Paquetazo de Maduro, hambre y dolarización velada

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Deben estar prestas tanquetas, escopetas, perdigones y balas. No solamente para reprimir la respuesta popular. También deberán militarizar la sociedad y el mercado, ante las medidas alocadas y criminales de Maduro.

Más allá de las consideraciones teóricas acerca de la lógica económica de este dislate, luce cuesta arriba que puedan aplicar en paz un paquete mucho más inhumano que el de Miguelito Rodríguez, por sus consecuencias sociales. Aquél, como todo lo del bipartidismo, se queda corto. Se trata de un electroshok brutal. Pero parecen dispuestos a llevarlo a cabo todo evento.

Se trata de un conjunto de medidas liberales que buscan en el fondo restituir la forma valor. Ajustar los precios al valor real de las mercancías por vía del decreto. O sea, los precios se ajustarán al dólar. O al euro. Del precio de los productos importados de un país u otro. El yuan o la rupia pueden jugar en esto. No se produce riqueza suficiente como para satisfacer la demanda social. Luego, el producto debe ser importado. El precio del producto importado debe ser vendido a precio internacional. Al precio que se canceló en el país de origen, a lo cual hay que sumar transporte y gastos para comerciarlo. Un kilo de arroz, supongamos, en Estados Unidos en promedio 4 dólares. Una docena de huevos 2,50 dólares. En Perú el arroz cuesta alrededor de un dólar. En Chile 1,50. La paridad que alcance el bolívar luego de la eliminación de los controles determinará los precios en bolívares con base en la paridad que determine el mercado.

La gasolina quedará a un precio que en las primeras de cambio también estará dolarizada. La inflación hará que baje su precio real. A menos que el Gobierno la siga aumentando. Plantean un censo de transportistas. Auguramos mayor desastre. Distribuir gasolina entre gente censada con carnet de la patria mediante, y gente que se niega a tener ese carnet de control social, creará más desorden. Pero también creará una nueva rama del comercio de bienes sujetos a la especulación. Ya aparecerán los bachaqueros de la gasolina vinculados a los militares, policías y colectivos para hacer jugosos negocios, como los que se nutren de las bolsas CLAP.

La debilidad del bolívar soberano antes de nacer, nos aproxima a un esquema de precios dolarizado. De una parte, la oferta de Maduro de liberalizar el mercado de divisas. En segundo lugar, dada la política de importaciones de bienes finales establecido en el decreto para tales efectos. Mientras, ninguna medida surtirá efectos positivos para frenar la hiperinflación. Ubiquemos que el anclaje al petro es una incógnita que pudiese dejar al bolívar en el limbo como moneda de cambio autónoma. No hay mercado de petro. Hubo una preventa, pero no se ha transado, que sepamos, un solo petro. Luego, como título de valor sigue siendo una abstracción. El presupuesto de gastos es el parangón para producir dinero sin respaldo. Así viene actuando el Gobierno. Además de que no hay medida alguna para incrementar la producción. Así, sin haber anclaje ni crecimiento del PIB, se seguirá produciendo dinero inorgánico. La hiperinflación, vistas así las cosas, seguirá su curso.
Hiperinflación, caída del PIB e importaciones a dólares libres, conducen a una elevación de precios que incrementarán el hambre.

Tanto el Gobierno como los economistas que le brindan recomendaciones para frenar la hiperinflación y la crisis económica, no toman en cuenta que el problema es producir riquezas. Que el asunto se debe atender por el lado de la oferta, esto es, que hay que crear las condiciones para la concentración de capitales. Que se deben crear las condiciones materiales para que los dueños de los medios de producción puedan capitalizar. Lo que supone una política que estimule el sistema de créditos para la producción. Que se debe rescatar el mercado interno para la producción nacional. A su vez, que se debe crear demanda. No anular el salario de los trabajadores. En definitiva, fabricar fabricantes. Sobre todo trabajadores.

El new deal, el nuevo trato, no fue una idea de los comunistas. El Estado estadounidense, actuando como capitalista total ideal, tomó medidas en esa dirección.

El peligro de una revolución social llevó a Roosevelt a tomar medidas para salir de la depresión que destruyó en más de un 30% la economía entre 1929 y 1933. En menor porcentaje a la nuestra que va bordeando el 50% de caída del PIB. La política de Roosevelt tuvo base el cambio en la política bancaria. De creación de demanda efectiva. De elevación de la producción.

La política del Gobierno así como las recomendaciones de los economistas fetichistas, nos traen a la memoria aquella afirmación de Marx: “…en general, el sistema proteccionista es en nuestros días conservador, mientras que el sistema del libre cambio es destructor. Corroe las viejas nacionalidades y lleva al extremo el antagonismo entre la burguesía y el proletariado. En una palabra, el sistema de la libertad de comercio acelera la revolución social. Y solo en este sentido revolucionario, yo voto, señores, a favor del libre cambio”. El fetiche que se desprende de la axiomática liberal monetarista no resuelve nada. Las agrava. Medidas que se centran solamente en el levantamiento del control de cambio y el equilibrio fiscal no resuelve nada, si no van acompañadas de una política de crecimiento económico inmediata. No se debe esperar. Se deben producir medidas de estímulo a la producción. Es más, el levantamiento de las medidas de control debe ser gradual y en correspondencia con el crecimiento. De lo contrario el efecto nocivo en la gente no se hará esperar.

Ciertamente son alocadas las medidas. Debemos preguntarnos a quiénes benefician. Beneficia a los importadores. Beneficia a los especuladores. Para nada beneficia a los trabajadores.

Creemos que el Gobierno tratará de convencer al porcentaje que aún lo sigue. Cosa difícil si tomamos en cuenta que han sido tan nefastas que ya nadie les cree. Ni siquiera los propios. Por más que haya irracionalismo difícil es esconder resultados que han llevado a una hambruna solo atemperada por la remesa de los emigrantes.

La situación se tornará tan explosiva que nos aproximan a un desenlace. La explosividad generada por las medidas debe ser canalizada. El impulso del paro nacional debe tener como consigna central el cambio de Gobierno para reconstruir el país. Pero, a su vez debe frenar este paquetazo de más hambre.

Es tiempo de consensuar un programa de reconstrucción nacional que se salga de la ilógica liberal. Debe partir de lo principal, si no se produce riqueza no se resuelve nada. Debemos crear condiciones para el debate en medio del combate contra el paquetazo de hambre de Maduro y sus secuaces.

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