2020: China se afianzó como primera potencia en medio de la pandemia y la crisis

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Cierra un año que dejará huella en la historia humana. Eso de la pandemia del coronavirus es un hecho imposible de ser soslayado y marcará un hito tan grande como el que más. Tanto, que arropará dos cuestiones tan trascendentes como ella misma: la crisis cíclica mundial más aguda desde 1929 y la entronización de China como primera potencia hegemónica planetaria.

Ya la crisis mundial había estallado. No por la pandemia, sino por el natural ciclo capitalista. La peste la afianza. La crisis de 2008, como es natural dentro del ciclo, fue seguida por una fase de reanimación y recuperación, centrada en China y en general en Asia, fase que es seguida por la tendencia recesiva, hasta llegar a una nueva crisis como la que estalla a comienzos de 2020. Pero se hace ver que la crisis económica es el resultado de la pandemia. Pero no. La crisis es el cierre de uno y el comienzo de otro ciclo.

Asimismo, la pandemia va a facilitar el afianzamiento de la primacía china. El desarrollo desigual de la enfermedad, su ataque eficaz en China, mientras hace estragos en Europa y, más todavía, en Estados Unidos, permitieron a los asiáticos descollar en varios aspectos. No se detiene China en el desarrollo de la tecnología 5G, mientras avanza en 6G. Da muestras claras de avances en la tecnología cuántica aplicada a la cibernética, la química y la farmacología, aprovechando las propiedades cuánticas de la naturaleza subatómica. Mientras, progresa, con los tropiezos de rigor, en el proyecto una franja una ruta.

Cerrará el año con un PIB positivo, luego de dos trimestres que dejan atrás el -6.8% del primer trimestre en medio de la pandemia.

China, más aún, el bloque configurado bajo su primacía, desde 2008 y antes, se convierte en el motor de la economía mundial. Va copando espacios ajenos sin dejar de lado algunos de los estadounidenses, para el momento la primera potencia mundial. Le arrebata mercados y fuentes de materias primas, que contribuyen con el incremento de su competitividad y de allí el desalojo de los competidores.

A su vez, China, dadas las contratendencias para frenar la caída de su cuota media de la ganancia (G’), a raíz del incremento del salario de sus obreros, principalmente, acelera la ampliación de sus mercados, más allá del estadounidense, reducido por las sanciones impuestas por Trump. Es así como, además del proyecto de la nueva ruta de la seda, crea el mercado más grande hasta ahora. Y es que: “Quince países firmaron… un ambicioso acuerdo comercial que servirá para expandir la influencia de China… Esta Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en inglés) creará una gigantesca zona de libre comercio entre las 10 naciones que integran el ASEAN (Indonesia, Tailandia, Singapur, Malasia, Filipinas, Vietnam, Birmania, Camboya, Lagos y Brunei) así como China, Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda. Se trata del mayor acuerdo comercial del mundo en términos de Producto Interno Bruto, según los analistas. El acuerdo para reducir aranceles y abrir el comercio de servicios en el bloque es considerado como una alternativa que lideró China al ahora difunto acuerdo propulsado por Estados Unidos, enterrado por Donald Trump”.

A su vez, China aprovecha la pandemia para presentarse como la potencia mundial que más ayuda a su combate, principalmente en los países receptores de capitales. Mientras, reestructura, condona y refinancia deudas adquiridas por los países que reciben sus capitales, afianzando a su vez, sus proyectos estratégicos.

Tanto ha cambiado el mundo, que hasta la Organización Mundial de Comercio se puso del lado de China cuando el 15 de setiembre de este año, condenó los aranceles impuestos por Estados Unidos a China en 2018 y 2019. Según la OMC: “Los aranceles impuestos por Washington no son consistentes con los principios de Nación Más Favorecida de la OMC, y exceden las tarifas máximas acordadas por EE. UU.»

La económica y la política en el nuevo panorama mundial

Como en toda ciencia, el desarrollo y realización de la economía política, cuyo objeto son las relaciones de producción y de cambio, ha permitido descubrir las leyes del capitalismo. La más importante, sobre todo para el análisis de las cuestiones económicas y su articulación con la política, es la ley de la tendencia decreciente de la G’. Inscrita dentro de aquello de que el ser social determina las formas de conciencia social, la cosa se hace más explícita aún. Herramientas fundamentales para la comprensión del mundo capitalista. Palabras de preámbulo para abordar la política de estos tiempos.

