La ciencia económica, el fracaso de Maduro y el cambio

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Una cosa es hacer política con base en el análisis de las condiciones objetivas y subjetivas y otra hacerla a ciegas. Igual sucede a la hora de establecer una propuesta programática alternativa para Venezuela. Sin establecer de manera rigurosa las condiciones concretas en la que se desenvuelve una sociedad, se peca de subjetivo. Además, son asuntos que demandan de la cultura en correspondencia.

Luego, analizar las condiciones objetivas, si queremos ser rigurosos, nos conduce a hacer uso de la ciencia económica. Sabemos que son varios los conceptos de ciencia económica. De que su objeto se define desde la perspectiva objetiva y subjetiva. Sin embargo, si es ciencia, es la empiria la que debe darle el rango de tal.

A pesar de la evidencia empírica, todavía hay quienes religiosamente siguen defendiendo las ideas antinacionales. Aquellas que reivindican la absurda tesis de que las soberanías nacionales se han «morigerado». Que ya no podemos hablar de imperialismo, toda vez que la globalización, ya en decadencia, tiende a borrar las fronteras nacionales. Afirmación que se produce en medio de guerras entre países por delinear a favor de uno u otro, alguna parte de territorio en disputa. La abrumadora pugnacidad entre países y naciones no parecen suficiente prueba de lo errada de la tesis en cuestión, por lo que parecen no querer dar su brazo a torcer, quienes aún levantan la manida afirmación, tal como monjes religiosos frente a la evidencia científica de que la especie humana es el resultado de un largo proceso evolutivo y no de la mano divina. No paran mientes en una realidad en la cual, como siempre pero ya de manera abierta, cada país con soberanía, o acompañándola con posiciones imperialistas, busca mantener sus mercados internos, luchar por los externos para colocar sus mercaderías o hacerse de materias primas abundantes, seguras y baratas, con base en relaciones desiguales y a su favor. Todo lo cual conduce a la exacerbación de las contradicciones interimperialistas.

Nunca ha habido tal morigeración de fronteras por parte de las naciones imperialistas. La integración europea, emblema de quienes sostienen esta tesis, ya va a la debacle. Lo inicia el Brexit, pero ya hasta los catalanes buscan hacerse independientes. Qué decir del nonato acuerdo trasatlántico iniciado por Barak Obama.

El sentido nacional, el nacionalismo, hasta la idea de patria, es inherente al régimen en cuestión. La relación mercado interno – mercado externo, es un asunto que obedece a la necesidad de complementarse una economía aprovechando las ventajas en uno u otro rubro de otra economía para salir favorecido en la producción. Ese es el sentido nacional y soberano de la relación con el sector externo.

El fin del trabajo humano, una de las teorías burguesas más emblemáticas de las últimas décadas, fue atendida por la ciencia económica en su oportunidad, de manera radical. Siendo una de las teorías más vulgares, aunque sofisticada e impactante, por aquello del desplazamiento de la fuerza de trabajo por el robot, fue un ejercicio sencillo desmontar tal falacia. El trabajo vivo es lo que agrega nuevo valor. Luego, para el capitalista es imprescindible el trabajo del obrero. Así, mientras se desarrollaba la robotización en varias potencias industriales y se propagaba esta tesis, en China e India, principalmente se fue proletarizando a cientos de millones de trabajadores, realizándose, principalmente, en el trabajo simple del proceso de trabajo.

La ley del valor, la teoría objetiva del valor, reivindica una y otra vez su rango científico en la medida en que se corrobora en la vida. Las criptomonedas resumen una experiencia en tal dirección. Podemos explicar este instrumento de manera rigurosa solamente a partir del principio de que el valor de cambio de la mercancía lo determina el tiempo de trabajo socialmente necesario en su elaboración. Las variaciones de precio, como en el caso que nos ocupar, están sujetos a la fuerza de la oferta en relación con la demanda. Ha habido tal fuerza de demanda de estos instrumentos, principalmente en torno del bitcoin, que se ha producido una tendencia alcista que la llegó a elevar su precio hasta por 20 mil dólares. Superada esa tendencia ha caído por debajo de 4 mil. Puede repuntar toda vez que se ha convertido en refugio frente a la tendencia al debilitamiento del dólar.

Analizar el fracaso

Rotundo es el fracaso. Era de esperarse. Este tipo de medidas no es para que prospere nada bueno. A Estados Unidos le costó la hegemonía mundial. A Inglaterra su rezago en la Unión Europea, hasta tener que apelar al Brexit. A ambos, padres del nuevo liberalismo, el neoliberalismo, o el liberalismo de estos tiempos, no les queda de otra que rescatar sus economías con base en la protección. Pero, en el caso de Venezuela, por su condición dependiente y semicolonial, ahora en tránsito a la sujeción del imperialismo chino y ruso, no goza del sentido nacional como para recuperar su economía a partir del desarrollo. A partir de un proceso de concentración de capitales, autónoma y soberanamente.

El paquete de Maduro es una expresión de la política en favor de la oligarquía financiera, en este caso china y rusa, cuyo objetivo es mantener la capacidad crediticia del Estado venezolano frente a los acreedores. No la de recuperar la economía. Busca apenas hacerse de los recursos que permitan cancelar la deuda contraída.

El Gobierno, como es tradición chavista, busca atender el asunto sin afectar a la banca y a los importadores. Por lo que nada hace en favor del crecimiento económico. Menos para el desarrollo.

El resultado, ya se esfumó el salario, ahora nivelado hacia abajo. Las remesas tampoco alcanzan. La pobreza es tan grande que los empresarios y comerciantes no hallan como realizar sus mercaderías de manera plena. Se profundiza la depresión. Se profundiza la crisis general.

