Trump, se inscribió dentro de la corriente dominante de rescatar la preeminencia en la producción para pugnar por la hegemonía planetaria. No se apoyó en la actual estructura económica, cada vez más maleable, sino en la tendencia natural de los estados nacionales imperialistas. La globalización nunca les restó esta condición. Por el contrario, mientras articulaban capitales, buscaban afianzar su jerarquía. Con base en la industria bélica pretendieron afianzarse. Pero no les resultó.
En maniobras como la montada, los rusos tienen una gran experiencia. En Siria se realizaron, bajo sus auspicios, en 2014, unas elecciones en las cuales arrolló Bashar Al Assad con cerca de un 80% de los votos, en medio de la guerra civil.
La carencia fundamental de la oposición durante más de un lustro ha sido precisamente esa, no contar con una estrategia perspicua. De cara a una endeble unidad, labrada a partir del criterio común de salir de Maduro, no se ha avanzado más allá.
La apologética económica guarda distancias pero en el terreno de los tiempos y magnitudes pero no en la esencia de las medidas. También harían cosas similares y más drásticas aún.
Los recientes ejercicios militares de Rusia y China son apenas una señal del poder bélico de este bloque, de sus preparativos para grandes confrontaciones por el reparto del mundo.