Hoy en día, los paleontólogos caracterizan las extinciones masivas como las veces que la Tierra ha perdido más de las tres cuartas partes de sus especies en un intervalo geológicamente corto, como ha sucedido en cinco ocasiones en los últimos 540 millones de años. Muchos biólogos ahora sugieren que una sexta extinción en masa está en marcha, dadas las pérdidas de especies conocidas en los últimos siglos. En esta oportunidad escribo sobre las diferencias entre los datos fósiles e información paleontológica disponible que influyen en nuestra comprensión sobre una futura extinción.
En 1980, Luis y Walter Álvarez hallaron indicios irrefutables de un poderoso impacto de asteroide que ocurrió hace unos 66 millones de años, su cráter (Chicxulub) sobrevive en la península de Yucatán en México. Coincidió con la desaparición de los dinosaurios, entre muchas otras especies y con emanaciones de magma llamadas basaltos de inundación en el oeste de la India. Muchos científicos saludaron la causalidad que el equipo atribuyó a tales coincidencias. Pero, una cosa que sabemos con certeza es que las condiciones en la Tierra fueron pavorosas para los dinosaurios en el momento de su desaparición. Algunas teorías alternativas y superpuestas sugieren que los dinosaurios fueron ahogados por mega tsunamis, abrasados por lava, privados de alimentos por un paisaje desprovisto de vegetación, envueltos en décadas de oscuridad y congelados en una edad de hielo.
Las extinciones masivas que ocurrieron en los últimos 260 millones de años probablemente fueron causadas por cometas y lluvias de asteroides, concluyen los científicos en un nuevo estudio publicado en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society. Durante años, los científicos han discutido sobre una hipótesis relacionada con las extinciones masivas periódicas y los cráteres de impacto causados por cometas y lluvias de asteroides en la Tierra.
Recientemente, un par de investigadores obtuvo nuevas pruebas para respaldar un vínculo entre las periódicas lluvias de cometas y las extinciones en masa, incluida la que creen que aniquiló a los dinosaurios. Michael Rampino y Ken Caldeira, rastrearon 260 millones de años de extinciones masivas y encontraron un patrón familiar: cada 26 millones de años, hubo grandes impactos y extinciones importantes. Este ciclo se ha relacionado con el movimiento periódico del Sol y los planetas a través del denso plano medio de nuestra galaxia. Los científicos han teorizado que las perturbaciones gravitacionales de la distante nube de cometas de Oort que rodea al Sol, provocan periódicas lluvias de cometas en el sistema solar interior, donde algunos de ellos golpean la Tierra.
Otros científicos que han investigado las extinciones masivas son más comedidos sobre estos hallazgos. Es el caso de Renne y colegas quienes creen que las erupciones volcánicas que aceleraron el fin de los dinosaurios, fueron consecuencias de los impactos de cometas o asteroides que colisionaron en la Tierra. Aunque la posibilidad de que el vulcanismo esté vinculado a intervalos de extinción masiva, no explica qué tipo de ciclos podrían desencadenar a escala global el despertar de los sistemas de magma más poderosos del planeta. Ahí es donde entran en juego las teorías sobre la periodicidad galáctica.
Ahora bien, si Rampino y Caldeira están en lo cierto, la próxima extinción masiva podría no estar lejos, en términos geológicos. Los asteroides llegan con una velocidad de al menos 13 kilómetros por segundo y transfieren una energía cinética impresionante en el momento del impacto. Un asteroide de sólo 500 metros de diámetro liberaría en un segundo 100 veces más energía que la que recibe la Tierra del sol en un año. No es de extrañar, entonces, que Rampino haya dedicado su tiempo a rastrear los impactos responsables de las extinciones masivas. Lamentablemente, los procesos continuos sobre y debajo de la superficie de la Tierra han borrado buena parte de la evidencia. En apoyo a la teoría, en la década de 1920, Milutin Milankovic predijo cambios regulares o periódicos en las propiedades orbitales y rotacionales de la Tierra, lo que podría explicar las fluctuaciones climáticas, incluidas las glaciaciones.
El apoyo más convincente surgió en 1976 de los estudios empleando isótopos estables de núcleos de sedimentos marinos. ¿Existe algún tipo de actividad astronómica que pueda afianzar la aparente ciclicidad de impactos, vulcanismo y extinciones masivas? El sol orbita el centro galáctico aproximadamente cada 250 millones de años y al hacerlo se tambalea a través del plano galáctico cada 33 millones de años. Se piensa que la forma en que la masa -incluidas las estrellas, el gas e incluso la materia oscura- varía en relación al plano galáctico, podría establecer variaciones cíclicas en el entorno gravitatorio como para perturbar objetos pequeños que orbitan alrededor del sol y desencadenar “sobresaltos” en la Tierra.
No solo los impactos alterarían las condiciones de la superficie en un grado mortal, sino que grandes cantidades de energía que penetren al interior podrían provocar que el magma suba desde el manto superior de la Tierra. Lo anterior iniciaría un nuevo ciclo de extinción, la sexta… ¡la nuestra!
Foto: http://www.waivingentropy.com/2013/02/11/revisiting-chicxulub-2/
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