Deuda y hambre

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Van juntos. Eso se puede apreciar en las evidencias de todos los países en los cuales se convierte en una rémora que chupa buena parte del presupuesto de gastos de un Estado. Si la deuda condujese automáticamente al crecimiento, la tendencia recesiva no fuese dominante en todos los países desarrollados. Grecia y demás países sobrendeudados no anduviesen en las condiciones de recesión e incremento rampante de la pobreza y la miseria. Aun así, sigue creciendo la deuda y la recesión se hace cada vez más patente.

Ya resulta un nuevo axioma eso del endeudamiento para salir de la crisis. Mucha gente, al unísono, ven el asunto como de sentido común. Sin embargo, somos de la idea de que sería peor el remedio que la enfermedad. Un desatino, con las subsiguientes graves consecuencias.

La deuda pública nace del superávit, no del déficit. Sus orígenes los encontramos en las nacientes economías capitalistas. En relación con el feudalismo, lucen boyantes. Génova, su cuna. Holanda, ya relativamente maduro el capitalismo, la asume como un mecanismo de acumulación indetenible hasta nuestros días. Marx reseña:

«El sistema del crédito público, esto es, de la deuda del estado, cuyos orígenes los descubrimos en Génova y Venecia ya en la Edad Media, tomó posesión de toda Europa durante el período manufacturero. El sistema colonial, con su comercio marítimo y sus guerras comerciales, le sirvió de invernadero. Así, echó raíces por primera vez en Holanda. La deuda pública o, en otros términos, la enajenación del estado sea éste despótico, constitucional o republicano deja su impronta en la era capitalista».

Mientras menos tenemos menos debemos pedir. En un ejercicio contable podemos ver las cosas gráficamente. Si el presupuesto de ingresos es 100 y el de gastos, es igual a 100 y, de los ingresos, se destinan 30 al pago de deuda, estamos dejando de gastar en servicios públicos y de invertir en la producción, para pagar deuda en un 30%. Ahora bien, si contratamos más deuda, supongamos, que nos lleva a que las erogaciones por este concepto se eleven a 40, debemos reducir aún más en servicios e inversión en formación bruta de capital fijo, para pagar deuda. Se reduce la capacidad para invertir en la producción. También cae la capacidad de demanda social. Se reduce el estímulo a la producción. Con ello disminuye la capacidad de recaudación y se reducen los ingresos. Luego, debemos pedir más para pagar deuda. Se configura así un círculo infernal de incremento de deuda.

A contravía, si tuviésemos un incremento en el Producto Interno Bruto (PIB), se puede incrementar deuda de manera relativamente solvente. Aunque la deuda siempre supone distraer parte de la riqueza creada por los trabajadores, para las ganancias de usureros. Riqueza que bien puede invertirse para incrementar aún más la producción.

Por eso cabe Marx quien, usando la figura creada por Cervantes, en El presupuesto del señor Disraeli (artículo publicado por la ‘New-York Daily Tribune’ el 7/V/1858), compara el “plan financiero del doctor Richard Price con el del loco que en una de las novelas de Cervantes propone a todo el pueblo de España abstenerse de comer y de beber, durante solo dos semanas, para obtener los medios que permitieran pagar la deuda pública”.

Y es que la deuda es: “La única parte de la llamada riqueza nacional que realmente entra en la posesión colectiva de los pueblos modernos… El crédito público se convierte en el credo del capital. Y al surgir el endeudamiento del estado, el pecado contra el Espíritu Santo, para el que no hay perdón alguno, deja su lugar a la falta de confianza en la deuda pública”.

A su vez, vale el análisis que realizara Yanis Varoufakis, quien fuera ministro de finanzas de Alexis Tsipras en Grecia. En su libro Comportarse como adultos. Mi batalla contra el Stablishment europeo, el economista da cuenta de lo que fue el absurdo proceso de sobrendeudamiento y la imposición por parte de la troika de más sobrendeudamiento.

Deuda y búsqueda de fuentes gananciosas

En cualquier caso, el inusitado incremento que ha adquirido la deuda mundial, es el resultado de la caída de la cuota media de la ganancia a escala planetaria. Siempre ha existido, desde que las relaciones capitalistas de producción se consolidan acá o allá. Pero esta especificidad cuenta con el aliciente de que se convierte en un excelente refugio de los capitales para hacerse de ganancias seguras. Sin riesgo alguno. De allí nace el axioma. De allí viene ese sentido común.

