que en nada unen. Además, se trata de instrumentos que, desde una óptica cerrada, solamente favorece a un sector de la sociedad. Sumemos que tales ideas terminan por profundizar las tendencias que condujeron a la actual catástrofe. Se cree que son cuestiones neutras. Se ubican las ideas económicas y sociales como neutras, cuando más bien resumen de manera conspicua los intereses de un sector reducido de la sociedad y la economía. Luego, si se quiere unir, el programa político debe buscar el consenso de quienes están dispuestos a salir de la catástrofe. Con todo y la posposición de contradicciones fundamentales de la sociedad de clases. Por ejemplo, las que imperan -e imperarán- entre burgueses y proletarios.
De tal manera que el programa político, si en verdad busca unir y atender la crisis general que vive la sociedad venezolana, debe resumir orientaciones generales y principios que darán cuenta, en términos positivos, de la crisis general. Debe brindarle perspectivas a los trabajadores, principal sector social para la reconstrucción. Quienes cuentan con una fuerza de trabajo sin la cual resulta imposible cualquier proyecto reconstructivo. También debe atender los intereses de dueños de medios de producción. Las formas de propiedad imperantes, estatal y privada, deben recibir el favor de un futuro basado en la producción de bienes y servicios. Lo que implica el desarrollo de una política económica con sentido nacional.
Una nueva democracia
La nueva democracia debe partir de darle mejor cauce, eficacia, potestades y basamento jurídico al movimiento asambleístico que se viene desarrollando en la sociedad venezolana. Una nueva democracia que se convierta en el asiento de una nueva Venezuela. Una democracia donde se combine el ejercicio directo y la representación. Ejercicios que permiten mayor participación en la toma de decisiones. A su vez, eso conduce a una elevación de la cultura y la conciencia democrática. A una democracia más avanzada. Se decide con base en la cultura en torno de lo que se decide.
Economía para la soberanía, el desarrollo y el bienestar
La concentración de capitales, principal problema de la economía venezolana en décadas, ha contado con una determinación principal, la política bancaria no ha servido para este propósito. Por lo que debe producirse un giro en esta materia que permita que el crédito sirva para la producción. Tasas de interés bajas permitirán que los dueños de los medios de producción se hagan de una parte del ahorro social con miras a invertir. Lo propio para el sector estatal y la pequeña y mediana producción en la industria y el campo.
El mercado interno debe ser privilegiado por encima del externo en la producción de bienes y servicios, a diferencia de la cuestión petrolera y la minería, sin descuidar la demanda interna de estos rubros.
Concentración de capitales y la producción para satisfacer las necesidades de los venezolanos, nos permitirán echar las bases para el desarrollo diversificado con miras a la revolución industrial, que será la meta principal del desarrollo. Cuenta Venezuela con las bases para esta política, comenzando con las posibilidades de elevación de las capacidades productivas de la industria pesada y la electrificación.
Industria pesada y desarrollo de la industria ligera, pasa por el afianzamiento del sector de los medios de producción. De allí el impulso de la ciencia y la tecnología nacional, adecuando las fuentes que nos brinda la importación y la inversión directa que realizan empresas extranjeras, ajustadas a las necesidades nacionales.
La industria petrolera, además de su rescate e inicio del proceso de diversificación, junto con la minería, permitirán elevar el proceso de concentración de la producción para el desarrollo diversificado de la economía. Las ganancias y superganancias obtenidas en la realización de los bienes petroleros y mineros, servirán para elevar la inversión productiva en las áreas industrial y agrícola en camino a la diversificación acelerada.
La meta en materia agroalimentaria es la soberanía agroalimentaria. En una primera etapa se jerarquizará la producción de bienes de ciclo corto para atender la emergencia alimentaria, así como la producción cárnica, con base en aves, porcinos y caprinos. La agroindustria, será la meta principal en materia agrícola. La producción ganadera se sustentará, en lo sucesivo, en los nuevos desarrollos, lo que servirá para alcanzar la soberanía en esta materia.
La política económica tendrá como orientación fundamental la de fabricar fabricantes con sentido nacional.
La cuestión social
El acento principal debe ser una política salarial que represente un estímulo poderoso a la fuerza de trabajo, a los trabajadores, para la producción. El sacrificio debe ser repartido. El peso de la crisis no debe descansar en quienes crean la riqueza. La política social debe arrancar con la apertura del camino hacia la recuperación acelerada del poder adquisitivo del salario. Elevación del salario real conducirá a una elevación de la capacidad de demanda y con ello el estímulo a la producción.
Simultáneamente debe realizarse una política de mejora de los servicios públicos. El impulso de esta política debe ir acompañada por una inversión significativa en salud y educación, principalmente, sin descuidar otros derechos a ser realizados como parte del cambio positivo.
La ética
Fundamental para el cambio es la entronización de una nueva ética. El principio fundamental debe ser servir a la sociedad y al país. La cosa pública debe ser entendida como de sagrado respeto a sus fines. El ejemplo de los de “arriba” debe expresarse en que quienes buscan dirigir la sociedad hasta alcanzar los objetivos planteados deben expresar espíritu de sacrificio y no el propio de buscadores de prebendas expresadas en condiciones de vida muy superiores a las del pueblo. El ejemplo, así visto, se puede convertir en una fuerza material que acelera la reconstrucción. Un pueblo esperanzado y dirigido por gente proba, hace la diferencia. Se convierte en una potencia inconmensurable capaz de mover el mundo.
El programa político debe tener como objetivos centrales la democracia, el desarrollo y el bienestar. Objetivos, políticas y medidas en correspondencia que también estimulan y permiten superar el sentimiento de cambio como rechazo a lo establecido, por una idea de cambio racional y de renovadas esperanzas por un mundo mejor. No solamente salir del tirano, de la oprobiosa y hambreadora dictadura, sino, también, de edificación de un mundo mejor. No solamente destruir la maquinaria imperante sino trabajar por la edificación. Además, vistas así las cosas, la reconstrucción puede ser acelerada y alcanzada en un tiempo determinado por la fuerza que representa una sociedad dispuesta a construir un nuevo país.
Pero también esta cuestión del programa político se hace más urgente cuando parece que nuestro futuro se dirime en buena medida fuera de nuestras fronteras por las potencias imperialistas que luchan por la hegemonía. De allí que una muestra de soberanía y autonomía es este aspecto político, crucial para un futuro cuyo dibujo parece turbio, si es labrado por fuerzas extranjeras ajenas a nuestro interés.
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