Una amplia investigación que revela cómo, mientras China desarrolla el proyecto más ambicioso jamás conocido, Estados Unidos adelanta una política que atrofia la llamada libertad de mercados. La ofensiva de Trump, desde muy temprano, desmantela los proyectos del Pacífico y Atlántico. Por su lado, China promueve el libre comercio apoyada en su competitividad.
Resulta un tanto paradójico el hecho de que en medio del confinamiento se están fraguando procesos tecnológicos que van a incidir de manera objetiva en los cambios de la cotidianidad, más que la pandemia. Nuevas preguntas surgen: ¿cómo será la vida cotidiana luego de la pandemia?, ¿qué cambios se producirán en las relaciones humanas?, ¿cómo reactivar el aparato productivo mundial?
Trump, se inscribió dentro de la corriente dominante de rescatar la preeminencia en la producción para pugnar por la hegemonía planetaria. No se apoyó en la actual estructura económica, cada vez más maleable, sino en la tendencia natural de los estados nacionales imperialistas. La globalización nunca les restó esta condición. Por el contrario, mientras articulaban capitales, buscaban afianzar su jerarquía. Con base en la industria bélica pretendieron afianzarse. Pero no les resultó.
Una de las cuestiones paradójicas que deja 2020 es que se afianza la tendencia de que el salario del trabajador productivo, de la empresa o por cuenta propia, se establece por la vía de la oferta y la demanda.
China, más aún, el bloque configurado bajo su primacía, desde 2008 y antes, se convierte en el motor de la economía mundial. Va copando espacios ajenos sin dejar de lado algunos de los estadounidenses, para el momento la primera potencia mundial.
La dictadura seguirá gobernando con la Fuerza Armada, el Psuv, y la estructura paraestatal para la distribución de las bolsas Clap y otras limosnas, sostenidas con base en los dineros públicos.
La historia de la dolarización en Venezuela es de larga data, luego de haber contado el bolívar con una solidez que lo colocaba como una de las monedas más sólidas del planeta.
El camino descrito por la disposición de la dictadura de seguir en el poder a toda costa, con el fracaso de la farsa electoral y la eventual muestra de la gente en la consulta, allana el camino de la rebelión como alternativa.
Ya suena más que el bolívar. La gente rechaza el bolívar y aprecia u odia al dólar. Quienes producen bienes y servicios buscan poseer los dólares de rigor.
La crisis venezolana ha sido pensada desde distintos puntos de vista. Apenas hay coincidencia en que su magnitud no encuentra parangón en ninguna etapa anterior de su historia.
Bolivia es área en disputa. Se abre un nuevo período que crea la incógnita de si Arce seguirá los pasos de Evo Morales de afianzar la perspectiva de la dependencia de China o si hará como su colega Lenín Moreno en Ecuador de traicionar a su mentor. Idea que se apoya en la afirmación contundente y reiterada de que Morales nada tendrá que ver con su gobierno.
Para nada este es el camino del desarrollo y la soberanía. Por el contrario, las ZEE y la llamada Ley Antibloqueo, son instrumentos jurídicos que buscan afianzar la dependencia de China, principalmente, aunque Rusia cuenta con lo suyo. Otro tantico Irán y Turquía. Los europeos a la espera para penetrar. La señal es para todos.
Para facilitar el asunto el gobierno adoptó la fórmula del capitalismo chino de las ZEE. Una manera de desregular radicalmente las economías en determinados territorios para el proceso compulsivo de acumulación de capitales: rebaja sustancial de impuestos y aduanas, permisos expeditos, anulación de leyes laborales, eliminación de restricciones ambientales. Todo y más.