Artículos científicos, ¿lo más leído en la pandemia?

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En el clima actual de COVID-19, las noticias de salud y ciencia dominan los titulares en todas partes. Muchas personas están leyendo artículos científicos por primera vez en estos días, con la esperanza de darle sentido a la pandemia. Si usted es uno de ellos, tenga en cuenta que el artículo científico es un género literario peculiar, que le puede tomar un tiempo para acostumbrarse. Y también se debe tener en cuenta que estos son tiempos atípicos para la publicación científica.

Es difícil pensar en otro momento de la historia cuando tantos científicos han centrado su atención en un tema a toda velocidad. A mediados de enero, los artículos científicos comenzaron a aparecer con los primeros detalles sobre el coronavirus. La revista Nature estaba sorprendida de que se hubieran publicado más de 50 artículos sobre el tema a final de mes. Ese número ha aumentado en los últimos meses a una tasa exponencial, apropiado para una pandemia. La base de datos de la Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU. a principios de junio, contenía más de 17.000 artículos publicados sobre el nuevo coronavirus. Asimismo, un sitio web llamado bioRxiv, que alberga estudios que aún no han sido revisados por otros científicos, contenía más de 4.000 artículos. ¡Podría decirse que es una “infodemia”! Pero a pesar de este diluvio, no hemos visto muchos cambios en la trama.

La pandemia ha provocado una cantidad sin precedentes de colaboración internacional en investigación. Los científicos están trabajando las 24 horas para descubrir nuevas formas de tratar el virus y desarrollar vacunas contra él. Las revistas publican pre-impresiones de documentos, en lugar de esperar un período de revisión. Pero el hecho de que los documentos científicos sean más fáciles de encontrar no significa que sean fáciles de entender. Leerlos puede ser un desafío, incluso para alguien con algo de formación científica. No es solo la jerga que los científicos usamos para comprimir muchos resultados en un espacio pequeño, sino que los artículos científicos son parte de un género con sus propias reglas no escritas, reglas que se han desarrollado de manera empírica durante generaciones.

Como escritor científico, he estado leyendo artículos durante unos 22 años. Supongo que he leído miles de ellos, en busca de nuevos avances sobre los que escribir en mi columna o para hacer parte de mi investigación. Una lección que aprendí es que puede tomar trabajo comprender la historia subyacente en un artículo. Si llamo a los científicos y les pido que me cuenten lo que han hecho, me ofrecerían una narrativa fascinante de su exploración intelectual. Pero en la página, nosotros los lectores tenemos que armar la historia por nosotros mismos.

Cuando lea un artículo científico, haga algunas preguntas básicas para juzgar su mérito: ¿se basa en unos pocos pacientes o miles? ¿Está mezclando semejanza y causalidad? ¿Los autores realmente presentan la evidencia requerida para llegar a sus conclusiones? Si se trata de COVID-19, vea qué tipo de investigación es, muchos de los artículos que salen son estudios de observación, en los que los investigadores informan sobre lo que le sucedió a un grupo de personas en un entorno determinado. Estos estudios pueden ser excelentes, especialmente si tienen un tamaño de muestra de más de mil personas. Pueden mostrarles a los investigadores correlaciones o patrones de resultados en ciertas circunstancias. Debemos ser particularmente escépticos con respecto a los documentos que solo describen a una persona o paciente, llamado “caso de estudio” o un puñado de personas. Estas son muestras demasiado pequeñas para hacer suposiciones significativas.

La pandemia de coronavirus ahora presenta un desafío adicional: hay muchos más documentos de los que cualquiera podría leer. Si usa una herramienta como Google Scholar, puede hallar un relato de los últimos meses de la historia científica: el aislamiento del coronavirus, por ejemplo, la secuenciación de su genoma, el descubrimiento de que se propaga rápidamente de persona a persona incluso antes de que aparezcan los síntomas. ¡Así que tiene mucho para escoger!

También es importante mantener un escepticismo saludable. La actual avalancha de documentos que aún no se han revisado por pares, conocidos como pre-impresiones, incluyen una gran cantidad de investigaciones débiles y afirmaciones engañosas. Muchos son retirados por los autores. Pero algunos de ellos están ganando titulares sensacionales en la prensa antes de extinguirse en la oscuridad. Por ejemplo, en abril, cuando los investigadores franceses publicaron un estudio que sugirió que la hidroxicloroquina podría ser efectiva contra COVID-19, otros científicos señalaron, entre otras cosas, que la muestra poblacional era muy pequeña. En contraposición, en mayo se publicó un artículo mucho más grande en The Lancet que sugería que el medicamento podría aumentar el riesgo de muerte. Pero a la semana, cien científicos reconocidos publicaron una carta abierta cuestionando la autenticidad de la base de datos en la que se basó ese estudio.

En resumen, el uso de la hidroxicloroquina aún no es concluyente.Comparto las palabras de la Dra. Julie Pfeiffer, quien es editora en el Journal of Virology: “Algunas personas realmente están tratando de ayudar, pero también hay una gran cantidad de oportunistas”. Hay cientos de científicos trabajando 24 horas y publicando a la mayor velocidad posible para contribuir con la comprensión sobre el virus y su posible vacuna. En este sentido me imagino el viaje clásico del héroe, de los mitos y las películas, el protagonista se aleja a regañadientes de la vida normal, entra en lo desconocido, sufre sucesivas pruebas y finalmente regresa a casa, transformado. Esta transformación cambiará la narrativa científica.

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