Recordemos que la cuota media de la ganancia tiende a decrecer. Eso es inexorable. David Ricardo, a diferencia de Adam Smith, percibió la caída del rendimiento. Marx completa la tarea. Descubre que la cuota de la ganancia tiende a caer en la medida que aumenta el uso de nuevas tecnologías que hacen más competitivo a un capitalista u otro. Así, hasta que se hace una tendencia mundial. A partir de allí se desarrollan contratendencias que permiten frenar la caída. Una de ellas, ciertamente expedita, es la canalización de buena parte de los capitales hacia el mercado de deuda. Recordemos que se trata de una inversión que no corre riesgo alguno. Así:

«La deuda pública se convierte en una de las palancas más efectivas de la acumulación originaria. Como con un toque de varita mágica, infunde virtud generadora al dinero improductivo y lo transforma en capital, sin que para ello el mismo tenga que exponerse necesariamente a las molestias y riesgos inseparables de la inversión industrial e incluso de la usuraria. …aún prescindiendo de la clase de rentistas ociosos así creada y de la riqueza improvisada de los financistas que desempeñan el papel de intermediarios entre el gobierno y la nación como también de la súbita fortuna de arrendadores de contribuciones, comerciantes y fabricantes privados para los cuales una buena tajada de todo empréstito estatal les sirve como un capital llovido del cielo, la deuda pública ha dado impulso a las sociedades por acciones, al comercio de toda suerte de papeles negociables, al agio, en una palabra, al juego de la bolsa y a la moderna bancocracia”.

Esa es la razón por la cual se afianza la ideología a favor del endeudamiento. De allí el axioma. Sin deuda no podemos hacer nada. Se impone a todos los países del mundo una creciente deuda aun cuando no sea necesaria para el desarrollo. Más bien es un freno al desarrollo. Ubiquemos que la distracción de los capitales en la deuda, se convierten en verdaderos chupasangres a escala planetaria. Sin aportar nada a la producción. Simplemente son instrumentos gananciosos de quienes poseen esos títulos.

Según el Instituto Internacional de finanzas, en su Monitor de Deuda Global, para el tercer trimestre de 2018, la deuda mundial ascendió a 318% del PIB global.

¿La deuda como salida a la crisis?

Preocupa sobremanera que sea el centro del Plan País. El Estado venezolano, cuya capacidad de crédito se limita a los recursos naturales que posee, debe capitalizar ipso facto, dada la magnitud de la crisis. Eso debe ser inmediato. Endeudarse lo impide. La deuda pública venezolana bordea el 100% del PIB. Algunos consideran que está muy por encima de este porcentaje. Es la deuda per cápita más elevada de Latinoamérica. Así, un sobreendeudamiento impide que haya una mayor formación bruta de capital fijo, esto es, inversión productiva. Un estímulo a la producción. Además, en términos inmediatos, debemos echar las bases para salir de la importación con base en la producción nacional. Con esta eventual nueva deuda, estaremos obligados a seguir afianzando la importación de bienes de todo orden. Y a seguir aumentando la deuda para seguir importando.

No ubican quienes propagan esta “salida”, que la deuda es una determinación de la crisis que vive el país. Maduro se muestra orgulloso de honrar los compromisos año a año. Mientras el pueblo pasa hambre, Maduro paga la deuda. Parecen querer repetir esta tragedia solamente que con mayor tenor. Ubiquemos que plantean como arranque un endeudamiento del orden de 130 mil millones de dólares. O sea, elevar la deuda a mucho más de 200% de PIB. Repetir el caso griego. Realmente resultará la crónica de una fatalidad anunciada.

Además, dice el entrampado por el axioma, que las facilidades de los acreedores no harán cansina la nueva deuda. Es más, que irá acompañada de una moratoria, renegociación y donaciones, que permitirán aligerar la carga. Panorama optimista que solamente le falta la pincelada de que los acreedores serán bondadosos. Ingenuidad que ya pagan los pueblos de mundo que deben producir para la cancelación de más de 300% de deuda mundial.

Quien ha caído en la trampa del axioma interroga de inmediato, que de dónde se sacará lo que se requiere para el arranque.

Buena interrogante. Venezuela cuenta con recursos que de inmediato deben ser capitalizados. Reducir al máximo las importaciones. Reducirlas a medios de producción y medicinas para enfermedades de alto riesgo y cronicidad, imposibles de ser sustituidas en lo inmediato con producción nacional. Mientras, todo lo que se puede obtener en términos urgentes, por venta de petróleo, coltan oro, diamantes, entre otros, destinarlo a la inversión productiva. Atendiendo la extracción con base en una política que produzca el menor daño ecológico posible. Extracción minera que deberá dar paso a la diversificación del aparato productivo. Además, el ahorro social en el sector de la intermediación bancaria, incluyendo lo relativo al encaje, destinarlo principalmente a la inversión productiva. Unido a lo cual debe estimularse la demanda mediante el aumento del salario real de los trabajadores.

Elevar la producción de riquezas. Elevar la producción nacional para satisfacer la demanda interna. Moratoria unilateral del pago de la deuda. Renegociación con los acreedores. Búsqueda de condonación de parte de la deuda por razones de emergencia humanitaria. Todo eso, menos contratar nueva deuda.

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