Se dice que con esta sentencia, Bill Clinton derrotó a Bush padre en 1994. El equipo de campaña incorporó la expresión «The economy, stupid», (la economía, estúpido). Luego se popularizó más: “es la economía, estúpido”. Así, muy a pesar de que la popularidad de Bush estaba en su tope, pierde las elecciones ya que esta frase tocó el aspecto que más afectaba a la gente. En un doble sentido, cabe en nuestra realidad.
La política económica del Gobierno chavista, desde un principio, ha sido entreguista y favorable al capital financiero. Más que liberal, que lo ha sido, se trata de una política que conduce a Venezuela a afianzar su condición de país dependiente y semicolonial. En esta última etapa las cosas han alcanzado tal grado que parecen no importarle al Gobierno las calamidades del pueblo con tal de alcanzar su objetivo: obtener la nueva renta que depararía la minería y un eventual incremento del precio del crudo. Así, seguiríamos importando bienes para satisfacer la demanda interna. De esta forma se frena el proceso de concentración de capitales. Se frena el desarrollo de las fuerzas productivas.
Esta tendencia se evidencia en tres instrumentos claramente indicadores. El primero es la Constitución en sus artículos 301 y los referidos al equilibrio fiscal mediante endeudamiento público. El segundo, los acuerdos de eliminación de doble tributo. El tercero, el referido a la protección y promoción de inversiones extranjeras. Misma que ha sido modificada una y otra vez para ajustarla en un sentido cada vez más antinacional y en correspondencia con la tendencia a afianzar la condición de Venezuela en la división internacional del trabajo como proveedor de materia petrolera y ahora minera.
En su nueva versión, luego de ser entregada por el presidente Maduro a la llamada Asamblea Nacional Constituyente, fue aprobada el 28 de diciembre de 2017. En ella se ratifica lo fundamental de las anteriores como se establece en el artículo 33 de la nueva versión entreguista que establece el trato igual a los capitales extranjeros en relación con los nacionales. En su conjunto, allí encontramos la raíz de la crisis actual. Liberalismo puro y simple.
De la política económica desde que se instaura el régimen chavista, Maduro ha sido fiel a ese legado. Se ratifica con el proyecto minero presentado en escena por Rodolfo Sanz en enero de 2016 -aunque ya se venía adelantando- al entregarse a los chinos la elaboración del mapa hidrogeológico mediante convenio firmado por Chávez en 2012.
Así, luego de destruida la economía, todavía queda la carta de la minería. Pero, hay que esperar. Mientras, además del sálvese quien pueda, se entrega la economía a las formas más primitivas y lumpenizadas. El egoísmo en su máxima expresión liberal. Pero, a su vez, controlando a buena parte de la sociedad y el descontento mediante la distribución de la bolsa Clap y la más cruenta represión.
Un principio del capitalismo que se convierte en poderosa fuerza material es la conversión de cualquier cosa en mercancía. Alguna mercancía, cualquier cosa convertida en tal, se inscribe en las leyes de la circulación para obtener el máximo beneficio. La última prueba emblemática de esta afirmación la constituye sin duda alguna la venta de papel moneda.
Por su parte, el Gobierno no hace nada. La lumpenización y el egoísmo primario de tal grado, recibe de las autoridades, no solamente el cobijo a quien vende a cualquier ciudadano el efectivo, sino que hace lo propio. Negocia efectivo obtenido por diversos mecanismos. La crisis y, en medio de ella, el egoísmo primitivo, aquél que se desprende del sálvese quien pueda, conduce a la pérdida de cualquier manifestación humana y solidaria.
Otra de las grietas o blasones que muestra el Gobierno es la corrupción. La descomposición es tan grande que el saqueo alcanza la más llana y simple de las actividades económicas y públicas. La venta de dinero, la distribución de la bolsa Clap, la consecución del pasaporte para huir del país, la matraca en la frontera para alcanzar nuevos rumbos, quien busca vender productos en la ciudad, luego del trabajo que supone la siembra, la cosecha, entre muchas actividades cotidianas, están invadidas por la corrupción. Todo es corrompido y amparado por quienes gobiernan en distinta instancia. La corrupción grande, la de Pdvsa, la de miles de millones de dólares, se ve acompañada por la que sufre la ciudadanía a escala nacional.
Por su parte, las últimas cuestiones en materia económica lucen continuistas. El nuevo cono monetario junto a la política por imponer el petro como instrumento bandera de los nuevos tiempos para la acumulación capitalista, resumen una reiteración de la política entreguista del Gobierno. Un nuevo cono sin medida alguna para cambiar la orientación de la economía afianzará la inflación. La apuesta a esperar los recursos de la minería y el petro, para reactivar la economía. Busca el Gobierno la conversión del petro en un activo capaz de incidir de manera significativa en circulación, el intercambio y la distribución.
No supone para nada la liberación de fuerzas productivas mediante la inversión y la creación de empleos productivos. Apenas más recursos para seguir importando e invertir en aquéllas áreas consensuadas con los nuevos amos. No hay nada nuevo en materia económica. Lo juegan todo a la minería virtual o convencional. Parecen garantizarles los nuevos amos, chinos y rusos, el mayor apoyo posible frente a la ofensiva del imperialismo estadounidense que busca rescatar el área perdida.
Ubiquemos que la guerra económica lanzada por Trump ante la pérdida de la hegemonía mundial, encuentra en Venezuela un emblema importante. La guerra de divisas coloca el oro en elemento fundamental de las divisas. El coltán es materia principalísima de la industria moderna que busca modernizar EEUU. Entre otros materiales estratégicos, Venezuela es reservorio de significación mundial. Pasto pues para la guerra de colosos. A eso nos llevó la política de cambio de amos. En vez de aprovechar las contradicciones interimperialistas, le vendieron el alma al diablo.
Muy a pesar de todo esto, los anticomunistas avivan la voz. Las últimas decisiones del Gobierno de Maduro, aunque no muestran nada distinto a su naturaleza, estimulan la reláfica que ha adquirido nuevos bríos. Insisten los parloteos anticomunistas en afirmar la sandez de que se trata de un Gobierno socialista. De que se evidencia el fracaso del socialismo. Cuando en verdad se trata de la economía basada en la propiedad privada sobre los medios de producción y de las orientaciones en correspondencia. Por lo que vale la variante de la expresión que ayudó en la victoria de Clinton: Es la economía capitalista, estúpido.
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