No tomar en cuenta las determinaciones objetivas, conduce a errores en política que se pueden pagar muy caro. Es que ciertamente, como señala Engels: “…esta desestimación inevitable de los cambios que se operan al mismo tiempo en la situación económica —verdadera base de todos los acontecimientos que se investigan— tiene que ser necesariamente una fuente de errores”. No es cualquier determinación esta que se vive en esta etapa de la modernidad.

Las incidencias de China en la política son cada vez más claras. No solamente hegemoniza con el bloque más poderoso desde el punto de vista económico, sino que ya su incidencia política hace tambalear las “lealtades” de los más firmes socios de los estadounidenses y de las otras potencias mundiales. Si no, veamos el caso de Australia. Vacila, pero ya se integró al RCEP. Difícil de creer en un miembro de la Commonwealth. A su vez, participó en las maniobras militares Malabar en el Mar de China Meridional, junto a Estados Unidos, Japón e India, entre otros.

China y Rusia, el bloque que conforman con sus aliados, a su vez, buscan no solamente preservar sus áreas de influencia, sino evitar a toda costa que EE. UU. se haga de algún espacio en el planeta.

Estados Unidos, por su parte, busca recuperar espacios perdidos. El país en cuestión, Venezuela, bien vale el intento. Además, en una etapa como la que se vive, de rivalidad entre las grandes potencias, este asunto adquiere una mayor potencia, por lo que, cualquier espacio, por muy pobre que sea, es disputado. Así lo refleja la pugnacidad por las islas Kuriles entre Rusia y Japón o de las islas Senkaku, casi despobladas, entre China y Japón. Cualquier espacio en el planeta está en disputa, más en el caso de Venezuela con las riquezas con que cuenta.

Busca todo imperialismo y los bloques que configuran, aumentar sus influencias para hacerse de mercados, materias primas, mano de obra barata en relación con la que impera en su propia economía. Se van debilitando lealtades con base en el uso de sus capitales en cualquiera de sus expresiones. Capital financiero, principalmente, mediante inversiones directas e indirectas, sin descuidar el uso del capital mercancía.

Las incidencias de China en la política son cada vez más claras. No solamente hegemoniza con el bloque más poderoso desde el punto de vista económico, sino que ya su incidencia política hace tambalear las “lealtades” de los más firmes socios de los estadounidenses y de las otras potencias mundiales. Si no, veamos el caso de Australia. Vacila, pero ya se integró al RCEP

Venezuela siendo un reservorio de materias primas nada despreciables, está en la palestra. Al petróleo se le suman otras riquezas que le brindan mayor importancia a la pretensión. Coltán, oro, torio, rodio, tierras raras, son algunos de los elementos cuya condición estratégica, le da más importancia que el petróleo mismo. Es muy factible rescatar la industria petrolera hasta producir más de un millón de barriles por día. Ubiquemos que más de allí no resulta mejor negocio que la minería, dado que el costo de producción se ha incrementado de manera tal que reduce el beneficio. La competencia es muy grande. Mientras, el tantalio, ubicado en las faldas del cerro El Impacto, es de un tenor tal, que bien puede convertirlo en uno de los más demandados a escala mundial.

De allí que debamos ubicar, en el caso concreto de Venezuela, cómo estas circunstancias internacionales vienen afectando la política. No analizar este asunto conlleva a cometer errores. Ya se han cometido por subestimar lo que representan los apoyos internacionales a la dictadura.

Ciertamente, hay: “que limitarse, con harta frecuencia, a reducir los conflictos políticos a las luchas de intereses de las clases sociales y fracciones de clases existentes determinadas por el desarrollo económico, y a poner de manifiesto que los partidos políticos son la expresión política más o menos adecuada de estas mismas clases y fracciones de clases”. Aun así, no se debe descuidar en ningún momento el análisis de este aspecto. Y es que las determinaciones objetivas internacionales, tienen una incidencia que llega a la política cotidiana.

Así, 2020 cierra como un año trascendente en la historia de la humanidad. La pandemia, la crisis mundial y China como hegemón mundial, resumen las determinaciones que lo hacen emblemático. Sus secuelas para Venezuela, seguramente serán más duras que para el resto de países. La hambruna, las desigualdades afianzadas por los farsantes de marras, ya son improntas de antes, pero que afianzaron en este año. Serán millones de la diáspora quienes en las navidades y el año nuevo recordarán a su patria resaltando esa idiosincrasia particular, uno de cuyos componentes es eso de reír en medio de la tragedia. Seguramente harán malabares para hacer hallacas y pan de jamón a nuestro estilo. Mientras, en territorio venezolano, millones no tendrán para comer siquiera. 2021 puede convertirse en el año de la redención. Hará falta quienes dirijan. Al pueblo le sobran ganas.

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