¿Y los rusos no juegan?

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Esta expresión, desde que se puso en boga, adquirió una connotación que la colocó más allá de la cuestión deportiva. No solamente alude a lo atlético. Para el momento, mundial de Suecia 1958, el escollo a superar por el equipo de Brasil era la Unión Soviética. Garrincha, con fama de lerdo, luego de los maravillosos hipotéticos resultados del técnico en la simulación de las jugadas, ingenuamente pregunta: ¿Y los rusos no juegan? Por ser tiempos aquellos de contradicciones entre el imperialismo estadounidense, que buscaba afianzar su hegemonía mundial y el naciente socialimperialismo ruso, la frase tomó una connotación política importante.

En este capítulo de nuestra historia política venezolana, la cosa adquiere una dimensión literal. Lo que pone en cuestión la afirmación de los internacionalistas, economistas, políticos, entre otros, que hablan de la debilidad del régimen en el terreno foráneo, toda vez que la “comunidad internacional” le ha dado la espalda. Pero la cosa no es tan así. Si lo ubicamos dentro del sentido acuñado por Estados Unidos que para referirse al bloque que se configura en torno suyo, el chavismo está solo. Tiene en contra aquella comunidad internacional pero tiene a favor esa otra comunidad, esa que gira en torno de Rusia y China.

Y es que esta vez también juegan los chinos. Entre ambos, vienen resumiendo el bloque más importante del planeta. El Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), hoy debilitado por los vaivenes políticos en Brasil, se convierte en un bloque estratégico que afianza la tendencia a la pérdida de hegemonía estadounidense.

El puntillazo chino contra el imperialismo estadounidense parece ser la renovada ruta de la seda, con el estilo chino “One Belt, One Road”, en español “una franja, una ruta”, que resume un gran corredor económico euroasiático que abarcará el 70% de la población del mundo, el 55% del PIB mundial y el 75% de las reservas de energía conocidas. En medio del agotamiento de mercados cada vez más en disputa. Ya en disputa, el este de África, buena parte del mundo árabe, también son inclinados a la asunción de este proyecto cuyo financista estrella por supuesto será el principal acreedor mundial.

Aquello del desarrollo desigual y la tendencia a la nivelación, en definitiva se expresan en esta nueva realidad que tanta incidencia tiene en la Venezuela actual y que parece no ser vista por sesudos políticos. Somos área en disputa. De un lado, el apoyo firme de los rusos al chavismo ─parece que en menor medida lo brinda China, el principal acreedor de la deuda venezolana─ y, por el otro, Estados Unidos, que busca recuperar espacios perdidos o en vías de perder, en medio del inicio de una ofensiva de reindustrialización y de recuperación del mercado interior.

Los períodos en los cuales se producen transiciones de una etapa a otra, determinar las nuevas tendencias a momentos no resulta tarea fácil. Podemos afirmar que todo lo anterior indica que China ya juega el papel de hegemón mundial. Su alianza estratégica con Rusia parece no dejar lugar a dudas de que forman un bloque económico, comercial, militar y diplomático que con creces supera a Estados Unidos. Además, los tradicionales aliados estadounidenses comienzan a dar muestras de vacilación en relación con varios asuntos, sobre todo a raíz del Brexit. Las medidas impulsadas por Estados Unidos contra Rusia, que afectarían productos europeos que encuentran en ese mercado un nicho de significación, tienden a ser desconocidas por buena parte de Europa.

Este traspaso, la hegemonía de un imperialismo a otro, conduce a reacomodos que afectan el orden mundial imperante. En nuestro caso, podemos estar viviendo un período similar al que aconteció en Venezuela en 1908 a propósito de la ofensiva europea contra el Gobierno de Cipriano Castro, que condujo a la “mediación” de EEUU para solventar la crisis, dejando claramente establecido que se trató del traspaso de un imperialismo a otro.

La política adoptada por el chavismo desde un principio, eso de afianzar un despotismo sustentado en el socialismo de palabra y capitalismo de hecho; lo que llamamos revisionismo de izquierdas, lo lleva a asumir la tesis de optar por un imperialismo para enfrentar al otro. Tendencia que encuentra un firme asidero en la poderosa base material que supone el fortalecimiento del imperialismo chino y ruso, la formación del bloque más importante del planeta. La derivación no podía ser otra que convertir a Venezuela en área en disputa. El epílogo de la tragedia venezolana, como resultado de habernos convertido en área en disputa, pudiese ser la sirianización, solo posible de ser frenada mediante una abrupta y rápida salida de este acontecer. Superada la crisis, en vez de buscar el cobijo de un imperialismo para enfrentar a otro, de lo que se trata es de ser soberanos con base en nuestro desarrollo soberano.

¿Cómo es que estos asuntos no son vistos por los agudos analistas y políticos al frente de la disputa? ¿O no los ponen en el tapete? En su descargo, hemos de reconocer que la ofensiva ideológica de la llamada globalización condujo a la entronización de la idea metafísica de que la armonía había llegado para quedarse por siempre. Había que insertarse en ella y sacar el mayor provecho. Muchos llegaron a la peregrina idea de que en verdad las fronteras se venían morigerando, que la flexibilidad de las soberanías era real y resultado de la formación de un estado supranacional. Se acuñó como absoluto el término de transnacionalización. Una historia en lo sucesivo errática frente a los hechos tercos llenos de conflagración acá o allá, sobre todo en las áreas en disputa. Torta en la cara. El recrudecimiento de las pugnas imperialistas, la lucha por mercados y fuentes de materias primas hacen que las guerras parciales y la tendencia a la conflagración mundial deba ser evaluada y establecer sus determinaciones en la situación venezolana.

Estos elementos pueden dar ideas a quienes nos oponemos al moribundo régimen más allá de la supina especie de que se trata de comunismo. A pesar de las evidencias claras que esto nada tiene de comunismo, socialismo, progresismo, entre otros, sigue apareciendo uno que otro teórico, político, opinador, periodista, a decir cosas que desvían la atención y le brindan armas al enfermo terminal. La rabia anticomunista les impide ver que al régimen esta calificación le ayuda. No es que le resbala, es que le ayuda. Sigue teniendo eficacia a su favor. En política, sobre todo en circunstancias tan complejas como las que vivimos, hay que gozar de talento, además de cultura en torno de lo que está en el fondo de las cosas. Suponemos que ambas cuestiones están presentes en quienes buscan contribuir con su superación. Por lo que hemos de suponer que el asunto es de otro tipo. De una ideología que además de ayudar al chavismo, asusta a potenciales aliados, esos descontentos que bien pueden hacer la diferencia. Ubiquemos que el anticomunismo es una de las expresiones del fascismo.

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