Imagine un sistema de justicia penal basado en la presunción de la culpabilidad. En este sistema, los enjuiciamientos se basarían en pruebas sin base científica clara y la defensa no podría rebatir ni cuestionar en modo alguno esas pruebas. Por último, imagine que todo el sistema está supervisado por una organización con un interés en asegurar una alta tasa de condenas. Es un poco exagerado, ¿no? Pero no lo es, éste es el sistema que trata con los atletas sospechosos de dopaje.
John Fahey, ex presidente de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA), describió recientemente el sistema como «un extraño conjunto de reglas que dicen: si la droga se encuentra en su cuerpo, usted es culpable». Olvídese de la presunción de inocente hasta que se demuestre lo contrario. Se es culpable hasta que se pruebe su inocencia y aún así es culpable.
El dopaje, es definido como una violación a las normas deportivas, siendo un delito donde la percepción pública ve al atleta como un malhechor. Por ejemplo, si usted coloca en Google la palabra “dopaje” encontrará imágenes de agujas y atletas exageradamente musculosos, que es básicamente lo que se supone que debemos pensar cuando escuchamos la palabra “dopaje”.
El pensamiento público sugiere que el dopaje es un engaño que mejora el rendimiento. Pero ¿qué pasa con los atletas que usaron una sustancia prohibida accidentalmente o en cantidades tan bajas que no habrían obtenido ninguna mejora en su rendimiento? ¿O si esa sustancia prohibida era en realidad una desventaja para su rendimiento? ¿Cómo un atleta en tal escenario demuestra su inocencia? La respuesta es simple: no pueden.
Un análisis de casos de antidopaje que involucraron a 40 tenistas entre los años 2003 y 2007 determinó la presencia de una sustancia prohibida en todos ellos, sólo 13 confesaron usarlas para mejorar su rendimiento. Sin embargo, se aplicaron sanciones a todos los tenistas. Ejemplos similares son abundantes dentro de la literatura, cada uno destacando la doctrina de la Agencia Mundial Antidopaje, en donde prevalece la creencia de que todos los atletas encontrados usando sustancias prohibidas son tramposos y se les deben aplicar duras sanciones disciplinarias.
De acuerdo con la AMA, cada atleta es estrictamente responsable de las sustancias encontradas en su cuerpo y se considera una violación a las reglas antidopaje cuando una sustancia prohibida, sus metabolitos o marcadores, se hallan en la muestra. Ya sea que el atleta la haya usado intencionalmente o no.
Esto puede ilustrarse con el caso de la tenista María Sharapova. Las autoridades concluyeron que Sharapova había ocultado el uso de Mildronato. Ninguno de los médicos o especialistas que la trataron durante 3 años reveló este hecho a la tenista y en su defensa Sharapova indicó que nadie le había preguntado qué medicación estaba tomando. Además, el uso de Mildronato no se encontraba en ninguno de los formularios de control de dopaje. Sin embargo, dada la importancia como estrella profesional del tenis y su éxito comercial, varios de los patrocinantes de Sharapova, más significativamente HEAD, mantuvieron que fue una víctima inocente de un sistema antidopaje defectuoso. Los esfuerzos de relaciones públicas de Sharapova han seguido el mismo patrón básico y aunque su reputación ha sido empañada, hay pocas razones para creer que esto tendrá un efecto significativo en su potencial de ganancia, una vez que su carrera se reanude después de su prohibición por dopaje.
Casos similares han ocurrido con atletas venezolanas, siendo el caso de la pesista Génesis Rodríguez por supuesto dopaje con Isometepteno o Maryelys Rojas (salto alto) por norandrosterona, a quienes se les arrebató sus medallas por un sistema antidopaje de criterios con base científica limitados, que inhiben la negación como defensa. En muchos casos de dopaje, las negaciones son abiertamente ridiculizadas y a veces incluso se compilan en listas de «mejores excusas de dopaje». Este escepticismo también se refleja en los comentarios públicos de las principales figuras antidopaje, que en general no hacen caso de lo que dicen los atletas en su defensa: esencialmente una variante de «Bueno, él diría eso, ¿no?».
Si bien algunas negaciones son poco creíbles, se sabe poco sobre cuántos atletas intentan negar el dopaje y cómo tratan de superar la percepción de que son culpables y simplemente están mintiendo para evadir sanciones severas.
Recientemente me tomé la tarea de estudiar 19 casos históricos de dopaje en Venezuela en los que aparecían negaciones como estas: «No, no tomé esteroides«, «no sé cómo llegó a mi muestra de orina», «el golf es un deporte de habilidad, no hay droga que te ayude a apuntar mejor» y «usé algunas pastillas para la gripe». En este estudio, combiné un análisis de los informes oficiales de las sanciones contra el dopaje con datos disponibles públicamente, obtenidos principalmente de entrevistas hechas por los medios de comunicación. El análisis de contenido de las declaraciones hechas por los 19 atletas reveló diferentes estrategias de defensa (es decir, la excusa o explicación que el atleta ofreció para sugerir que su violación a las normas antidopaje fue accidental o inadvertida). Los porcentajes de cada estrategia se muestran a continuación:
- Consumo accidental en suplementos nutricionales: 42,1%
Sustancia prohibida contenida en el tratamiento médico: 26,3% - Manipulación de las muestras: 5,3%
- Desconocimiento total: 26,4%.
La mayoría presentó afirmaciones de que las sustancias prohibidas estaban presentes en los suplementos nutricionales o en un tratamiento médico prescrito por un especialista. Por tanto, el antidopaje necesita cambiar a un sistema de justicia penal donde se permita la apelación y donde expresiones como las emitidas por Gian-Franco Kasper del Comité Olímpico Internacional, sean reconsideradas: “Debemos dejar de fingir que el deporte es limpio”.
Foto: EFE. María Sharapobva
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