A esta política se agrega el afianzamiento de la minería depredadora. Nueva garantía para honrar los compromisos contraídos, como suele recordar Maduro. Por lo que se ahonda la entrega de nuestras riquezas, soberanía incluida, a los grandes capitales provenientes del imperialismo chino y ruso, principalmente.

Para quienes no logran ubicar las cuestiones internacionales como determinaciones del momento político, debemos recordarles que el mundo se encuentra cruzado por serios conflictos que fundamentan la política en cada país del planeta. Lo que se da con base en la condición de cada país o nación. Unos soberanos y otros no. En nuestro caso no podemos pensar que se trata de una política autónoma e independiente con sentido nacional. Se trata de una política dictada en favor de otros.

Aparte de mantener la capacidad de crédito, entra Venezuela en una nueva fase del extractivismo. Así, junto al paquete, parece elevarse la capacidad extractiva de recursos minerales. La producción de coltán, básico para la industria moderna, se ha elevado en correspondencia con la demanda del bloque liderado por los asiáticos.

El oro, por su parte, siendo un mineral que se encuentra bajo la codiciada mirada de las potencias imperialistas, ve un futuro brillante. En la guerra de divisas, juega un papel básico. Se convierte en la determinación fundamental de esa conflagración. El Gobierno ha tomado partido de manera clara en favor de uno de los bloques en pugna por la hegemonía mundial.

Una vez más sobre la crisis y la salida

La crisis venezolana nada tiene que ver con las crisis cíclicas de sobreproducción. Por el contrario, la crisis venezolana es por falta de producción, que está inscrita en el proceso de concentración de capital. Este es el freno que ha sufrido, muy a pesar de contar Venezuela con todas las condiciones para profundizar su desarrollo hasta producir muy buena parte de lo que necesita la gente y el aparato productivo.

De allí, la importancia de establecer las determinaciones del freno del proceso de concentración de la producción. Recordemos que se trata de una política que ya lleva tres décadas. Iniciada en 1989, la desindustrialización se inicia pareja a la incorporación de Venezuela a la recién fundada entonces Organización Mundial de Comercio. Se inicia la liberalización con el mercado externo y, con ello, la importación cada vez más creciente de mercancías más competitivas que las nativas. A la postre sobreviene la desindustrialización y se profundiza la dependencia del producto importado, hasta llegar a su máxima expresión con el chavismo y el traspaso del mando imperialista.

Sin embargo, los apologetas liberales, lanzan como condición absoluta que, sin un crédito puente del FMI es imposible salir de la crisis. Sin la inversión extranjera a raudales no hay manera de andar. Por lo que, lógicamente, hay que brindar la mayor confianza al inversionista extranjero. No importa que el trabajador no confíe, ya que apenas aporta la fuerza de trabajo. Es el empresario quien le brinda empleo. Esa es, en resumidas cuentas, la lógica del economista. La lógica del capital, pues.

Dos cosas es necesario establecer. En primer lugar, si bien la inversión extranjera puede ser un acicate al desarrollo y el crecimiento, ella se localiza con base en determinaciones que van más allá de la mera confianza.

Pesa, en primer lugar, el papel de Venezuela en la división internacional del trabajo. La misma que apreció Smith en su tiempo pero que los economistas parecen olvidar. Invierten donde observan ventajas. En las condiciones actuales seguramente estarían dispuestos a invertir en minería y petróleo. En realidad, ya lo andan haciendo. Claro, principalmente chinos y rusos.

En segundo lugar, la inversión extranjera busca sacar el mayor provecho, por lo que la cuota de beneficio debe ser bastante elevada. Piden dos cosas los inversionistas. Que la explotación de los trabajadores sea brutal, partiendo de la ventaja comparativa en que resulta el salario y la reducción de las cargas impositivas. Son parte de los «logros» del chavismo. La pobreza a la que han llevado a las grandes mayorías garantiza trabajadores baratos. Eliminaron la doble tributación, con lo que garantizan bajas cargas impositivas. Además, han recreado la ley de protección y promoción de inversiones extranjeras para facilitarles las cosas, inscritas en el 301 de la constitución.

De tal manera que las inversiones sobre estas bases están bastante aseguradas. Pero… aun así, no han llegado. Claro, la cosa no es automática. Además, de la limitación que representa la dimensión tan pequeña del mercado interno venezolano, ven que el papel de nuestra economía es el de ser proveedor de materia primas. De allí que se trata de una apuesta cuya bondad automática es para el inversionista, no para el país y menos para los trabajadores.  

Por eso, antes de colocar en el salvavidas de la inversión extranjera y el crédito fondomonetarista el futuro del país, sería importante sacar cuentas. Con cuánto contamos para la concentración soberana de capitales. Cómo canalizar el ahorro social en función de la inversión productiva. Manejar la tasa de interés para abaratar el crédito. Privilegiar la producción con base en una correcta relación entre las necesidades y aspiraciones colectivas y las propias de los sectores diversos comprometidos con el cambio.   

En ese sentido, resulta un conflicto aquello de dejarle algunas definiciones fundantes de la alternativa de cambio a “especialistas”, tradición que es fruto de la pasada etapa de la antipolítica y el posmodernismo. Decimos, pasada ya, que la ubicamos en la paz de los sepulcros, aunque, como los vampiros, renace cuando al capital le haga falta recrear el escepticismo.

Las decisiones deben contar con la ciencia. Pero deben ser propias de quienes hacen política. Aunque desde perspectivas diversas, es un asunto de los políticos. Cierto que hay políticos y políticos. Desde la perspectiva de las clases, defienden intereses diversos. Incluso de sectores de clase. Desde la nuestra, en favor de los intereses de los trabajadores. Conciliar intereses supone concesiones de una y otra clase, hasta crear la unidad necesaria para salir de la catástrofe. Es tiempo de unidad.

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