Las amenazas reptilianas llamadas Silurianos evolucionaron en la Tierra antes que la humanidad, según la versión del Universo de la serie de televisión británica “Doctor Who”. Pero, dejando a un lado la ciencia ficción, ¿cómo sabríamos si existió una civilización avanzada en nuestro planeta millones de años antes que aparecieran los seres humanos? ¿O si existió una civilización Siluriana? Estas son preguntas serias y los científicos especulan sobre qué rastros podrían haber dejado atrás estos potenciales predecesores.
Cuando se trata de la búsqueda de civilizaciones extraterrestres avanzadas que puedan existir en todo el cosmos, se debe tener en cuenta que el universo tiene unos 13.800 millones de años. En contraste, la vida compleja ha existido en la Tierra por sólo unos 400 millones de años y los humanos han desarrollado una civilización industrial en los últimos 300 años. Tiempo suficiente para que hayan existido civilizaciones industriales mucho antes de que existieran las humanas, no sólo alrededor de otras estrellas, sino incluso en la Tierra misma.
Sin embargo, no creo que existiera una civilización industrial en la Tierra antes que la nuestra y tampoco creo que haya habido una civilización de dinosaurios o una civilización de megafauna inteligente. Hace poco, Adam Frank, un astrofísico de la Universidad de Rochester formuló la siguiente pregunta: ¿Cómo saber que no ha habido una civilización anterior? El objetivo de la ciencia es hacer una pregunta y ver a dónde nos conduce. Esa es la particularidad que hace a la ciencia tan emocionante.
Es improbable que los artefactos de las civilizaciones humanas u otras industriales se encuentren en la superficie del planeta después de varios millones de años.
Por ejemplo, las áreas urbanas actualmente ocupan menos del 1 por ciento de la superficie de la Tierra y los elementos complejos, incluso de la tecnología humana primitiva se encuentran muy rara vez. Una máquina de engranajes tan compleja como el mecanismo de Antikythera, utilizada por los antiguos griegos, es considerada la primera computadora del mundo que permaneció desconocida para el momento en que se desarrollaron los complicados relojes en la Europa del Renacimiento.
Sin embargo, estamos acostumbrados a imaginar a las civilizaciones extintas en términos de estatuas hundidas y ruinas subterráneas. Este tipo de artefactos de sociedades anteriores nos ubican en escalas de tiempo de algunos miles de años en el pasado. Pero una vez que retrocedemos el reloj a decenas de millones o cientos de millones de años, las cosas se vuelven más complicadas.
Por otro lado, podría ser difícil que halláramos fósiles de cualquier individuo que pudo haber vivido en una civilización industrial, porque la fracción de vida que se fosiliza es extremadamente pequeña: de todos los dinosaurios que existieron, sólo se han descubierto unos pocos miles de especímenes. Dado que los fósiles más antiguos conocidos del Homo Sapiens tienen unos 300.000 años de antigüedad, no hay certeza de que nuestra especie pueda llegar a aparecer en el registro fósil a largo plazo.
Después de unos pocos millones de años, cualquier recuerdo físico de nuestra civilización puede haber desaparecido, por ello los investigadores en el área sugirieren buscar evidencia de civilizaciones industriales a partir de cambios químicos atípicos en los registros geológicos de la Tierra u otros planetas. Los científicos del futuro se enfocarían en observar los signos de la civilización que los humanos crearon durante el Antropoceno, la edad geológica actual, caracterizada por la influencia de los humanos en el planeta.
Un signo de la civilización industrial puede tener que ver con isótopos de elementos como el carbono. Por ejemplo, los humanos que vivimos en civilizaciones industriales hemos quemado una cantidad extraordinaria de combustibles fósiles, liberando a la atmósfera más de 500 mil millones de toneladas de carbono a partir del carbón, el petróleo y el gas natural. Los combustibles fósiles derivan en última instancia de la vida vegetal, que preferentemente absorbe más del isótopo carbono-12 que del isótopo más pesado, carbono-13.
Cuando los combustibles fósiles se queman, alteran la proporción de carbono-12 a carbono-13 que normalmente se encuentra en la atmósfera, el océano y los suelos, un efecto que luego podría detectarse en los sedimentos como indicios de una civilización industrial. Además, las civilizaciones industriales han descubierto formas de “fijar” nitrógeno artificialmente, es decir, romper los fuertes enlaces químicos que mantienen unidos a los átomos de nitrógeno presentes en la atmósfera, para crear moléculas biológicamente útiles.
La aplicación a gran escala de fertilizantes nitrogenados generados mediante la fijación de nitrógeno ya es detectable en sedimentos alejados de la civilización. La actividad industrial humana también puede resultar visible en el registro geológico en forma de moléculas sintéticas de larga vida a partir de plásticos y otros productos, o incluso por la lluvia radioactiva procedente de ensayos de armas nucleares. El Antropoceno también está desencadenando la extinción masiva de una gran variedad de especies que probablemente sea visible en el registro fósil.
Retomando la hipótesis Siluriana, por descabellada que parezca, el fin de una civilización podría sembrar las semillas para otra. Es decir, las civilizaciones industriales pueden desencadenar zonas muertas en los océanos, provocando el enterramiento de material orgánico, que en el futuro, se convertiría en combustibles fósiles que podrían sustentar una nueva civilización industrial.
En fin, pensar en el impacto que una civilización previa tuvo en la Tierra, podría ayudarnos a pensar sobre qué señales de vida podríamos buscar en otros planetas.